2014: Una Ficción de Sonido.

folder

(La «tapa» del compilado de este año pertenece al inmenso Brandon Graham y a su gloriosa reinterpretación del Prophet de Rob Liefeld, que recomiendo enfáticamente)

Todo compilado es una ficción. Cuanto antes uno lo acepta, uno aprende a disfrutar de forma más completa toda selección de canciones, ya sea del año, de la década, del milenio o de un artista en particular. Siempre hay viejos favoritos que quedan afuera y elecciones bizarras que uno no colocaría allí. En un punto, un compilado generalmente es un diálogo con «La Historia», con lo que pasó y con lo que queremos que quede escrito en piedra y se preserve para el futuro. De alguna manera esa concepción es la que me mantiene realizando esta tarea que a primera vista parece absurda (más allá de que cierta gente parece disfrutarlos) de armar una selección de canciones por año. Me gusta la sensación de cierre, me gusta encerrarme con una pila de discos y auriculares y elegir lo que (para mi y en ese preciso momento) son los temas de esos 365 días que pasaron. Es una manera de trazar el tiempo, de mantener una bitácora de yos pasados, de dejar un registro de donde estaba en el momento en que escuché cada una de ellas.

Leer más


Dios Del Manga.

FV1N1_079 FV1N1_080 FV1N1_081 FV1N1_082 FV1N1_083 FV1N1_084 FV1N1_085

Estuve leyendo Fénix de Osamu Tezuka, mi primer Tezuka y tremebunda introducción al sujeto, ya que es la serie que él consideraba más personal y querida dentro de toda su obra. Escrita, dibujada y serializada a lo largo de dos décadas (de 1967 a 1988) Fénix comprende doce historias, la mitad situadas en un pasado ficcionalizado de Japón, la otra mitad en diversos puntos de su futuro, permitiendo a Tezuka solazarse en la ciencia ficción espectacular y en aventuras históricas de gran crudeza, dos de sus especialidades. Tezuka la describía como «el trabajo de su vida» y sinceramente se siente como ello, incluso desde su principio, de donde procede la secuencia que elegí para el post. Fénix es una meditación sobre la violencia y el retorno circular de lo mismo, sobre la incapacidad del ser humano para cambiar y responder a los avatares de la historia con algo que no sea el desprecio al otro, sobre el deseo de consagración artística y la desesperación por trascender en el tiempo que nos mueve en esta tierra. Es una historia, por momentos, terriblemente triste y sin compromisos, cuyas sagas a menudo terminan de manera negativa para todos los involucrados, pero que sin embargo oculta cierto optimismo por las cosas que nos permiten elevarnos fuera de todo lo doloroso del mundo. En el fondo el gran mensaje del comic es la muerte, que todos nos vamos a morir y que la vida eterna (el famoso Fénix, que todos quieren cazar y nadie logra) no existe para nadie, pero que quizás, solamente quizás, podemos ser recordados por nuestro arte. Se nota que la preocupación neurótica de Tezuka, quién a esa altura ya era considerado uno de los más grandes, giraba alrededor de su legado cuando comenzó a escribirla.

Como tal cosa, es un comic que está repleto de reflexiones sobre la creación artística, el lugar de donde proceden las obras, la aplicación de la energía y la furia en el arte, la manera en que la historia es escrita, narrada y distorsionada y la representación de todos estos procesos. Sin ir más lejos, la sexta historia («Resurrección») trata sobre un joven que muere y es rescatado por la ciencia del ¡futuro!, reemplazando su cerebro con una computadora de alta complejidad, causando que a partir de ese momento los humanos le parezcan una especie de masa informe mineral y abstracta y las máquinas, fábricas y aparatos inorgánicos le parezcan hermosas mujeres, bellos campos y paisajes de ensueño. Pero por supuesto que todo está dibujado por Tezuka, lo cual produce la hermosa incongruencia que nosotros, observadores imparciales de la historieta, estamos viéndolo todo a la manera de su protagonista y no de la forma «objetiva» que debería ser presentada ante nuestros ojos, que al fin y al cabo no están afectados por las modificaciones cerebrales del mismo.

La selección que resalto aquí destaca varios de los elementos de extrema maestría que emplea Tezuka para demostrar su inmensa plasticidad para con el manejo de todas las modulaciones del comic. Nagi, el jovencito, es el último sobreviviente de su aldea, que fue asaltada por el ejército de la reina Himiko, a mando de Sarutahiko, un general feudal del país de Yamatai, país ancestral del antiguo Japón. Allí, comienza a entrenarlo para que se vuelva un gran arquero, como él.

1) En primer lugar, las páginas demuestran la manera en que Tezuka continuamente borronea los límites entre lo cómico, lo trágico, lo violento y la farsa. Los lobos son presentados simultáneamente como una amenaza y como una pandilla de animales cómicos y la violencia que es desatada en su contra, su asesinato, es también mostrado en toda su innecesaria crudeza. Esto es algo que el autor realiza de forma continua, a menudo de un cuadrito a otro, o de un personaje a otro. Algunos personajes tienen detalles cómicos en su cara y sus gestos que aparecen de forma continua y que no atentan contra el pathos de los momentos más tristes de la historieta. Además, Tezuka es un caricaturista genial, que estira y deforma las facetas de sus personajes de forma insospechada y siempre creativa.

2) Pero, además (y recuerden que esto viene del primer volumen, una historia donde Tezuka todavía estaba buscando el tono de la serie y donde metía continuas referencias a series y autores contemporáneos del manga japonés) acá se nota la habilidad casi innata del mangaka para pasar de un estilo a otro como quién cambia de pantalones. La tercer y cuarta página lo muestran jugando con distintos estilos de representación. Por un lado está el estilo «cinematográfico» que en realidad, para Tezuka, parece caracterizarse por el plano detalle y el sostenimiento de la tensión a través del enfoque y los cortes rápidos. Es curioso este último detalle, que al considerar la edición como parte fundamental del proceso cinematográfico (y después de todo, los comics son edición permanente entre una escena y otra y allí quizás radica su cercanía al cine más evidente) es bastante preciso y cercano de una cierta concepción de lo que es el cine. En contraposición, una representación al estilo kabuki, teatral, se caracteriza por lo exagerado de sus gestos y rasgos y pone en primer lugar la materialidad de los actores antes que los elementos técnicos de montaje.

3) Y a la vez parecería haber un cierto mensaje político en todo esto. El último cuadrito donde los lobos se quejan de que tienen hambre les concede una entidad y una empatía que son rápidamente aniquiladas por los protagonistas, retrayéndolos a su posición de enemigos caricaturescos. La práctica de mejorar continuamente tus habilidades para llegar a ser el mejor a la que se somete Nagi bajo el auspicio de Sarutahiko (quién también es uno de los dioses japoneses más prominentes a quién Tezuka decide representar como un humano) es el pilar fundamental del shonen, pero aquí Tezuka lo descarta casi inmediatamente para arrojar la vida de Nagi al caos nuevamente y desarticular la idea de que el perfeccionamiento obsesivo de la técnica puede triunfar sobre el caos de la vida y establecer sus propias convenciones narrativas. De alguna manera Tezuka parecería estar diciéndonos que el comic puede ser mucho más de lo que estamos acostumbrados y que el destino y la suerte se pueden torcer en un instante, abandonando los clichés y los lugares comunes. Y lo demuestra casi de forma natural mezclando estilos y tonos en una práctica que está teñida de la búsqueda continua del mejoramiento de su trazo, en su negativa a abandonarse a los laureles ya conquistados, en una curiosidad rampante.

Tremenda obra para comenzar a leer a Tezuka.


Inmaduros.

Este iba a ser un post en el cual «contestaba» a este artículo de Bret Easton Ellis sobre los millenials y su fragilidad emocional. Me había imaginado que el artículo de Ellis era una diatriba interminable y violenta contra los jóvenes y lo vacuo que son las nuevas generaciones, como han arruinado el legado cultural de años con su solipsismo y su entrega a Internet (está esa famosa frase de Kurt Vonnegut que dice que no hay nada más terrorífico que darse cuenta de que tus compañeros de secundaria manejan el país; yo agregaría como corolario que no hay nada más descorazonador que darse cuenta que tus contemporáneos se han vuelto un montón de viejos chotos que les gritan a los jóvenes que «salgan de su jardín»).

Leer más


Joven Harvey.

P00003 P00004 P00005 P00006 P00007 P00008 P00009

(De American Splendor v1 #04)

Esto es genial por 1) La cantidad de información que maneja en un número de páginas tan pequeño. Es la historia de una amistad a lo largo de seis o siete años, una viñeta sobre el comportamiento de los coleccionistas, una historia sobre el naciente amor por los comics y, como todas las obras de Pekar, una reconstrucción de su vida con tono resignado.

2) Por la manera en que comienza hablando de Crumb, y te lo vende como si fuese un comic sobre Crumb, pero por supuesto es sobre Pekar, algo que está explícito desde la primera página, cuando vemos que nuestro personaje punto de vista es Harvey y todas las interacciones de Crumb son vistas a través de sus ojos. Pero el título engaña y además Crumb es Crumb y es imposible que no gravite de forma decisiva en una historia en la que aparece.

3) Además, está dibujado por Crumb. Por supuesto que uno piensa que es un comic «sobre» él. Su estilo es tan influyente y reconocible (y tan bueno!) que es inevitable aceptar que con él necesariamente van los temas y preocupaciones de su dibujante. Crumb en los setentas también estaba realizando algunos de sus más aclamados comics autobiográficos. Hay un par de cuadritos donde dibuja a su guionista de una manera desesperada y cómica, una burla de la imagen del artista que sufre, que son geniales.

4) Por la filosofía alrededor de la historieta que plantea Pekar, que es simple pero a la vez ambiciosa: se puede hacer cualquier cosa con palabras y dibujos. «Cualquier cosa que hacen las películas, o las novelas o las obras de teatro». ¿Entonces, por qué comics? La respuesta solo parece residir en esas viñetas de descubrimiento de las primeras páginas (una vez más, el comic es sobre Harvey), en el virus de las imágenes con el cual te infectan las historietas, que hacen que a partir de un determinado momento solo puedas percibir el mundo como una re-interpretación a través del estilo.

El resultado es una historieta que simplemente se desliza y canta. Leyendo un poco de American Splendor, incluso un puñado de historias de los primeros números, es increíble cuan fuerte es la voz de Pekar, incluso en un medio dominado por la figura del «artista total» (dibujante+guionista) como son los comics underground/independientes. Pekar maneja solo las palabras pero comprende perfectamente la operación fundamental de re-crear el mundo que implica hacer comics. Y transmite una perspectiva cercana, ecuánime, resignada pero no deprimente, construida a través de pequeños actos de aburrimiento, de mínimas historias en donde lo que más hacen los personajes es deambular por una ciudad gris encontrándose unos con otros. Por lo tanto, una representación.