La Vida Es Bella: Entrevista a Sergio Langer.
Por Amadeo Gandolfo y Pablo Turnes
Sergio Langer (1959, Buenos Aires) comenzó a publicar a principios de los ochenta en la revista Humor. De allí desplegó una intensa carrera en la cual pasó por El Periodista, el diario Sur, Clarín, Página/12, Inrockuptibles, Barcelona y revistas extranjeras como Newsweek y O Pasquim. Asimismo, fue uno de los fundadores de El Lápiz Japonés, mítica revista de diseño, arte e historietas argentina de los 90s, lugar donde se desempeñó junto con un colectivo de ilustradores, artistas plásticos, historietistas y escritores varios. El Lápiz Japonés pasó a la historia por la tapa de su primer número, donde aparecía el hombre de los cereales Quaker en una posición comprometida junto con una joven señorita. Esa tapa les hizo acreedores de un juicio por la compañía que se extendió cuatro años y les impidió hasta el día de hoy volver a reproducir la ilustración. Asimismo, la revista también se caracterizó por el vanguardismo de su propuesta gráfica y por su edición cuasi libresca.
A partir del 2003 creó a La Nelly, en conjunto con Rubén Mira, una mujer de clase media argentina, publicada en la contratapa de Clarín todos los días hasta 2010, cuando fue cambiada de sección. Asimismo, también creó a Mamá Pierri, otro ejemplar de la clase media, mujer autoritaria, filonazi, admiradora de Pinochet, del Duce y de Antonio Primo de Rivera.
A lo largo de su carrera lo han obsesionado las circunstancias sociales del país en el que nació y que vive pero también ha desarrollado una robusta reflexión sobre su condición judía y sobre los crímenes del nazismo, situación que lo toca de cerca ya que su madre fue sobreviviente de un campo de concentración y su tío luchó contra los alemanes en Stalingrado. Este es el foco de su más reciente libro, Judíos, editado por Editorial Planeta hace dos meses en una edición muy cuidada, de 350 páginas, que recoge su producción de los últimos diez años sobre el judaísmo junto con tiras e historietas nuevas realizadas especialmente.
Langer nos recibió en su casa del barrio porteño de Agronomía con el objetivo de charlar sobre su nuevo libro y la entrevista, a lo largo de casi dos horas, cubrió toda su carrera, sus personajes, su concepción de la política en Medio Oriente y de la clase media argentina, sus batallas en las trincheras de la historieta de los noventa y su presente.
Un Alegre Grupo de Hillbillies.
(De Crossed +100 #01, Alan Moore & Gabriel Andrade).
(De Crossed +100 #03, Alan Moore & Gabriel Andrade).
Estuve leyendo Crossed +100 de Alan Moore y tengo varias cosas que decir al respecto:
1) En primer lugar, da un montón de miedo. Es de esas series que vas leyendo y se te mete en la conciencia y te pone inquieto al ir a dormir y cuando finalmente concilias el sueño tenés visiones ominosas que tienen que ver con ella. Hace unos cuantos años hubo una serie de artículos que se preguntaban si era posible hacer horror en la historieta, especialmente inspirados por las obras de Josh Simmons. De alguna manera la discusión giraba alrededor de la imagen: si la historieta tiene la capacidad de mostrar por sobre todas las cosas, ¿de qué modo se espera que algo sea espantoso y asuste cuándo sabemos que la imaginación es más terrible que la imagen? También tenía que ver con el ritmo: ¿si el lector controla la velocidad, como se espera que una sorpresa funcione si uno puede adelantarse a ella al hojear de forma tonta la historieta? Como queda claro en estas discusiones se asimilaba la tradicional comparación de la historieta con el cine y se la juzgaba por no tener la capacidad de jugar con la edición y la sugestión. Acá Alan Moore corta ese debate a través mediante el sencillo recurso de dejar la mayoría del horror fuera de cuadro, listo para ser rellenado por nuestra mente. Es que el “fuera de campo” de la historieta es lo no visible, aquello que existe más allá de los márgenes, ese es el lugar de lo sugerido. Acá los crossed, esos villanos tan carismáticos, aterradores y multiuso que inventó Garth Ennis matan, violan, mutilan, hacen piquetes de ojos, desmembran, asesinan, amputan, castran, empalan y destruyen mayormente fuera de cuadro, mientras sus vocecillas tortuosas y rojas se dibujan dejando que cada uno fantasee a su gusto. Genera un efecto muy perturbador y que se queda en la memoria.
2) Entre otras obsesiones que surcan la obra de Moore esta también tiene una preocupación con el lenguaje. Obsesión que también, a menudo, entra en el terreno de lúdico. Como que Moore se aburre si no está inventando simultáneamente en 4 o 5 capas diferentes. Los habitantes del mundo del futuro hablan con un slang que reemplaza muchas palabras con términos mutados del presente. Así, por ejemplo, “movie” quiere decir que algo es genial o asombroso, “heart” es “amor”, “skull” es “pensar”, “tight” es “bueno” y “brown” es “mierda”. El lenguaje también pierde muchos de los conectores, se vuelve más directo y construido alrededor de palabras cortas, de pocas sílabas. Los verbos muchas veces doblan como adjetivos y viceversa. Un lenguaje desarrollado para correr, para comunicar ideas rápidamente mientras se escapa o se encuentran en una situación de peligro. A este se contrapone el lenguaje de los crossed, que a esta altura ya está reducido a una serie de contracciones deformes y risas espantosas como los mismos cuerpos de los sobrevivientes de la infección. Un lenguaje contrahecho, mínimo, animal, un lenguaje de caza y gruñido.
3) Por supuesto que además esto se relaciona con la espléndida mente analítica de Moore a la hora de pensar las consecuencias de semejante epidemia en el futuro. Porque lo primero que se percata Moore es que cualquier sociedad basada en los peores instintos del hombre no es una sociedad que se sustenta a largo plazo. Pero sus consecuencias quedarán marcadas sobre la faz de la tierra de forma irreversible. Lo más espectral de la serie son los restos, los osarios gigantescos de pilas y pilas de huesos abandonados, ya sin la capacidad de dar un verdadero miedo, pero igual de chocantes. O las plantas de energía nuclear destruidas que han dejado enormes porciones del territorio inhabitable. Lo cual se combina con el lento y cuidadoso progreso. Con el rescate de aquellas porciones del pasado que han sobrevivido y la manera en que son re-interpretadas en un nuevo contexto. O la forma en que, más allá de los conocimientos necesarios para volver a poner en marcha una cultura (agricultura, hidráulica, ganadería, mecánica) cada personaje encargado del archivismo tiene su obsesión particular, que va desde la ciencia ficción (“wishful fiction”, como le dice la protagonista, desnudando su condición fantástica y esperanzada) o los asesinos seriales del siglo XX. Es un mundo hecho de retazos y recuerdos intentando arrastrarse hacia la luz de un nuevo orden.
4) Asimismo, Moore enlaza esto con el uso del sexo que recorre toda su obra y se ha vuelto un área de reflexión constante en su época tardía. Este nuevo mundo ha perdido la mayoría de los tabúes que organizaban el sexo. Por el lado de los crossed de una manera más absoluta: los pocos crossed en estado salvaje cogen entre sí, de forma incestuosa, forman “nidos” en donde las enfermedades venéreas, comenzando por el SIDA, se transmiten de padre a hijo y destrozan los cuerpos desnutridos. Aquellos que no han podido superar sus peores instintos directamente matan, violan y destrozan a los bebes apenas nacen. Por el lado de las poblaciones humanas, hay un alegre poli-sexualidad que aparentemente ha abandonado (¡al fin!) el concepto de matrimonio. Las parejas se unen en relación a un hijo, a quién protegen y cuidan, pero después hay encuentros hombre-hombre, mujer-mujer y hombre-mujer sin ningún tipo de particularidad entre uno y otro. La polisexualidad es la mejor manera de repoblar un país abandonado. Además, Moore conecta perfectamente el concepto de monogamismo con la idea de religión: las religiones están muertas (excepto el islam, en otro toque pequeño, que el guionista tira como dato de color, pero genial) y con ellas murió la noción de una sola pareja para toda la vida.
5) En definitiva, el hombre sigue siendo un maestro. La meticulosidad por la cual Moore es conocido se encuentra en primera plana a lo largo de toda la serie. El tipo te va presentando un rompecabezas formado de partes sangrientas que al principio desconciertan, luego inquietan y finalmente se revelan como algo espantoso. Toda escena, todo diálogo, está colocado de manera que, cuando Moore revela el asunto que se está cociendo detrás de la alegre actividad de sus protagonistas, adquiere un sentido retrospectivo y un enorme horror. Moore logra destilar el espanto de un mecanismo estructural y demuestra que el efecto estético y emocional en la historieta no se encuentra en sus partes, sino en su totalidad, en la lenta acumulación de paneles que apuntan a una verdad más terrible, oculta, que se mantiene en la memoria una vez que lo has dejado en la mesa de luz.
Adiós A Todo Eso.
(Por supuesto que el post está lleno de spoilers.)
Ayer terminó Mad Men, una de las grandes, grandes series de la reconversión de la televisión hacia un medio “elevado” que puede contar “historias complejas”. La realidad es que, a pesar de lo que digan los fanáticos de las series de televisión (nada más absurdo que “un fanático de las series”, así en abstracto) las realmente grandiosas son un puñado. Me refiero a aquellas cuya estructura dramática y sus personajes se sostienen de principio a fin y que, más importante, construyen un universo posicionado de forma perfecta y equilibrada entre el mundo que están intentando retratar y las obsesiones de su creador. Digo, son series que plantean un fresco histórico-social profundamente estilizado y que dicen algo no solo del período histórico en el cual están situadas sino también de las líneas de fuerza que conectan a sus héroes y villanos a su medio y entre sí. Mad Men es incluso peculiar en ese conjunto por el hecho de que es una serie que no recurre a muchas de las estrategias empleadas por otras para generar tensión. Es una serie que no tiene violencia. Es una serie donde la muerte cumple un rol muy diferente al de un cambio de velocidades dramático e introducción de un shock radical. Es una serie que no está preocupada con la “marginalidad” y los sectores oscuros de la contemporaneidad. Es una serie teñida de anhedonia, hedonismo, melancolía y nostalgia. Es una serie preciosa y conmovedora y acá nos preguntamos porque nos produce ese efecto.
We Form Like Voltron: Los Vengadores y la Era de Ultron.
(Esta reseña incluye algunos spoilers).
Cualquiera que me conoce un poco sabe que tengo, por decirlo de algún modo, problemas con Joss Whedon. Últimamente estuve pensándolo mejor y me di cuenta que lo que más me molesta de él es que no tiene imaginación ni visual ni narrativa. Es un tipo con el corazón en el lugar correcto, pero sin estilo ni exuberancia más allá de sus diálogos, simpáticos pero tampoco demasiado elaborados si le quitamos su velocidad y su habilidad para introducir chistes. Y, narrativamente hablando, tampoco es un gran habilidoso, su mayor baza consiste en subvertir y mezclar los géneros dentro de los cuales trabaja. O sea, meter un musical en Buffy; intentar romper las reglas narrativas de la película de terror en The Cabin In The Woods (a la vez que los personajes son manipulados en respetarlas, un claro ejemplo de intentar “tener tu pastel y comértelo también”). Juegos de parvulario, en definitiva. Cada vez que tiene que crear algo por su cuenta, lo que le sale es una cosa gris y anodina (como en Serenity, una película que vi hace dos semanas y ya no recuerdo de que trata) que no tiene ni sentido del diseño ni sentido de la cinematografía.
Esta larga introducción sirve solo para contraatacar con lo siguiente: me gustó bastante Avengers 2: Age Of Ultron. Y creo que me gustó porque la mitología Avengers rellena todas aquellas cosas que Whedon hace mal. Es una feliz combinación entre las limitaciones de un autor con las virtudes de un estilo de narrativa. Es lo que muchos decían que era la primera. Asimismo, hay un cierto formato, instalado por secuelas tan diversas como The Godfather II, Empire Strikes Back y Back To The Future Part II, que permite que las segundas partes tengan libertades narrativas e innovaciones de las cuales las películas originales a menudo carecen. Age of Ultron se beneficia de esta tradición más que de una innovación dentro de la historia del cine.
Historia Elemental del Hip Hop Vol. 4
Finalmente, llegamos al presente. Como cualquier intento de historizar algo que está sucediendo en este mismo momento, aquí tiramos cualquier asomo de objetividad o equilibrio por la ventana y directamente nos movimos hacia aquellas cosas que nos gustan más sin respetar cualquier inexistente “objetividad”. Por eso lo que quizás consideren una sobre representación de algunos artistas en esta porción. Sin embargo esta consideración surca todos los compilados, que al fin y al cabo son una obra subjetiva. Además, al cubrir 5 años en lugar de 10, este es el compilado más “corto”. Y sin embargo no deja de tener 66 canciones.
Es difícil también encontrar líneas consistentes en estos últimos cinco años. Por un lado tenemos la aparición de nuevas crews. Sobre todo los Odd Future, jovencísimos, considerados la nueva esperanza del hip hop hace unos cuantos años, bastante turbios en el contenido de sus letras en un primer momento, lo cual les generó cierta controversia. En un principio parecían una banda de inadaptados sociales con ciertos visos Naranja Mecánica-Asesinos Seriales que rapeaban sobre violaciones y oscuridad, mucha oscuridad. Sonaban como una banda de horrorcore. En un momento Earl Sweatshirt desapareció por dos años, dándole al grupo el aura fantasmal de haber perdido a un hombre en la oscuras calles de Los Ángeles. Con los años, sin embargo, estas características decantaron en cierta maduración que dio grandes discos más meditados, como el “Wolf” de Tyler The Creator, su fundador y líder espiritual.