Yo Lo Voto

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Este no es un blog político. Nunca lo fue. En primer lugar porque somos de países muy diferentes y pensamos cosas muy diferentes. En segundo lugar porque siempre nos concentramos en la evanescente esfera del arte, un poco porque somos un poco snobs y otro poco porque siempre es más fácil hablar sobre ello que sobre el siempre difícil lodazal de lo público.

Pero yo soy un animal político. La política me encanta, me parece lo que mueve al mundo, me parece que no prestarle atención es vivir en un mundo construido por otros sin derecho a réplica.

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Los Últimos Días de Londres: Una Entrevista a Paul Kelly

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(Foto robada de aquí.)

Paul Kelly, sin lugar a dudas, fue mi descubrimiento del BAFICI de este año. Un inglés amabilísimo, alto, que hablaba pausado y pensando y con una sonrisa perpetua en los labios. Sus películas, la mayoría de las cuales fueron proyectadas durante el festival, tratan sobre diversas bandas «de culto», casi olvidadas o cuya importancia quedó en el tiempo, sobre músicos particularísimos y la decadencia de una idea y de una arquitectura de Londres, sobre los Juegos Olímpicos del 2012 y la rutina diaria de un joven repartidor. Cada uno de sus documentales encuentra la forma de llegar al corazón de su sujeto, desde el entusiasmo juvenil y el eventual agotamiento de las Dolly Mixtures, una banda impulsada a puras ganas, precursora del twee y K-Records; hasta el profesionalismo teatral y exagerado de los Dexy’s Midnight Runners en un show espectacular filmado de principio a fin; pasando por la singular cosmovisión y fe en si mismo que tiene Lawrence de Felt, Denim y Go-Kart Mozart. Kelly siempre encuentra la manera de presentar historias pequeñas y grandes de una manera emotiva, y de comunicar la amplia gama de sentimientos que es capaz de despertar la música en aquellos que la viven como algo más importante que su propia vida. Además, también cuenta con un costado de poética social y política que se expresa en películas como How We Used To Live y la Trilogía de Saint Etienne, donde muestra a un Londres que va desapareciendo, una identidad comunitaria inglesa en crisis, y como la gentrificación y el neoliberalismo van expulsando de las ciudades y los barrios a aquellos que podrían revitalizarlo. Todos estos films han sido lanzados por su productora, Heavenly Films.

Luego del BAFICI logré comunicarme con él a través de mail y aceptó muy amablemente concedernos una entrevista en donde hablamos de la escena punk y alternativa inglesa de los setentas y ochentas, Saint Etienne, Lawrence, la gentrificación de Londres y el estado actual de la música pop.

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La piedra que pule la piedra. Entrevista a Pablo Fayó

Por Amadeo Gandolfo y Pablo Turnes

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Pablo Fayó (1966, Buenos Aires) comenzó a publicar a mitad de los ochentas en la revista Fierro (primera época). Luego pasó por El Tajo, País Caníbal, Coctel, y la gran mayoría de las últimas revistas de historieta y antologías argentinas. En 1995 fundó junto con Diego Parés, Esteban Podetti, Dani the O [Daniel José Díaz], Darío Adanti, Emiliano Migliardo y Pablo Sapia, la revista ¡Suélteme!, donde creó al personaje con el cual se lo tiene más identificado: Agapito, cuyas historietas han sido recientemente recuperadas en un libro editado por Musaraña Ediciones.

A pesar de que su obra se encuentra mayormente dispersa y que no dibuja tanto como otros de sus pares, su estilo es inmediatamente reconocible: líneas rápidas y personajes petisos y temblorosos, sucesos continuos, monstruos, la muerte, Hitler, y aventuras que se resuelven con la providencial aparición de Agapito y su fuerza sobrehumana.

Nos reunimos con él una tarde de invierno frente al Parque Centenario para hacerle algunas preguntas y hablar de las tiras de prensa de principio de siglo, el desarrollo de la acción, la historieta de autor, los años noventa y la novela gráfica.

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Reunión En La Cumbre.

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Siempre creí que los eventos comiqueros eran ocasiones importantes. Colarse en la medianoche en unas jornadas de comic y anime oscuras y de dudosa reputación en Tucumán para poder ver hentai. Esperar para escuchar a Gaiman en un auditorio lleno de gente que se quejaba de la traducción y observar el horrible Neverwhere. Perseguir a Frank Quitely en una Crack Bang Boom. Con el paso de los años, además, pienso que, lejos de la actitud de niño deslumbrado revolviendo las bateas llenas de comics de mi infancia, lo más divertido de estos momentos es conocer gente nueva. Que es una de las mejores cosas del mundo. Un evento es un espacio mental muy especial, donde la euforia y el cansancio de estar metido en el mismo lugar mucho tiempo generan una especie de camaradería de barco en llamas.

Muchas veces, por supuesto, esto no es lo que sucede. Una convención se transforma en un galpón polvoriento y discusiones antiquísimas, en estatuas y muñequitos y figuritas y películas grabadas en dvd proyectadas en pantallas mugrosas, todo amontonado en una versión del infierno.

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Lo cual me trae a Comicopolis, lugar donde estuve metido estos últimos cuatro días preso de una alegría inmensa. Es difícil comenzar a hablar de semejante evento sin caer en el entusiasmo desmedido o la sensiblería. Es algo impresionante como continúa creciendo desde su primera edición y sigue superando las expectativas de todos aquellos que tenemos que ver con esto del comic.

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Destruirás Tu Propia Energía.

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1) Recientemente devoré los dos volúmenes dedicados a la obra gráfica de Fletcher Hanks y si bien tiene toda la exageración, lógica discoyuntada, imágenes asombrosas, ideas que parecen nacidas de la más demencial mente en ácido y rencor, también hay una intensa repetición de temas, imágenes e incluso historias, un trabajo continuo y obsesivo. Esto puede tener que ver con la particular idiosincrasia de Fletcher Hanks, pero también, y más seguramente, tiene que ver con su inmensa producción en un período de tiempo muy pequeño. 51 historias en poco menos de dos años. 350 páginas, de forma aproximada. Paul Karasik, el responsable del rescate, edición y reconstrucción de la carrera de Hanks se pregunta en You Shall Die By Your Own Evil Creation, el segundo y final volumen que recopila su trabajo, si acaso no es más aterrorizante la idea de que quién creo ese arte completamente antisocial y alienado era un laburante, un productor de páginas con el objeto de ganarse la vida, encerrado en una habitación minúscula de Nueva York, acurrucado frente a su tablero de dibujo, vestido de camisa arremangada (o camiseta de morley), tiradores y zapatos, fumando cigarrillos por montones, trabajando para comprarse cerveza y emborracharse día tras día, mirando por la ventana a una Nueva York sucia y con el espectro de la guerra aproximándose.

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