Inmaduros.
Este iba a ser un post en el cual «contestaba» a este artículo de Bret Easton Ellis sobre los millenials y su fragilidad emocional. Me había imaginado que el artículo de Ellis era una diatriba interminable y violenta contra los jóvenes y lo vacuo que son las nuevas generaciones, como han arruinado el legado cultural de años con su solipsismo y su entrega a Internet (está esa famosa frase de Kurt Vonnegut que dice que no hay nada más terrorífico que darse cuenta de que tus compañeros de secundaria manejan el país; yo agregaría como corolario que no hay nada más descorazonador que darse cuenta que tus contemporáneos se han vuelto un montón de viejos chotos que les gritan a los jóvenes que «salgan de su jardín»).
El Sonido Original de Alfa Centauri.
(Fotografía de Chris Saunders)
En algún momento de Retromania (un libro enojoso, fragmentario y escrito desde la perspectiva, por momentos, de un viejo choto, pero como todas las cosas de Reynolds, lleno de ideas que te intrigan y valen la pena) Simon Reynolds dice que toda escena es una construcción retrospectiva, que todo género musical es una forma de ficción y de reorganización de la historia. Los géneros que menciona como paradigmáticos son el northern soul y el garage rock, términos inventados en los setenta que no fueron utilizados en su momento, pero que sin embargo terminaron definiendo retrospectivamente un estilo de música de los sesenta.
En cierta manera toda agrupación, toda clasificación es una forma de ficción, incluso cuando se realiza en el mismo momento en que la música se está produciendo. Solo basta preguntarle a Simon Reynolds sobre las consecuencias inesperadas y el escarnio que le trajeron inventar el término “post-rock” y cuantos músicos que terminaron en esa etiqueta se sentían realmente representados por la misma y no por, no sé, “armchair-jazz” o “soft improv”. Como dice Hagbard Celine en The Illuminatus Trilogy: “Cada ideología es un asesinato mental, una reducción de procesos dinámicos vivientes a clasificaciones estáticas, y cada clasificación es una Condenación, del mismo modo que cada inclusión es una exclusión”.
Un buen show.
(una serie de apuntes y observaciones sobre los shows de música en vivo en el Río de la Plata)
– El año pasado Bruce Springsteen dio uno de los shows más memorables que tuve la oportunidad de presenciar, una avalancha musical que dejó a las miles de personas que presenciaron el show con el corazón gordísimo y contento. No voy a decir ninguna novedad: The Boss es un performer brillante, un experto, un atleta: Siempre corriendo, sonriendo, agitando, cantando y aporreando su guitarra como si fuese su último día en el mundo. Es obvio que le encanta tocar en vivo y seguramente es lo que más le gusta hacer en su vida, pero también es un hecho que no en todos los shows estará exactamente igual, del mismo ánimo. Algún día estará un poco enfermo, otro día tendrá un monitoreo mediocre, o estará de mal humor por quien sabe qué. Pero estoy segurísimo que cualquiera de esos días, Springsteen daría un show exactamente igual al de cualquier otro día, por que el loco sabe que está haciendo un show y tiene que entregarle todo a su público. Es gente trabajando, con amor.
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Modernistas 16: Matt Farley
(entrevista publicada anteriormente en La Diaria el 11/2/2014)
Luego de escribir sobre él (¿Lo recuerdan? ¡El músico que hizo más de 14.000 canciones!) , se me ocurrió preguntarle a Matt unas preguntas por corre. En un tiempo record de CUARENTA MINUTOS me mando las respuestas muy detalladas, encantadoras y que confirman al tipo como lo que es: Un capo de capos. Con ustedes, Matt Farley.
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El Hombre de las Diez Mil Canciones.
La cosa es así: Matt Farley es un tipo común y corriente, de unos 30 y pico de años, que vive en Denver, Massachusetts. Tuvo una banda de rock/pop durante más de diez años – Moes Haven – con la que sacó mas de 25 discos, todos totalmente ignorados por la crítica y el universo en general. En un momento se dio cuenta de que sus canciones más bajadas de su banda en Spotify eran sus canciones en broma, sus novelty songs, y que por 8 de esas canciones había ganado la fortuna de 2 dólares en un año. Cualquier músico se deprimiría ante esos datos y abandonaría la música para dedicarse a la repostería, pero Matt no es un músico normal, para nada: Pensó que si con 8 canciones gano 2 dólares, ¡si hiciera 10.000 canciones graciosas podría ganar mucho más! Y así como si nada comenzó su ridícula epopeya: Hizo más de 14.000 canciones, haciendo más de cien por día. Desde que supe de su existencia estoy totalmente fascinado con él y esto es lo que descubrí las últimas semanas.
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