Cherish The Light Years

Wes Eisold recorrió un largo camino desde los primeros lanzamientos de American Nightmare hasta el nuevo disco de Cold Cave. La evolución fue larga y lenta pero clara. Del hardcore brutal y elemental de American Nightmare/Give Up The Ghost en el que destacaba la poesía de sus letras al hardcore más experimental, matemático y cercano al grindcore de Some Girls; de ahí curioso y un tanto fallido híbrido de hardcore y rap que fue XO Skeletons y al proyecto efímero Ye Olde Maids. Con XO Skeletons era bastante claro que se estaba alejando de la escena hardcore casi definitivamente, pero Ye Olde Maids fue la confirmación. Ahí aparece todo lo que eventualmente sería Cold Cave: canciones oscuras con sintetizadores, con toda la misma angustia de antes pero sin nada de la ira. Era despolijo y atonal, casi nada sonaba como una canción terminada, se le veían las costuras por todos lados, le faltaba un poco de foco, pero Eisold había encontrado una nueva forma que ya no abandonaría. No es difícil imaginarse qué atractivo pudo haberle encontrado a los sintetizadores, después de todo Eisold, nacido sin la mano izquierda, que comentaba en entrevistas cuán frustrante era para él hacer música pero no poder tocar un instrumento, que contaba como de chico soñaba con aprender guitarra hasta que le avisaron que con una sola mano no se puede, estaba por primera vez ocupándose de la instrumentación y componiendo los temas en su totalidad por sí mismo. Después de otro compilado de temas sueltos ya con el nombre de Cold Cave (Cremations, un poco más prolijo, con algunas canciones propiamente dichas) terminó de pulir su sonido gracias a la inclusión en el proyecto de otro músico en plena evolución, Dominick Fernow.

Fernow recorrió una ruta donde el cambio fue más sutil pero igual de constante. Empezó por los comienzos de la década pasada blandiendo sobre el público su propia variedad de harsh noise particularmente brutal. Tocaba en vivo, usualmente en cueros, con una violencia e intensidad notables, parado adelante de los amplificadores con un micrófonos en cada mano que usaba para generar breves pero estremecedoras explosiones de feedback. Esta modalidad lo llevó al centro de la escena noise norteamericana pero pronto empezó a cambiar, a ajustar su imagen, se cortó el pelo, dejó de andar en cueros y empezó a usar camperas de cuero, y más importante, empezó a tocar con sintetizadores en vivo. Su sonido se volvió más sutil, menos violento,  más preocupado por los timbres, las texturas y la atmósfera. Por eso aunque su obra previa a Cold Cave contrasta todavía más que la de Eisold, es dificilmente sorprendente.

En el 2009 un Cold Cave conformado por Eisold, Fernow y Caralee McElroy (ex-Xiu Xiu) editó Love Comes Close, posiblemente el disco que más me gustó de ese año. La combinación justa entre canciones perfectas de synth pop oscuro y noise. Las pegadizas líneas de sinte invitaban a bailar mientras gravitaban sobre bases de ruido que le agregaban a las canciones todo un nuevo nivel de contradicción y significado evitándoles caer en ser canciones puramente pop, eran como destellos de color sobre un fondo gris. Mientras la voz grave de Eisold cantaba letras de angustia, desesperación, enfermedad y desolación. Era una combinación ideal, la música perfecta para (parafraseando a Eisold en un tema de Give Up The Ghost) “bailar al son de todo lo que perdiste, al son de la miseria de tu vida”.

Cherish The Light Years, el nuevo disco de Cold Cave (sin Caralee y con Jennifer Clavin de Miko Mika en su lugar) hace un salto desde Love Comes Close comparable al que ese disco hizo con respecto a Cremations. Eisold parece estar recorriendo la música de los 80s cronológicamente y si en el anterior disco la principal influencia era el synth pop, en este parece ser el new pop. La oscuridad de los otros discos casi desapareció el ruido ya no está, los sintetizadores suenan limpios y estridentes, la desesperación y la angustia existencialista de las letras de Eisold dieron lugar a otras emociones más diversas y hasta se indulge en momentos de melodrama del tipo Morrissey (“I feel guilty being alive/when so many beautiful people have died”). Hay guitarras y bajos y baterías no sintetizados. ¡Hasta hay una trompeta! Es un disco casi alegre. Ya no existe esa contradicción, esa tensión en las canciones que se debatían entre el baile y la desesperación, este disco es pop sin culpa. Al mismo tiempo eso lo hace un poco menos interesante y Cherish The Light Years es un poco menos redondo que su predecesor.

Por sobre todo el disco se siente como el cierre o la apertura de una etapa; como si Eisold hubiese hecho las paces con algo, no sé muy bien con qué. El tema que abre el disco “The Great Pan is Dead” es una conmovedora canción realizada con una sensibilidad y una sensación de grandiosidad y epicidad hímnica totalmente nuevas para él. Dice que esta canción está dedicada a toda esa gente que extraña y que sabe que posiblemente no vaya a ver nunca más en su vida. También dice que llegó a un momento de su vida en el que ya está grande para avergonzarse de sus emociones y que este disco es una carta de amor al camino que lo trajo a este momento de su vida. Dice que pasó los meses previos a la grabación recorriendo ciudades en las que vivió y lugares de su pasado para sumergirse en la nostalgia y no me sorprende. El disco suena a algo así.

El otro gran tema del disco es “Catacombs”, el tema que mejor pone en práctica sus influencias new wave y el más abiertamente pop del disco. Con un beat de batería saltarín y unos sintetizadores prístinos que parece sacados de la banda de sonido de una película de John Huges, Eisold se pone al nivel de la situación y ya no canta con la voz grave y fría de antes. Al contrario su voz suena sensible y emocional y le dice con añoranza a alguien “yo sé que estoy enterrado en algún lugar ahí abajo, en las catacumbas de tu mente […] y cuando la lluvia ácida inunde tu cerebro, voy a aparecer” y se regodea en la hipérbole autocompasiva cuando pregunta “¿recordás cómo te mudaste y nunca volví a escuchar de vos? A veces finjo que un día vas a volver por mí y esa es la única razón por la que todavía soy parte de este espantoso decorado”.

Hay momentos en los que se extraña la voz de Caralee y hay otros en los que se nota que un disco con estas pretensiones necesitaba otro tipo de producción, que necesitaba un sonido más amplio, más limpio, más ampuloso, que le falta exuberancia, como que la sensibilidad de las canciones se queda corta por la insensibilidad de la producción. Es de cualquier manera un gran cambio para la banda y si este disco es realmente el comienzo de una nueva etapa entonces sólo nos queda esperar a ver qué hace Eisold una vez que se acostumbre y se sienta cómodo en este nuevo papel y le termine de tomar la mano a los nuevos trucos que aprendió.


Quirky Scottishmen (II)

The Yummy Fur fue una banda de Glasgow, que existió desde 1992 a 1999 y dejo atrás un puñado de discos maravillosos, algunas de las mejores frases de la década y un grupo reducido de fans fervorosos. Yo los descubrí allá por el 2004 en un blog que hoy ya no existe y me pase un tiempo armando una discografía que era bastante difícil de completar, incluso en estos/aquellos tiempos de Internet.
Pertenecientes a una escena relativamente aislada, un tanto alienígena y de bajo presupuesto, los Yummy Fur fue una de esas bandas “provinciales” que apenas tiene impacto más allá de su radio inmediato de acción. Me los imagino tocando en pubs de Glasgow para todos sus amigos y perdiendo dinero grabando discos que nunca terminan de sonar como quisieran, también muriendo de hambre en extrañas giras europeas.
Pero como dije, sus fanáticos son fervorosos. Y, por lo tanto, aquí he compilado 20 razones para amar a The Yummy Fur, una de las bandas más originales y hermosas de los 90.

1) Uno de sus primeros discos se llama Music By Walt Disney But Played By Yuri Gagarin (Thus A Political Record). ¿A que otra banda se le podía ocurrir una conjunción tan extraña de elementos? Yuri Gagarin + Walt Disney. Y es que el cosmonauta ruso es realmente un personaje de dibujo animado, el primer hombre en el espacio (pero no de nuestra calle), un titán de las estrellas detrás del telón de acero, el nuevo homo sovieticus. Me imagino que para los niños soviéticos, en algún momento, fue su Buck Rogers, su Superman, su Flash Gordon. Quizás en otro mundo hasta hubiese tenido una serie de cortos animados por los hermanos Fleischer… o Walt Disney.
Con esta melange capitocomunista se presentaba The Yummy Fur, bajo una tapa que parecía un collage dadaísta (o meramente incompetente y amateur) que mostraba a una mujer con un vaso y una pistola en cada mano, con una expresión que parecía entre divertida y llena de remordimiento.
Y su música reflejaba esta portada: una combinación de diversión y ansiedad que se traducía en salvos punk de 30 segundos cantados con la voz indefinida y, sinceramente, chillona de John McKeown, que parecían miniaturas de un grupo de músicos sobre-excitados, como adolescentes, que no podían tocar más tiempo porque las cuerdas de sus guitarras se disolvían de pura emoción y ellos eran presa de un ataque epiléptico.

2) Es una banda que nos retrae a un underground que ya parece prehistórico. Una banda tan ignota que no hay ningún sitio con sus letras en toda la internet. Que era lo suficientemente joven como para haberse visto directamente influida por The Fire Engines, The Swell Maps y Josef K. Que dependía y se amplificaba en el formato de sencillo de 7”. Que daba la sensación de que no ganaba un céntimo de su música y por lo tanto las copias de sus discos eran pocas, su búsqueda siempre complicada, su capacidad de promoción limitada y se mantenía, como tantos buenos grupos que han hecho música valedera, un poco oculta. Una banda que siempre fue un bicho raro en cualquier subcultura musical inglesa de los 90. Que ni se tocó con el brit pop o con el shoegaze y con la electrónica sólo de un modo muy oblicuo, fiel a su estilo. Que nos llena de una saludable “nostalgie de la boue” en estos tiempos de sobredosis de myspace.

3) Eran una banda propensa a la cita cultural, pero con humor y estilo, siempre descolocando lo referido de su contexto y dejándolo ligeramente en ridículo. Y, también, a ellos mismos por hacer esas bromas tan nerds.

4) Eso hace que tengan frases increíbles, referencias inverosímiles, en medio de los temas, que están dichas con tal autoconciencia que producen dos cosas en el oyente: primero que se ría del chiste interno y luego que se ría de si mismo, por reconocerlo. Mi frase favorita de estas, con la cual inclusive me hice una remera es “I’d like to make a civilized costumer complain / Why is Throbbing Gristle considered inappropiate in discos?”. Esta frase aparece en lo que (en mi mente solamente) es su hit más grande: “Deathclub”, del disco Sexy World. Es difícil de explicar porque me gusta tanto, pero creo que es porque la combinación de cortesía y civilidad que exhibe la queja te hace pensar por un momento en que es un pedido absolutamente razonable (¿y quien dice que no lo es? ¿Qué ley indica que Throbbing Gristle NO es aceptable en las discos?) hasta darte cuenta de la barbaridad que están pidiendo y de que, quizás, la intención oculta sea perforar unos cuantos oídos con la legendaria banda industrial y reírse del pánico que crea en la pista. Quemen la discoteca, un ataque de psicosis colectiva de un montón de ravers perdidos.
Nadie entiende de qué carajo habla mi remera, por otro lado.

5) “No veíamos ninguna razón por la cual uno no podía tocar melodías estándar realmente tontas y ridículas, pero tocarlas como si tu vida dependiese de ello, realmente intenso, porque todo el mundo parece todavía tener la idea de que si tocas intensamente, debes tener momentos muy serios en tus canciones, lo cual es un montón de mierda.”

6) Una de las cosas más fantásticas de The Yummy Fur es el modo en que florecen de un modo inesperado para terminar siendo una banda pop de teclados capaces de tocar una canción como “British Eyeballs Ltd.” con su colchón de teclados apenas audible y amable, su guitarra similar a una persona tocando con insistencia un portero eléctrico y su estribillo extrañamente amenazador. Una canción sobre una persona cuyos ojos se encogen “hasta parecer alfileres” y que mezcla una melodía inocente y aniñada con la imagen un tanto perturbadora de una persona con ojos de alfiler y piel picosa. En otras palabras: que conjuga la sensación pesadillesca/fantástica de un sueño infantil.

7) Y esa evolución está reflejada en los discos, en donde se los ve cada vez más confiados, más capaces de sostener un ritmo, más interesados en tocar canciones largas, más sofisticados en la yuxtaposición de instrumentos y la textura del sonido. Los lleva muy lejos de la mera copia de dos centavos de The Fall que parecían ser en un principio. Hace mucho tiempo que no puedo decir eso de una banda.

8) Tenían uno de los frontmans más inverosímiles en la historia del rock. John McKeown es un tipo que le da a la palabra desgarbado un nuevo sentido, con sus mejillas hundidas, sus dientes ratoniles y sus anteojos siempre demasiado grandes. ¿Qué hacía un tipo como ese liderando una banda? Supongo que es parte del conjunto de factores que hacen que The Yummy Fur sea a la vez una banda furiosamente personal y perdedora por siempre.

9) Ya dije que no existen sitios con letras de The Yummy Fur. Por eso me gusta imaginarme a Male Shadow At Three O’Clock, su genial ep de 1998, como una obra conceptual que habla sobre la persecución de la Inquisición cristiana, el protestantismo y la suave comodidad de la religión, pero situado en un centro comercial de Canadá en donde Torquemada es jefe de la seguridad de un inmenso poli-rubro donde uno encuentra de todo. Desde aspiradoras hasta rock and roll pasando por zeppelins. Pobre Coronel Zeppelin, nunca se esperaba a la Inquisición española.

10)Una frase de ese disco “Oh Lord preserve us from those catholics / They got the stupidest nuns and the most humorless saints/ Bar none!

11) Y además es un pequeño disquito que suena de la san puta madre. Aquí su maestría del gancho oblicuo está totalmente dominada; todos los temas son totalmente infecciosos a la vez que no sabes exactamente de que se tratan, como un mundo surrealista recordado a medias. Las guitarras, por ejemplo, son punzantes pero jamás llegan a ser abrasivas, en vez de eso disolviéndose en sonidos que se asemejan a la risa. Mis temas favoritos son, seguramente, el primero y el último. El primero, “St. John Of The Cross” tiene unas guitarras que suenan a bostezo, a vagancia y una letra que habla de San Juan pero que nunca he podido descifrar realmente. Además de un puente singularmente amenazador. El último, “Young F**Ks Need Fingers” es una especie de humanoide disonante que anticipa su floración final como banda pop en su siguiente disco, Sexy World. Repleto de sintetizadores como cajas de música averiadas y un final apropiadamente mugroso, parece la marcha de un ejército de hojalata.

12) No sé porque nunca antes tuve el coraje de escribir sobre ellos. Tuve un proyecto alguna vez de escribir sobre cada canción de su disco Kinky Cinema, una compilación de 60 temas de muy pocos minutos cada uno, que reúne los primeros años de su historia. Era un proyecto faraónico y el cual jamás inicie más allá de unas muy escasas notas preliminares. Quizás esto sea porque es una banda tan cercana a mi corazón, del modo en que lo son las bandas que uno siente que le pertenecen individualmente (esa sensación que aúna la escasez de material y una cierta cepa pretenciosa con el atractivo individual de un determinado grupo) que sentía que no había modo de encarar un artículo que no se disolviese en pura hipérbole vacía. Pero The Yummy Fur tienen algo más. Pongámosle: si la historia siempre vuelve como farsa, y la cantidad de grupos engominados, de expresiones serias, trajes y sonidos electrónicos que han surgido en los últimos cinco años son el post punk como farsa, The Yummy Fur es el post punk como parodia, que no es lo mismo, tomando una veta de la historia distorsionada de ese movimiento, que comprende al legado escocés del mismo pero también a Gang Of Four o The Fall y re-enfocando su interés lirico en infinitas expresiones del absurdismo, con una filosofía de no tomarse nada muy en serio.

13) A veces actuaban como jóvenes hiper-hormonados, con canciones como “Prostitutes”, “Male Slut” o “Pink Pop Girls”. Pero todas exudaban un aire completamente underdog, como las fantasías sexuales de un grupo de jóvenes con gafas, angustiosamente breves y precoces. Además, “Pink Pop Girls” no solo es una imagen, al menos para mí, completamente encantadora (algo así como jovencitas del futuro en minifaldas espaciales y extraños cascos, como Judy Jetson) sino que es una canción completamente instrumental que se asemeja al aumento de los latidos del corazón a medida que nos dirigimos a nuestra primera cita.

14) Kinky Cinema, por otro lado, es un disco que se entromete en tu subconsciente de una manera completamente inesperada. Escuchándolo de nuevo para escribir esto me di cuenta de cuantas canciones me sabía y recordaba, aunque durante mucho tiempo me había parecido solo un conjunto de divertidos espasmos pop. ¡Pero qué capacidad para variar sobre el mismo template! Como “Flappy Clown Garry”, que incluye lo que parece xilofones en una canción con una línea de bajo gorda como una casa, seguramente grabada en el sótano de algún tugurio, o la gloriosa versión new wave de “Plastic Cowboy”, aquella canción que abría su primer disco, Night Club, en donde el cowboy del título iba a bailar a 120 BPM mientras el bajo sonaba de manera laberíntica y un conjunto de coros hacen “yop, yop, yop!”. Siempre me gustaron los discos de canciones cortas, creo que desde que escuché Short Music For Short People, y este es un conjunto de canciones punk grabadas “just for the hell of it” que mezcla mujeres, monstruos, quejas a la autoridad y guitarras chirriantes en dosis iguales. Y además tiene esta maravillosa tapa:

15) El nombre viene del comic homónimo de Chester Brown, aunque a McKeown le gustaba más Eightball, debido a que su hermana (de la banda riot grrl Lungleg de Glasgow) tenía un sticker pegado en su guitarra con el nombre y, en el momento de ponerse a buscar uno, les pareció bueno. Pero tiene una cierta lógica: el mundo discordante, sexualmente amenazante y arbitrario de “Ed, The Happy Clown”, la línea temblorosa, escatológica y perversa de Brown tienen bastante que ver con su música; y ambos proyectos vienen de un mundo muy similar, independiente, medio cochambroso y difícil de clasificar. Ellos sacaban singles, Brown publicaba comic books antes que “novelas gráficas”. Además, “Yummy Fur” suena, apropiadamente, como una mezcla entre lo adorable y lo sexual, entre lo amenazante y lo absurdo, muy similar a su música. Como vello púbico hecho de algodón de azúcar.

16) “Stuart es quizás la persona que he conocido por más tiempo en Glasgow – desde el 86 o algo así. Él siempre fue como la persona con menos probabilidades de triunfar, y la menos probable de armar una banda. Stuart trató de formar una banda de kraut-rock conmigo y Lawrence una vez, hacer esto, hacer lo otro, y siempre era “Si, si, Stuart. Otra de las ideas locas de Stuart”. De hecho su grupo solía llamarse, antes de que formase Belle and Sebastian, La Pastie De La Bourgeoisie. Mi hermana, Jamie y yo vivíamos al frente de Greggs (una panadería) y pintamos eso con aerosol. Queríamos hacer un slogan que sea como Jean Luc Godard mezclado con el 68, pero que sea una declaración vacía, realmente vacía. Pero Stuart debe haber visto eso escrito en la pared de Greggs y se lo apropió o algo así, lo cual yo creí que era muy simpático.

17) Ninguno de sus discos esta comprimido ni nada de esas “novedades” de la nueva competencia musical tronante. Hay una evolución en el sonido, claro, pero esto nunca lleva a que suene, de ninguna manera, brillante, profesional, perfecto. Esto provoca ciertas discrepancias, ciertos momentos en que parece mal grabado o en que el volumen no se siente correcto para nuestros oídos malacostumbrados a “remasterizaciones” que solo intentan que las canciones suenen más fuerte en la radio (Dios sabe que durante mucho tiempo busque una copia de “Sexy World” que sonase más musculosa), pero con el tiempo uno se da cuenta de que en realidad esto es una ventaja, porque su música tiene escala, tiene ascensos y descensos, momentos en los que parece insoportablemente ruidosa y momentos en los que realmente es más sedada. De igual modo, sus baterías suenan secas, reales, austeras, verdaderamente tocadas, probablemente en un set muy barato.

18) Eran amigos de The Country Teasers, Lungleg y Mogwai, lo que demuestra su buen gusto y amplitud de miras. Por otro lado, tengo que escribir algún día sobre The Country Teasers, probablemente una de las bandas más ofensivas, acidas y graciosas del mundo.

19) Su mejor disco es Sexy World, el último. Lanzado en 1998, es un disco extraordinario, lleno de canciones que se merecerían sonar en la radio, sintetizadores viejos escondidos en cada recoveco, vocoders, baterías más precisas que nunca (a las que se agregan programaciones), ambiciones ligeramente espaciales y las melodías mas pegadizas que un hombre puede querer. Acá está “Deathclub”, himno inmortal con una guitarra similar a una sierra eléctrica. Acá está “Young Pop Things”, con su batería metronómica y su ambiente relajado de película sobre futuro utópico donde todo es blanco y la gente flota en el espacio. Acá está “801” con su increíble sensación de aceleración y jubilo, sus sintetizadores a lo rayo laser. Y aquí está la canción que les daría el único video de toda su carrera, “Shoot The Ridiculant”, una de esas cosas que son tan estupendas que uno no se puede imaginar mejor canción con la cual cerrar una carrera. Tiene dos versiones, una con guitarras y otra solo con sintetizadores, las dos son maravillosas, las dos están cantadas con puro vocoder y parecen una versión de bajo presupuesto de un grupo dance de mitad de los 90. McKeown habla de dispararle al “ridiculant” (¿el ridículo o el que ridiculiza? Nunca termine de decidirlo) y la banda continúa su camino por unas planicies soleadas en su transporte anti gravitacional hecho de partes de repuesto, que de vez en cuando se ve interrumpido por furiosas lluvias de guitarras.
El video, como la canción, es absolutamente de clase b, con la banda tocando sus tecladitos enfrente de un fondo completamente blanco, poniendo un disco con la enseña de los Ghostbusters o imitando a Kraftwerk.

20) Luego de este último grito de gloria, se pasaron un año y medio tocando las mismas canciones, en los mismos clubs de pequeñas audiencias en los que habían comenzado, mientras veían como las bandas que habían tocado junto con ellos o se mudaban a Londres y comenzaban a tener más éxito o dejaban de tocar. Además, su formación se volvió algo así como una puerta giratoria, con miembros entrando y saliendo tan seguido que solo podían tocar las canciones más básicas y que mejor funcionaban en vivo, ya que eran las únicas que tenían tiempo de enseñarles.
A finales del 99 decidieron ponerle fin a la banda, agotados por el esfuerzo de producir disco tras disco que volaban perpetuamente por debajo del radar, se agotaban y desaparecían de la faz de la tierra, y al mismo tiempo considerando que ya habían llevado al grupo lo más lejos posible y que el siguiente disco sería solo Sexy World II. En palabras de McKeown “No quería cambiar el estilo, pero ¿para que escribir “Sexy World II” si ya dije todo lo que quería decir?”.
Y así como así, en medio de la falta de energías, desapareció The Yummy Fur, not with a bang, but with a whimper, en firme concordancia con sus orígenes independientes, con su estampa perdedora y con su estigma de bajo presupuesto.
Por suerte, como decía alguien, siempre nos queda la música, y los Yummy Fur dejaron un conjunto de discos tan chispeantes como chupar pilas alcalinas. No pierda más tiempo y escúchelos, hombre, ¿que está esperando? ¿Qué hace ahí parado que no está bailando?

The Yummy Fur:
1996 – Night Club
1997 – Kinky Cinema
1998 – Male Shadow At Three O’Clock
1998 – Sexy World

(Todas las imagenes y citas fueron robadas de aquí, un excelente sitio de fans)


Skeletal Lamping


Tenía miedo del nuevo de of Montreal. Me pasa siempre que está por salir el disco nuevo de una banda que me gusta mucho y podría ser una decepción absoluta. El adelanto que había escuchado («Nonpareil of Favor», el primer tema) no me había cerrado en las primeras escuchas y ya estaba esperando lo peor. No se imaginan lo contento que estoy de poder decir que mis miedos fueron infundados.

Este es el disco más alejado del pop que hacían en su primer etapa y el menos cancionero. El sonido del disco está anclado alrededor de lo que ya se veía en los temas con más groove de la segunda mitad de Hissing Fauna y hay algún tema que es directamente soul, deforme, pero soul al fin. Si el anterior narraba la transformación de Kevin Barnes en su alterego Georgie Fruit, en este disco el alterego tomó totalmente el control.

Los temas son difusos, parecen compuestos de fragmentos apilados uno encima del otro más que como canciones, muchos no tienen estribillos, entre bajos densos y falsetes se deshacen y se rearman y de repente son otro tema. El disco entero funciona muy bien como una unidad, como una sola pieza dividida en partes.

Todo esto lo convierte en el disco más hermético de la banda. Me tomó tres o cuatro escuchas empezar a entender por donde iba y poder ordenarlo mentalmente y varias más para que realmente me encantara. Esto, no entender algo a la primera vez, tener que hacer un esfuerzo, encontrarme con algo que no viene predigerido para que la prensa se lo de de comer en la boca al público, es algo que hacía mucho que no me pasaba con un disco «indie», más o menos desde el anterior de of Montreal, y me hace sentir tan bien.

Vuelvo a sostener que of Montreal es la única banda que muestra una posible alternativa al aburrimiento generalizado del indie. Es una banda única en este momento. Es una banda que a la mitad de su carrera cambió totalmente de sonido, les funcionó y siguieron evolucionando por ese camino hasta sacar los dos mejores discos de su carrera (sí, creo que este es el mejor después del Hissing Fauna) mostrando una inquietud creativa inusitada en el ámbito de la música pop actual. Especialmente en una banda que es capaz de sacar discos como estos y al mismo tiempo sigue siendo atractiva para el tipo de chico indie que lee (o escribe en) Pitchfork. Estoy esperando a ver la reseña de Pitchfork y demás. Con el Hissing Fauna siempre tuve la impresión de que hablaban bien por compromiso y por lo que la gente estaba hablando del disco, pero que apenas podían disimular el desinterés y remarcaban en las reseñas que se podía ver con esfuerzo al viejo Barnes detrás del glam, el soul y la teatralidad. Mientras tanto of Montreal es algo así como la luz al final del tunel del indie y este disco (p)optimista, alegre, divertido, carente de sensiblería más no de sensibilidad, lleno de glam, brillo, sexo y soul podría ser (va a ser) lo mejor que le va a pasar al pop este año.


I’m Dragging a Dead Deer up a Hill

Grouper es el proyecto de Liz Harris, joven muchacha de Portland que hace un folk que se borronea constantemente y se confunde con la música ambient, los drones y el shoegaze. Con la música tan climática ( y con el otro extremo, el noise extremo tambien ocurre ) es bastante difícil usar términos objetivos y referencias musicales en cuanto a lo musical. Es música bastante sencilla, y puede resultar evocativa y generar cosas o no. Así que mejor simplemente lo digo así: Lo de grouper es buenísimo. Porque este último disco de ella es de los discos que funcionan mejor como ‘una canción entera’ que escuche en mucho tiempo. Porque se confunden las canciones, no se entienden las letras, muchas veces no podes diferenciar si lo que suena es una guitarra o una voz, y entre las capas de guitarras y reverb de repente surge una melodía genial. Porque no cae en los clichés de cantautora herida. Y porque el nombre del disco es tremendo.

Grouper – Dragging a dead deer up a hill