S.O.B.

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Es ya un lugar común el comparar las series que aparecen en esta época dorada de la televisión con el arte narrativo que dominó la cultura occidental durante los últimos dos siglos: la novela. Como si fuera menos, por ser televisión, o como si dijera menos, por serlo, la crítica se apresura a justificar su enamoramiento hablando de las “grandes novelas televisivas” [1], herederas de las grandes sagas decimonónicas del Realismo pre-Modernista, con su ciclo narrativo claro, familiar y comprensivo.

En gran parte, sino en toda, esto es producto de la naturaleza episódica y periódica de la televisión, que nos devuelve a los seriales, o a la gran era del folletín. Pero vivimos en un mundo post-Lyotard, en el que la narrativa se cuestiona y no es tan clara, en el que dudamos del sentido general de las cosas y dejamos que esta duda traspase las barreras, como un charco en el piso de arriba que termina de desfondar nuestros techos, hasta hacer que dudemos de nosotros mismos, del lugar que ocupamos en el mundo, de nuestras propias narrativas.

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La Única Serie Que Pudo Hacer Que Me Guste el Ballet.

Hace muchas lunas, cuando todavía era un joven que no había experimentado la dureza de este mundo, había una serie que me atrapaba sin saberlo bien por qué. Trataba sobre una familia disfuncional compuesta por una madre soltera, su hija híper inteligente y sus abuelos formales y llenos de manías. Bah, en realidad si sabía porque me gustaba, sin percibirlo del todo (recuerden que era una época pre-entronización de las series como LA forma de ocio semanal y anual de nuestra era): porque estaba condenadamente bien escrita, porque se solazaba en tirar referencias culturales que yo entendía sin que fuesen mero namedropping, sino que procedían de forma orgánica de los personajes y las situaciones en las que se veían inmersos. Siempre, siempre, voy a recordar cuando el noviecito rebelde de la chica en cuestión la llevaba a “la ciudad” para revolver disquerías de vinilos y mostrarle discos de los Pixies. También lo mostraban leyendo “Please Kill Me”, la historia oral del punk que yo todavía no leí pero que en aquel momento me pasé días buscando en Internet en la forma de un pdf.
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