Prole Art Techno

  1. The Fall – Hit The North Part 1 (1987)

Todos sabemos la importancia que tiene el Norte de Inglaterra en el imaginario de Mark E. Smith y The Fall, lugar de origen, contracapital de las islas, depósito de toda la magia pagana, domicilio de goblins y espectros y aparecidos. El Norte es una especie de oscura marisma industrial donde se levantan, derruidos, los palacios de la aristocracia del metal y el acero, habitados por ciudadanos pegajosos de algún submundo. También, sabemos, que entre finales de los 80 y mitades de los 90, The Fall se puso un poco techno y un poco pop. La idea de esta nota es trazar esa subtrama del sonido The Fall y preguntarnos que significa que un intelectual proletario enojado como MES haya tenido y tenga esa fascinación con los sonidos electrónicos, generalmente asociados más directamente a una sofisticación y un lujo burgués (aunque se puede, también, trazar una genealogía del synth pop como una forma de libertad para las clases trabajadoras que hereda la dicotomía trabajo/fin de semana, explotación/fiesta presente en el funk y el disco).

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Margaret Glaspy

Me encantan las guitarras. Esto no es novedad para cualquier persona que me conoce o me vió tocando en vivo: aunque tengo mi vieja Telecaster acompañándome hace más de 13 años, siempre ando rotando y probando otras guitarras, y voy aprendiendo y buscando que me gusta, y que no, desarrollando mi gusto y criterio al respecto. Lo mismo con los pedales de efecto, distorsiones, delays, compresores y amplificadores de todo tipo. Digamos que soy muuy nerd e insoportable y mi nerdismo termina en lugares recónditos como saber la diferencia entre válvulas 12ax7 y 12ay7 y los distintos chips que se utilizan para pedales de delay analógicos. Infumable.

Esta información sirve para explicar donde conocí a Margaret Glaspy: En una nota que hicieron sobre ella en www.premierguitar.com. Premier Guitar es un agujero consumista con reseñas de pedales, guitarras, y entrevistas a miles de músicos. Lo novedoso o interesante es que puede interesarse por muchos músicos quizás más outsiders o indies, y tienen muchas Rig Rundows donde entrevistan desde a los Red Hot Chili Peppers a los War on Drugs pasando por Messhugah, mostrando todos sus pedales, guitarras y petates, explicando detalladamente como lo usan. De nuevo: insoportable.

Claramente no todo lo que ponen en ese sitio me interesa y solo pispeo algunas notas de vez en cuando, ya que el rango de músicos que tratan va desde el jazz más azucarado a metal extremo con todo lo que hay en el medio. Pero por alguna razón termine leyendo sobre la muchacha esta, supongo que inicialmente por la foto que era la portada de la tapa, que me costó clasificarla. No entendía bien que género era. Folk? Country? Y esas ropas? Esta ahí, sentada en el piso, con su guitarra, concentrada en su instrumento.

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Feliz Cumpleaños

Hoy El Baile Moderno cumple 10 años. Creo que es “la cosa” que más ha durado en mi vida, descartando algunas amistades de esas que son para siempre. Han pasado una barbaridad de cosas desde que con Ezequiel y Dario, con quienes nos conocíamos de leernos mutuamente, chatear por Google Talk y encontrarnos en alguna ocasión en Buenos Aires y Montevideo, decidimos que era mejor, antes que continuar con nuestros blogs individuales que cubrían más o menos el mismo espectro, agarrar y arrancar un blog colectivo. Estábamos inspirados, probablemente, en Fluxblog, Metafilter (como idea), Fuck You Tiger y Contra Las Cuerdas (como ideales acerca de cómo queríamos escribir) y en un blog colectivo de tres vaguitos cuyo nombre ahora no puedo recordar, pero si recuerdo un post muy particular en el cual contaban que, con el dinero que los lectores les habían donado, se habían ido a cenar afuera.

Era la época de los mp3 blogs, cuando de pronto internet tenía algunas opciones de hosting y una mayor capacidad, gracias a la banda ancha, y la idea de tener un blog puramente escrito, con ensayos largos y polémicas interminables en los comentarios, parecía estar pasando de moda. El gran estallido de los blogs rioplatenses se había extendido desde el 2003 hasta el 2007 y ya parecía estar por morir (que ingenuos éramos, cuan poco sabíamos de la sobrevida eterna que puede tener un formato y de sus retornos periódicos ligeramente convertido en otra cosa).

Tuvimos varias etapas: una primera en blogspot donde posteábamos casi todos los días y lo utilizábamos como agregador de links, de cosas curiosas de la internet, salpicado con posts más largos donde hablábamos de canciones, comics, películas, viajes, etc. Comenzamos a hacer entrevistas, también, y descubrimos que podíamos hacerles preguntas a algunos de nuestros ídolos y tenerlas aquí. Todavía recuerdo lo entusiasmados que estábamos cuando Momus aceptó contestarnos algunas preguntas y luego mandó una entrevista larguísima y hermosa, una de las mejores que tuvimos. Después incorporamos a Esteban, a quién veníamos leyendo en Coliflores Secas. Fue la única incorporación de largo plazo al blog que funcionó. En un momento, agotados (circa… 2010?), invitamos a un montón de gente variada con la intención de transformarlo en algo así como una revista (fuimos visionarios: casi todas las “revistas virtuales” de hoy en día son blogs colectivos disfrazados) pero no funcionó. Con suerte esos invitados escribieron un post y luego desaparecieron en las brumas de la historia.

Dario fue dejando de escribir progresivamente. Pasamos a WordPress con un .com y eso nos revigorizó por un tiempo. Todavía recuerdo el laburo que fue ponerlo a punto, pasar los posts, reencontrar imágenes que se habían perdido en las catacumbas de internet, lo lindo que nos parecía el diseño, que por falta de tiempo terminó siendo el diseño que continúa hasta el día de hoy. Ahí el blog se convirtió en una cosa más ensayística (quizás por mi influencia y caudal de producción) y menos espontánea. Ya existían otras páginas que agregaban links más rápido y mejor. Yo, que siempre había sido afecto a las listas y las categorías (como dice mi novia y futura esposa: “todo tiene que estar ordenado en una cajita, en una bolsita, en un cajoncito, todo etiquetadito”) comencé a armar compilados de fin de año (una vez más, la influencia de Fluxblog) que finalmente han terminado siendo una de las raisons d’être de El Baile Moderno.

En el medio pasaron pila de cosas: yo me recibí, me mudé a Buenos Aires, comencé un doctorado, descubrí que me encantaba la investigación, escribí en diversos medios, terminé un doctorado, conocí, gané y perdí gente. Ezequiel se metió cada día más en la música, se convirtió en un productor extraordinario, laburó con bocha de bandas, a la vez que crecía su caudal de laburo como diseñador y programador (“entre el back end y el front end” como me explicó alguna vez sin que termine de entender del todo). Dario se enseñó a sí mismo a programar y laburó cada vez mejor, se convirtió al hip hop y nos convirtió por añadidura, comenzó a leer e informarse sobre feminismo, se volvió un experto del Medio Este, África y Asia y, a pesar de que no escribe, sigue siendo una de las personas más fascinantes con las cuales hablar. Esteban terminó su carrera, entró en la carrera diplomática, armó una banda y un sello, sacó un disco, organizó festivales, hizo una maestría, viajó por el mundo. Seguimos siendo amigos, a pesar de que solo estuvimos los cuatro juntos en una ocasión, en el 2013, para un Festilaptra.

Vimos como la ecología de internet cambiaba, cuando arrancamos solo existía MySpace y Fotolog, vimos el ascenso de las redes sociales, como Twitter se volvía el espacio privilegiado del discurso y luego un lugar un poco infecto, intenso y agotador del cual sin embargo no podemos huir. Como Facebook se convertía en esa inmensa copia virtual de la vida donde están nuestros padres posteando memes. Como los jóvenes dejaban de bajar mp3s y comenzaban a armar listas en Spotify. Nuestros gustos musicales evolucionaron, o se asentaron en más o menos lo que nos gustaba al principio, pero más refinado. Si uno hace arqueología del blog, puede observar todo esto.

Como era de esperarse, a medida que nos íbamos volviendo “adultos” cada vez tuvimos menos tiempo para dedicarle a este blog a tiempo completo. Sin embargo, sigue estando aquí. Hace un par de semanas Tegan O’Neil, quién supo ser Tim O’Neil, una de las críticas de historieta que yo ya leía cuando este blog arrancó, subió un post que forma parte de una serie que está escribiendo desde octubre del año pasado y que trata, entre otras cosas, sobre su transición a ser mujer, la depresión, la bipolaridad, los errores que cometemos en la vida y la esperanza que siente ahora. En él explicaba, entre todas las cosas, su relación con su blog, como un blog puede volverse parte de tu vida de una manera tan inextrincable como tus discos favoritos y las películas que te marcaron y la gente que te acompañó y te enseñó y te contuvo. Decía: este blog es un hogar. Cuando lo leí no pude evitar que se me llenen los ojos de lágrimas. Creo que dice todo esto que estuve escribiendo aquí (y todo lo que significa para mí El Baile Moderno) de una manera mucho mejor de lo que puedo decirlo yo:

Así que aquí estamos. No hemos preparado nada, no hay ninguna fiesta “El Baile Moderno Cumple 10 Años” (ese fue otro proyecto que tuvimos, hacer fiestas del blog, el cual, junto con la idea de armar una publicación en papel de nuestros posts y un podcast, nunca prosperó). Pero seguimos estando aquí, de alguna manera, y lo vamos a seguir estando.

Y en esta ocasión, me gustaría preguntarles a ustedes, a los pocos o muchos que todavía están ahí afuera, leyendo a pesar de que posteemos con miles de meses de diferencia: ¿Cómo nos conocieron? ¿Qué cosas les hicimos descubrir? ¿Cuál es su post favorito? ¿Cuándo nos dejaron de leer, cuando volvieron (si es que volvieron)? ¿Qué etapa les gusta más? ¿Qué recuerdos tienen asociados a El Baile Moderno? ¿Se podrán revivir los comentarios para conmemorar esta fecha?

Solo les podemos decir: gracias por leernos. Somos un blog que nunca hizo un peso, que fue sostenido por el entusiasmo, que jamás, por decisión o casualidad, pegó el salto a ser otra cosa. Al final creo que estamos cómodos siendo esto.

Han sido 10 años maravillosos. Los abrazo a todos.


Haciendo Trampa

(una serie de apuntes sobre la relación entre la música, su efecto emocional y la instrumentación)


¿Se acuerdan cuando salió “Heartbeats” de The Knife? No, mejor dicho, ¿Se acuerdan cuando se hizo popular en A CAUSA del cover que hizo José González de “Heartbeats”?
Este “caso” (llamémoslo así por ahora) es uno bueno para empezar. ¿Por qué? Bueno, la canción de The Knife aunque quizás suene convencional ahora era rarísima para la época. Es electrónica, pero no es un banger EDM ni intenta serlo. Tiene bastantes pocos elementos. No es exactamente retro de los 80s aunque usa muchos elementos de esa década (y de la siguiente). La voz de Karin Dreijer es super particular, la letra tiene un montón de imágenes extrañas y el estribillo logra ser pegadizo y hermético al mismo tiempo. Y no nos olvidemos de esos coros pseudo-africanos que parecen sacados de una publicidad de jugos Clight que aparecen al final del tema. Es una gran canción, y al mismo tiempo es una canción extraña.

El cover de José González es bueno porque es imposible arruinar semejante tema y menos aún tocándola de esa forma. Matemos a José González y digamos que aunque me gusta su sonido y lo que intenta hacer, los covers que hace son altamente superiores a sus canciones originales, lo cual es algo… bastante terrible. Pero bueno, si tocas la acústica genialmente, podés imitar a Nick Drake para tocar (Drake tenía una técnica muy particular, con afinaciones bien raras y un excelente trabajo de mano derecha), y cantas lindo y bajito, casi cualquier cosa que tocas va a quedar linda. Y si agarrás este tema de estos freaks suecos que se visten de colores y hacen una joya pop hermética y demostrás que “oh! esta canción en realidad es muy bonita!” no va a fallar. Pero un poco me suena a que es demasiado fácil, como que el tipo está de vivo.

Lo mismo – en menor medida – se podría decir de un caso como la versión de “Hurt”, el cover de Johnny Cash de canción original de Nine Inch Nails. Si agarrás el tema más desgarrador, vulnerable y triste de la carrera de Trent Reznor (un tipo que se especializa en el DRAMA y esas cosas) y le ponés una instrumentación solemne (¡piano!), le sacás los efectos y el noise y le ponés una de las voces barítonas más expresivas de la música moderna, y le agregamos el bonus de que el cantante SE ESTA MURIENDO bueno, es imposible que falle. No-hay-forma. Es obviamente una gran versión, seguramente superior a la original, pero lo mismo: FÁCIL.

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En la cultura pop occidental, hay un montón de instrumentos que tienen cierta connotación cultural intrínseca de la cual es sumamente difícil escaparse. Cualquier cosa con piano y violines tiende a ser solemne, importante. Los vientos y bronces son festivos y alegres. Guitarras con distorsión destilan juventud y inmediatez, etc, etc. Por eso me gustan mucho cuando las bandas rompen esas reglas e intentan usar esos instrumentos para lo opuesto de lo que deberían hacer, aunque a veces hacer exactamente lo que tienen que hacer es lo que tiene que ocurrir. Es complejo. De eso se trata este post.

The Magnetic Fields es una banda que siempre se divirtió jugando con la instrumentación y rompiendo esquemas de como debería sonar el pop. Con sus primeros discos, lo-fi hasta el tuétano, grabados con módulos MIDI de dudosa calidad, ukeleles y xilófonos, la música de los Magnetic Fields no sonaba para nada como debería sonar un acompañamiento a las letras desgarradoras de Stephin Merritt. En cada disco pareciera que elige una “paleta” específica y se concentra en ella: discos electrónicos, discos 100% acústicos, discos llenos de acoples y fuzz, etc. Es algo completamente deliberado.
¿Entonces, que debería de opinar sobre la versión de “100,000 Fireflies” de Superchunk?

La banda toma uno de los temás con instrumentación más naïf y con letra más depresiva de la banda y la dan vuelta como una media, convirtiéndolo en cierta forma en lo que tendría que haber sido: Un volcán de desesperación y furia. Porque una cosa es cantar “You won’t not be happy with me / But give me another chance / You won’t be happy anyway” y otra es gritarla en un mar de guitarras distorsionadas. Y nada, que se yo, que funciona, carajo.

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Hablemos de otro camaleón de la música, el querido por casi todos Beck Hansen. El tipo medio dio vuelta la música a comienzos de los 90s siendo el primero en hacer algo brillante y sencillo: Utilizar las técnicas del hip hop, el sampleo, el apropiamiento de música ajena para crear su propio universo raro, joven, y divertido. Antes de que existiese Beck, nada sonaba como él. Toda su discografía mantenía cierta sensación de ‘desparpajo’ y liviandad..


(so.. much.. Strings)

… hasta que se separó de su mujer y hizo ese bodoque que es el Sea Change. Y claro, la crítica se mojó en los pantalones con un Beck TRISTE COMO LA MIERDA haciendo sus baladas REPLETAS DE ARREGLOS DE CUERDAS SOFISTICADOS. Porque a la tristeza tenés que pintarla de esa forma. Obvio que hay temas que me gustan mucho de ese disco (“¿A quien querés engañar, Eze?”) porque soy un gordo épico que cualquier cosa majestuosa le puede, pero ¿No hubiera sido más interesante que hubiese mantenido la instrumentación del Midnight Vultures, o del Odelay, para expresar lo mismo?

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Dos de mis proyectos favoritos musicales son Spoon y Smog (y también todo lo que hizo Bill Callahan con su propio nombre) y en ambos se puede notar como muchas veces intentan ‘zafar’ de ciertos clichés musicales. Si Spoon usa cuerdas, se esfuerza porque sean samples de Mellotron (antiguo sampler de los 60s que suena extremadamente lo-fi) o arreglos extremadamente procesados. El uso del piano es parco y sencillo, más roots del primer rock n’ roll que otra cosa. Intentan meter sintes raros que no evocan a ningún género electrónico particular siempre que pueden. Los discos de Smog y Callahan tienen en común lo mismo que hace Merritt y es que en cada álbum se plantea cierta banda y paleta de colores y sonidos, y se mantiene con eso durante todo el disco. Entonces tenés discos con guitarras distorsionadas, piano y libertad total de mano de Jim O’ Rourke («Knock Knock»), discos a criolla, batería, y violín («A River Ain’t Too Much To Love«), discos hermosamente orquestados («Woke on a Whaleheart«), y psicodelia pura con percusión y guitarra llena de efectos (sus últimos dos discos). Will Oldham es otro hijo de puta que de repente saca un disco de covers de bluegrass de todos sus temas, o se va de gira solamente con una autoharpa. En todos estos hay algo que es siempre estar jugando con los recursos, cierto rasgo lúdico, una curiosidad constante para seguir viendo ‘que se puede hacer’.


(en el capítulo de Song Exploder de esta canción, Jim Eno – baterista de la banda – cuenta que cuando la hicieron  intentaron imaginarse como la produciría Dr. Dre y de ahí arrancaron)

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Hoy en día vivimos un momento particular ya que la tecnología nos permite (gracias a la magia de los samples, galerías de samples, y lo barato que es conseguir equipamiento de grabación) poder jugar mucho más con los instrumentos y con como queremos sonar. Hace tan poco como 20 años esto no era una opción, y uno grababa como podía y le permitía su presupuesto y recursos. Ahora hasta el músico más emergente puede buscar cierto sonido, sonoridad, y lograr con solo una computadora algo ultra denso y épico a lo Arcade Fire o algo super íntimo y mínimo. Está todo en el pincel de cada uno.

Incluso la facilidad para poder grabar ahora hace que cuando uno intenta sonar de cierta forma más rugosa se vuelva algo mucho más desafiante. Hoy en día, intentar sonar como los primeros discos de Guided by Voices implica un esfuerzo monumental y adquisición de equipamiento muy específico (y de mierda) para lograrlo. Recuerdo haber hablado con Pau sobre la grabación del primer disco de su banda punk Jesús Negro y Los Putos, donde me comentaba que intentaron grabarlo de la forma más desprolija posible pero que de cualquier forma suena mucho mejor de lo que él quería. Que llega un punto en que lo “lo-fi” tenés que falsearlo, distorsionando, ecualizando y destruyendo pistas en la post-producción. El mercado de software para audio está plagado de plug-ins que imitan grabadores de cinta, ecualizadores vintage y compresores que distorsionan y alteran la señal, dándole ‘colores’ particulares que no se lograrían de otra forma. Y en general tienen razón: Todo pasado por ahí suena más lindo.

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Vuelvo a los Magnetic Fields, y al volver me alejo un poco del punto inicial: Recuerdo en una entrevista a Merritt donde cuenta un detalle fascinante sobre el trabajo de estudio de ABBA: Al parecer cuando hacían una canción, la probaban tocándola en diferentes géneros (más rápida, más lenta, balada con piano, folklorica, versión calipso, etc) hasta encontrar la ‘adecuada’ para la misma. También recuerdo ese video de los Rolling Stones grabando «Sympathy for the Devil«, y podemos escuchar una versión con acústicas, para pasar a una toma super blusera hasta que al final dan con la composición final con bongos y percusión. Y es posible imaginar que un montón de bandas se hubieran quedado con la primera o segunda versión, y no con la última como hicieron los Stones.

Hay bandas que hacen eso en vivo, y me parece de lo mejor que puede hacerse en un show. Travesti solía agarrar algún tema de su catálogo y desconstruirlo por completo, a otro tempo, con otro ritmo, solo con los acordes y la melodía intacta (y a veces ni eso). Es algo que a veces veo en algunos shows de Mueran Humanos, donde he escuchado versiones de temas que no se parecen en nada a lo que han tocado antes, versiones que nunca más vuelvo a escuchar. Es considerar la canción como un puzzle a descifrar, que nunca se resuelve de todo.

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El cambio de instrumentación que antes se veía en la prensa como un ‘cambio dramático’ en la carrera de un artista ya no lo es tanto. No creo que hoy en día una banda sea capaz de sacar un “Kid A” y sorprender a todo el mundo. La carrera de Taylor Swift es un degradé donde se va alejando del country y volviéndose cada vez más y más pop y no creo que nadie hoy en día este prendiendo fuego discos de ella, aunque cuando dentro de 3 discos saque un álbum de trap todo podrido a lo mejor pasa. Cada vez es más difícil alienar al público porque el público cada vez esta más preparado para CUALQUIER cosa, y eso me parece excelente.

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Por eso no hay nada más triste que un nuevo disco de – por tirar casi cualquier ejemplo – The Cure, donde cada pieza está colocada para sonar como un disco de The Cure, con los arreglos que tienen que tener, todo armado impecablemente para que sea.. bueno, igual a lo que era antes o a esa idea darks en la que se convirtió The Cure ahora, porque no es que van a sonar como sus primerísimos discos hoy en día. Eso es lo que me parece más aburrido del mundo: una banda que hace covers de si misma. Pero está claro que en esos grupos el proceso artístico ya murió hace décadas y lo único importante es hacer un producto que los fans quieren para juntar unos pesos.

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En fin, me gustaría tener algún concepto fantástico para cerrar todas estas ideas, pero no lo tengo. Son temas que me interesa pensar y buscarle la vueltas, particularmente cuando me doy cuenta que me contradigo tanto en mis propias opiniones y lo que me en principio me parecería “mal” en términos estéticos es lo que me termina gustando más. Así que bueno, termino con “Girls in Their Summer Clothes” de Bruce Springsteen, porque es el mejor tema de Magnetic Fields que hizo alguien que no sea Merritt, y porque Springsteen es un capo manipulando todos los clichés posibles (vientos, coros, palmas, solos ardientes de guitarras) y me compra con absolutamente todo lo que haga. Así que acá va.


2016: Mueran Humanos

(La «tapa» del compilado de este año pertenece al genial Jesse Moynihan y está tomada de su delirante cosmogonía Forming, que por supuesto recomiendo)

Hemos llegado una vez más a este bonito momento del año en que comienzan las listas de fin de año, los tops ten, las enumeraciones que buscan, cada una, ser la más especial y única y expresar el gusto más exquisito y, quizás, salvar este año apestoso a través de su música.

¿Por que qué decir sobre 2016? El año en que comprobamos que todo, a nivel local, nacional y mundial, puede ser mucho peor. Macri, Trump, Temer, atentados, muerte de Bowie, Leonard Cohen, Prince, violencia creciente contra las mujeres y miles de otras porquerías que hicieron de este año, realmente, un año bastante intransitable en términos macropolíticos y sociales.

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