Pavement, Putos.

Amadeo:

No sé en qué momento comencé a escuchar Pavement. Tengo recuerdos confusos: la llegada de ese número especial y final de Revolver a mis manos sin tener ninguna idea de que era Pavement y porque valía la pena, todo un lenguaje esotérico que hablaba de una banda que estaba lejísimos de mi universo de referencias; mi padre bajando todos los temas que encontraba en Audiogalaxy y grabándolos en orden alfabético y en algún momento esos cdrs llegando a mis manos; ellos en vivo en Space Ghost Coast To Coast tocando el Space Ghost Jam que es una de sus perlas desconocidas; un amigo alto e inflexiblemente moderno diciéndome «chango, escucha Pavement».

Lo que sí sé es que a lo largo de los años, de una manera mucho menos contundente que Guided By Voices (aquella banda que es su perfecto complemento, de la cual me bajé toda su discografía de una manera obsesiva) aquellas canciones entre insoportablemente pajeras, incompletas, chapuceras y hermosamente pegajosas, comenzaron a alojarse lentamente en mi memoria y mi panorama emocional. Tenían una verdad, esa sensación tan identificatoria de «sabemos que somos más inteligentes pero eso a esta altura de la historia no importa, no nos brinda ningún beneficio, así que bueh, hace demasiado calor para pensar y hacer algo correctamente».

En enero nos encontramos con Ezequiel después de mucho tiempo y una de las cosas de las que hablamos fue de Pavement y llegamos a la conclusión de que su espíritu fundamental era su estilo «Che, grabemos un tema country. / Paaah, que paja, lo hagamos así nomás». E igual les salía genial.

Su inescapable aura perdedora auto infligida. Algo que parece pegárseles como el destino. Dario me contaba que en Coachella todo estaba vacío mientras tocaban. Y todo lo que rodeó a sus shows en Buenos Aires estuvo teñido de ese espíritu. El hecho de que los hayan degradado del Luna Park (¿quién puede creer que Pavement podría llenar, alguna vez, un Luna Park, ese lugar gigante, donde se boxeaba?) a la Trastienda; el hecho de que nunca sentimos que las entradas se iban a agotar (y de hecho no lo hicieron). Los patovas decían que, incluso el domingo, la Trastienda no estaba ni de cerca llena.

Cuando llegamos la pista que para Yo La Tengo no daba más, tenía amplios espacios que permitían llegar muy cerca del escenario. Y ahí nos metimos, desaforadamente felices. Cuando comenzaron con «Silence Kid» no había manera de no saltar y comenzar a gritar hasta arruinar la voz. Todo era espiritualmente correcto: Bob Nastanovich gritando en Unfair, hedonista, tocando percusiones chiquitas, Spiral Stairs pelado y con boina, gordo, demostrando que algunas de las canciones más cristalinas, románticas, le pertenecían por temperamento y actitud, Mark Ibold sonriendo y con actitud de no me importa nada… Tocaron temas de todas sus épocas, tocaron Frontwards esa composición definitiva enterrada en un lado b. Tocaron Father To A Sister Of Thought, canción que cuando descubrí en «Wowee Zowee» no podía creer que sea real, tanta melancolía, tanta emoción, ese homúnculo country superior y desgarbado. Fue un show en donde terminamos con «la remera empapada y las zapatillas sucias«, donde la línea de guitarra de Grounded nos salvó, como nos viene salvando hace años. No parecía una banda a la que le importaba su supuesta estatura mítica, o tocar como profesionales cuarentones que deberían ser.

Algunos dijeron que Malkmus no tenía conexión con el resto de la banda, que estaba amargo, quería que todo termine. Pero eso incluso sumó al ánima Pavement. O sea: ¿qué mejor para una banda perdedora e intencionadamente smart ass y mala onda que haya tensión entre sus miembros? Quizás nosotros somos demasiado fans, justificamos todo, pero ¿no es maravilloso que el alma de la banda, su filosofía estética lo permita? Acaso eso sea el trasfondo que hace que la amemos tanto, que haya significado tanto en nuestras vidas. Pavement es una banda mucho más profunda, mucho más triste, mucho más vanguardista y personal de lo que nunca creímos, y detrás de su ironía que nadie supo prolongar, se ocultaba la más pura sinceridad producto de la experiencia.

Ezequiel:

Me costó bastante entrarle a Pavement de chico. Eso causó que haya visto un show bastante confuso, y raro, allá por el 2002, cuando Malkmus vino a presentar su primer disco solista. El show fue bueno, correcto, adecuado nomás. Esteban – como lo estuvimos llamando cariñosamente todo el domingo y lunes – estaba contento y parecía un niño grande, un payaso que hacía chistes, le metía onda, se frustraba, sonreía todo el tiempo, jugaba al beisbol con su guitarra y los palos que le tiraba el baterista. En ese show toco Here e In The Mouth a Desert, que apenas conocía. Luego de profundizar más en la banda, me lamenté bastante de no poder escuchar esos temas, bien concentrado, conociendo cada línea de la letra, y cada arreglo.

La cuenta de twitter Discographies hizo unos comentarios muy acertados refiriéndose a Pavement. Decía que, por ejemplo, el primer disco era la idea de «una banda». El segundo, la idea de «canciones». El tercero, la idea de «un álbum». Y creo que es bastante así, que toda la banda tiene ese concepto detrás, borroso, de romper un poco las reglas, de intentar hacer algo pero hacerlo de forma tan fracturada, torpe, extraña y encantadora que crean algo nuevo, con personalidad. Por eso me animaría a decir que el show que vimos el domingo también se podría considerar la idea de un «show de rock».

Uno en su vida termina viendo un montón de show chakales, guerrilleros, y desprolijos, pero hubo pocos shows más encantadoramente desastrosos como el que presentaron los muchachitos de Stockton en La Trastienda. Aunque por un lado se veían aceitados y tocaban un tema atrás del otro, los temas se desarmaban, se caían a pedazos, se enchastraban, se borroneaban. Estamos todos de acuerdo con que la setlist fue soberbia, tocando una catarata de hits, y un montón de lados b, o esos temas geniales que muchísimos aman pero que son ninguneados un poco por ser pequeños (Zurich Is Stained).

Sí, Malkmus tenía toda la pinta de que prefería estar leyendo un libro en su sillón mientras su esposa le hacía un buen churrasco, antes que estar tocando sudoroso a miles de kilómetros de su casa. Pero me pareció bien que no la careteaba, como dijo Amadeo, que la banda no funcionara, que nos diéramos cuenta de que lo que veíamos era una reunión, no a Pavement en el 99. En ese momento del show, me parecía que era un excelente ejemplo de lo que era el zeitgeist actual de las bandas, reuniones, y el indie en general, todo se podía resumir en esa mala onda, en ese enojo, en esa energía, en esas melodías pop totalmente geniales tocadas tan toscamente.

Hubo dos momentos que me acuerdo muy bien. Uno, esa versión totalmente inesperada y perturbadora de She Believes (del “Westings By Musket And Sextant”), con su ritmo marcial y siniestro. En ese momento todo el público enloquecido quedó paralizado e incómodo. Era lo más lejos que podían tocar de un hit, y lo primero que pensé cuando terminó el tema fue «El show de Pavement en realidad se trata de ESTO».

El segundo fue el final con Fin, ese tema que siempre me gustó con cierta culpa, debido a que en una entrevista Malkmus había comentado que era un tema que no le gustaba mucho. Pero me pareció perfecto para cerrar el show, esa canción que es algo así como una balada de rock, con ese pseudo-solo de guitarra áspero, atonal, juguetón y triste. Sí, ese final fue totalmente perfecto.

Dario:

La palabra clave para describir el show de Pavement que vi es «vitalidad». Cuando mis amigos (entre ellos algunos compañeros de blog) me cuestionaban cómo podía hablar tan mal de las reuniones de bandas y estar tan emocionado por ver a Pavement más de 10 años después de que se separaran trataba de explicar con mayor o menor dificultad que lo que diferenciaba a esta reunión de otras era algo así de intangible, la vitalidad. Eso era lo que trataba de explicar y lo que el show demostró, a los que estuvieron ahí no tengo que explicarles nada más.

Al contrario que la mayoría de las bandas reunidas, con Pavement vimos una banda de verdad dando un show de verdad, vivo, en proceso, con tensiones y con intensidades, en lugar de ver un museo ambulante de canciones viejas, una reserva natural del indie. Pavement tocó con energía, posiblemente con un poco de mala onda también, en un show que había sido programado en un lugar para 10.000 personas y reubicado a un lugar para 700 (programado junto a un show de nada menos que Smashing Pumpkins quienes no tuvieron que cambiar de lugar y Billy Corgan pudo hacer el imbécil adelante de varios miles de personas) y que aparentemente era el final definitivo de la banda, tocaron temas que nadie esperaba escuchar y no tocaron temas que estábamos seguros que iban a tocar, sonó un poco desprolijo, Malkmus tocó la guitarra tan mal como la tocó siempre, Nastanovich tocaba la pandereta a destiempo y gritaba como un energúmeno desde el borde del escenario. Yo salí con el cuerpo arruinado, las zapatillas sucias, la remera hecha mierda y un golpe en el ojo que todavía tengo.

Pavement fue una celebración de la vitalidad y en contra de la museificación. A los que les pareció mal son los que prefieren el museo y deberíamos aconsejarles que dejen de ir a shows en vivo y se queden en su casa viéndolos en BluRay con audio 5.1 en el living de su casa en el que se escucha bien de todos lados y los músicos no pierden la buena onda ni le fallan a nuestras expectativas. Cuando escribimos un post similar a este sobre Jonathan Richman dije que ese show nos señalaba un camino mejor a seguir y en algún sentido este show también se sintió un poco así, transformador, revelador. Una de las bandas culpables del indie se había juntado para mostrar cómo se hacen las cosas y demostrar que nadie ahora lo puede hacer mejor que ellos. Una última victoria de underdog. Vinieron a clausurar el indie, ya está, acá no hay nada para ver, circulen, una última vez y ya está, nada de girar para siempre robándose la plata de la nostalgia sin un solo tema nuevo. Pavement dijo todo lo que tenían que decir. Y no lo escuchó nadie.

Esteban:

Antes de la música, Pavement fue una fotografía. Recuerdo estar sentado en la computadora de mis abuelos, en algún verano perdido de mi adolescencia, antes de la masificación del P2P, leyendo en AllMusic biografías de bandas que no tenía posibilidades reales de escuchar, bandas que, ahora me doy cuenta, todavía son mi canon personal, aunque no haya sido hasta mucho después que me enteré realmente como sonaban.

Es una fotografía en blanco y negro, enfocada muy cerca de sus rostros. Todos salen muy jóvenes y muy gringos, pelos cortos y felices, excepto por el flaco de cara larga, quien está evidentemente en drogas y mira a la cámara ensimismado. Para alguien cuya imagen de un grupo de rock era casi sinónimo de extravagancia, Pavement se veía normal. Reconfortantemente normal.

Cuando por fin tuve acceso a internet, uno de los primeros grupos que empecé a escuchar, canción por canción, fue Pavement. Es por eso que muchas de mis canciones favoritas (Folk Jam, Zürich Is Stained) no son las más populares dentro de un catálogo hecho precisamente de hits poco probables.

Fue recién durante mi viaje de intercambio en que me enamoré del grupo. Con mi reproductor de MP3 fijo en tres o cuatro discos que no cambié durante seis meses («Lesser Matters» de Radio Dept., «El mundo según» de Sr. Chinarro, «WOWS» de Los Zapping), fueron las letras oblicuas del Crooked Rain Crooked Rain las que más me acompañaron las mañanas frías de invierno en los tranvías. Porque las letras de Pavement son sarcásticas e intelectuales pero, al igual que el payaso del salón que hace reír a todos para no sentirse tan solo, están llenas de una tristeza y un romanticismo que las hace tan queribles.

El concierto fue, de acuerdo a lo esperado, buenísimo. A las pocas canciones de haber comenzado desistí de poguear, casi como homenaje a los amigos que no vinieron, y me paré en medio de un japonés gigante que me atacaba con su melena, un imbécil que se pasó todo el concierto abanicándose con un papel, Lucas, que me golpeaba la espalda cada vez (y era toda vez) que sonaba alguna canción que amamos, y un montón de veinteañeros zarrapastrosos y felices, a escuchar y saltar y sonreír y cantar.

Viendo a Pavement en vivo (y ya se ha dicho acá todo sobre la energía y la actitud que tiene la banda) pensaba en cómo es que, más que como el espíritu de su época, se les puede ver como el contrapunto de la misma. Canciones que resuenan a algo que está por ahí en el momento en que han sido compuestas (Box Elder al twee y al indie-ochentero, Perfume-V al pesimismo alternativo, el hit noventero que debió ser Stereo, los interludios de hard-rock de Rattled By The Rush) pero que tienen algo, adrede la mayoría de las veces, pero también involuntario, que hace que se disparen a los pies y se conviertan en esas pequeñas joyas imperfectas de las que nos enamoramos.

Cuando terminó, temblando de alegría, nos sentamos a ver pasar a la gente, sin comprender como alguien podría quedarse a ver algo más después de esto, sin comprender como es que la gente no entendía que no había nada más que escuchar, que debíamos todos dedicarnos a otras cosas, a la arquitectura o al budismo zen. Total, ya no tenemos ningún apuro.


Mirando Canciones

Cuando pienso en escribir sobre canciones, la primera persona que se me viene a la mente, mi modelo platónico, es Benito. Durante años mantuvo vivos dos blogs (Fuck you Tiger y Dragon Lieder) en los que habló de política y de cultura en general, pero sobre todo de música.

El gusto de Benito es omnívoro: desde noise japonés o metal escandinavo hasta folk latinoamericano, todo es apreciado, medido y procesado. Y es justo esta manera de procesarlo lo que me interesa tanto de su escritura: Benito liga cada canción íntimamente con su vida y sus recuerdos. Ninguno de estos recuerdos es demasiado particular por sí mismo: un paseo en la playa, alguna conversación de bar, una mujer que preferiríamos que no se haya ido. Son cosas que nos pasan a todos. Pero el contrapunto entre esos recuerdos y las canciones de las que habla es el que hace que todo cambie, que las cosas triviales se vuelvan especiales.

Benito, a veces, hablaba de las historias detrás de las canciones. O de las canciones como historias. Las letras son frases de personajes, o descripciones de estados de ánimo. Las letras dicen algo. Al fin y al cabo estamos hablando de canciones.

Benito es también Tüssi Dematteis, cantante de La Hermana Menor. Reflejando sus gustos, la música de LHM es, por decir lo menos, ecléctica: bossa-nova, noise, punk, rock, folk. Todo vale.

Pero lo que me importa en este caso no es tanto el sonido de las canciones, sino lo que dicen. Creo, podría aseverarlo, que las letras de LHM son las mejores que se han escrito en el rock latinoamericano en la última década. O tal vez desde siempre.

Las canciones que más me gustan de Dematteis, las que mejor le salen, tienen, siempre, temas muy adultos: hablan de personajes moviéndose de un lado a otro, pero casi nunca avanzando, como si algo los mantuviera pegados a un pasado que aún duele, pero al que también es imposible no recordar con cariño, como algo que fueron, y que tal vez aún quisieran ser, pero que nunca es posible.

Y las canciones funcionan siempre, o casi siempre, con una perfección de relojería. O más bien como un reloj que tiene, en el centro mismo de sus engranajes, una bomba a punto de estallar.

Canarios (Canarios)

La historia es simple: el cantante y una mujer cruzan el Río de la Plata, desde Montevideo hacia Buenos Aires. No se sabe si es que están relacionados de alguna manera, si es que son viejas llamas el uno para el otro, o si son solamente amigos.

Pero cada uno de los detalles de la letra, nimios en principio, son los que hacen que el viaje sea especial, como todo viaje, como toda vida, nimia en principio. Valentina es toda luz mientras fuma mirando el río, mientras cumple con uno de los mayores actos de caridad que una mujer puede cumplir: dejar que alguien la admire.

Luego, el narrador la mira mientras duerme, y toda la ternura que puede generarte alguien que quieres al dormir solo se refleja en una caricia sobre un tatuaje.

Ex (Canarios)

De nuevo, la anécdota detrás de la canción (una pareja de amigos que van, en un día soleado, a visitar un río o un lago que solían frecuentar en su niñez) es de una sencillez tal que es posible dejarla pasar de largo sin prestarle atención, y escuchar la canción solo como melodía y arreglos y ritmo.

Pero luego escuchas la respuesta de Isabel cuando le preguntan por su antigua novia, y todo tiene sentido, y todo el día cambia.

Atravesando el pueblo en plena siesta
el ruido del motor parece un insecto enloquecido
pero debajo del zumbido
la escucho murmurar
«que triste es definirse como ex»

Memorial en el cerro (Todos estos cables rojos)

Otra vez dos personas pasando una tarde muerta, otra vez son los detalles chiquitos los que hacen una atmósfera que es también un escenario, pero que es, sobre todo, un preámbulo para una de las estrofas más desoladoras que he leído:

Decís que hay gente que extrañás
y que hay gente que te gusta.
Y que hay gente que te quiere,
y no sabés por qué.

Antonio 92 (Ex)

Aquí, como en las demás canciones de esta selección, ya todo ha pasado, o aún está por pasar. O más bien ya se sabe que nada va a pasar, que toda la historia es más bien una anécdota, de las que quedan casi como un pie de página.

Aunque hay novelas hechas de pie de página.

Luego clavó una tachuela en medio de mi retrato
y no es contigo el problema, el problema soy yo
pasáme una dorixina, pasáme de largo
“Antonio dice que todo está mucho mejor”


Eureka! Escuchando los favoritos de Jim O’ Rourke. (parte 1)

jim_Orourke

1) Tal vez es una costumbre un tanto perdida, pero creo que la mejor forma de conocer bandas y artistas nuevos es a través de entrevistas y notas a otros músicos. Era algo más común hace una década o más, donde las formas para conseguir música nueva eran menos y más complicadas. Lo interesante de seguir recomendaciones de otros artistas es que uno puede ignorar la maquinaria marketinera de revistas, sellos, e ir directamente al gusto de un melómano que vive en otro país y te dice «che, mirá, esto esta copado». Hay casos muy conocidos de situaciones así, como la remera de Daniel Johnston que Kurt Cobain supo usar, o también pasa cuando artistas hacen versiones (de nuevo, Daniel Johnston). Yo conocí a varias bandas a través de versiones de Yo La Tengo. Con Dario conocimos a los Parenthetical Girls a través de la versión de «Love Connection» que hace Casiotone for the Painfully Alone (y debemos un buen post acerca de Parenthetical Girls en el futuro).

2) Para los que me hayan leído o hablado conmigo, sabrán que en los últimos meses ando con una obsesión con la obra y persona de Jim O’Rourke . Esto se debe a que vi su nombre detrás de muchos proyectos que me interesaron mucho (el ‘knock knock’, de smog, su disco ‘eureka’, etc) y su posición de músico multiinstrumentista-multiuso-productor-experimentalista-etc. En las entrevistas, O’Rourke se muestra como alguien muy centrado y tranquilo, y casi siempre le preguntan «Che, y no te parece tan raro meterte en tanta cosa diferente?» y el contesta con un «Por supuesto que no». Puedo entender a que se refiere. Para O’Rourke, es todo lo mismo – producir discos, colaborar con artistas noise japoneses, sacar discos de electrónica experimental, juguetear con el pop orquestal, etc. Esto sumado a (¡seamos sinceros!) cierta crisis existencial por la que ando pasando, hace que me encuentre muy interesado en su persona y su obra.

3) Uniendo los puntos 1 y 2 me encontré con esta entrevista al músico en la célebre y genial Perfect Sound Forever, y de ahí encontré esta lista de sus discos favoritos / recomendados. Genial. Algunos artistas los conocía de nombre, la mayoría jamás los había escuchado, y el disco que más conocía (Laughing Stock, de Talk Talk) es uno de mis discos de cabecera. Una muy interesante combinación, así que decidí bajarme todos esos discos recomendados, y ahora voy a escribir un poco acerca de ellos. Son 10 discos, y el post estara dividido en dos o tres partes. Empecemos:

InterrupteurTautologos+3++by+Lu
Luc Ferrari Tautalogos Trois/Interupteur

(Este fue el primer disco que me baje y el primero en escuchar de esta lista. Apenas empezó, me di cuenta que este experimento de escuchar un montón de discos iba a ser complicado. Esto es duro.)

¿Quien es?
Luc Ferrari es un compositor francés de música contemporánea minimalista. A causa de sufrir Tuberculosis, no pudo ser pianista y se dedicó exclusivamente a la composición. Se fascinó con la radio y los artilugios electrónicos, siguiendo un poco la línea de Stockhausen, John Cage y otros. Estas dos obras son de 1967 y 1970, y duran 20 y 25 minutos respectivamente.
(Paréntesis personal: Ya tuve de adolescente alguna experiencia escuchando música contemporánea. Siempre consideré que escucharlos era algo bastante distinto a escuchar un disco digamos ‘normal’. Esto no es pop. No es para poner de fondo. Es para escuchar con mucha atención y forma, digamos, «activa». O al menos esa es la actitud en la que intentaba encarar esos discos, aunque muchísimas veces fracasaba y escuchaba Stockhausen mientras ordenaba el cuarto. Recuerdo con cierto cariño algunas reuniones con mi tío-abuelo, pianista clásico él, donde escuchamos algunos discos de Bartok en silencio y tranquilos. Cuando terminaba cada obra, me preguntaba «Bueno, ¿Qué te dijo este lenguaje?»)

¿Qué onda?
Cuando empezó la primera obra (Interrupteur) me quería matar. Era básicamente todo lo que uno puede esperarse de un autor minimalista insoportable. Drones disonantes, Pequeños ataques violentos de trompetas y cuerdas (chwaaannggg!!), clima inquietante.»Ok, esto no es para mi».
La verdad me pareció muchísimo mas interesante la otra obra, «Tautologos 3». Que conste que me resulta dificilísimo hablar sobre música contemporánea, pero intentemos: Tautologos 3 es muy violenta e intensa, y tiene un montón de patrones y cambios de tempo constantes todo el tiempo. Además de la percusión, vientos y bronces hay una guitarra eléctrica y manipulaciones de cinta. Hay toda una estructura coherente, extraña y alienígena, silencios que dan a partes repetitivas y riffs cuadrados que son muy parecidos a algo que casi podría llamarse «rockero».
Repito, me cuesta horrores hablar de este tipo de música que desconozco. «Tautologos 3» me pareció super interesante, intensa, y en cierta forma extraña y sensible. No me lo esperaba. «Interrupteur», por otro lado, no me comunicó mucho.

Arnold Dreyblatt  Animal Magnetism

¿Quien es? 
Según la Wikipedia, Arnold Dreyblatt (¡gran apellido!) es un compositor y artista visual. Estudio con La Monte Young, Pauline Oliveros y Alvin Lucier. En el lado músical, Dreyblatt inventó nuevos instrumentos, tipos de afinación, y toca un contrabajo que él mismo modifico. Su música aparentemente «se basa en armónicos». Ok, nidea de que querrá decir con eso, pero escuchemos a ver que tal

¿Qué onda?
Este disco es una de las sorpresas más agradables y de las cosas más extrañas que escuché. No se parece mucho a nada. Cuando arranca la primera canción, empieza una batería super básica y cavernicola, tocando algo muy simple, y una montaña de instrumentos entrelazados y difíciles de separar entre sí. ¿Hay vientos?¿Cuerdas?¿Una percusión por ahí?¿Un banjo?¿Qué son esos ruiditos?
Todos los músicos del ensamble tocan casi lo mismo hasta cierta cantidad de vueltas donde cambian a otra sección, y así van armando estructuras, casi canciones. Hay cierto ambiente lúdico, es música alegre, divertida, tribal y de cierta forma, amena.
El disco, dentro de sus patrones e ideas base, es bastante variado. El tema que da nombre al disco empieza con 2 minutos de unos armónicos sonando como robots aburridos, esperando alguna orden. Lentamente se agregan timbres, un bajo, un saxo haciendo drones, campanitas juguetonas. «Group Velocity» tiene una base que podrá servir para un oscuro reggaeton, con alguna melodía de sintetizador y alguien rapeando encima. Por otro lado, el uso de los vientos y saxos me recuerdan a las repeticiones de Phillip Glassy y Steve Reich. Pero de pronto hay un corto y entra algún ritmo super pegadizo y uno no puede evitar imaginarse a todos los músicos sonriendo mientras tocan. Qué cosa más extraña y genial este disco.

Talk Talk Laughing stock

Sobre Talk Talk ya escribí en este post, y Gustavo también escribió un poco sobre ellos aquí. Una banda maravillosa, y un disco hermoso, único y personal.

Tony Conrad w/ Faust – Outside the Dream Syndicate

¿Quien es? 
Entremos en terrenos un poco más conocidos. Tony Conrad es un artista visual y músico experimental, que sacó solo este disco, acompañado por los muchachos de Faust. Fue miembro del Theatre of Eternal Music, junto a John Cale, La Monte Young, y otros, a mitad de los 60s, haciendo lo que se consideraría en el futuro música Drone. Con esos datos, uno puede tener un poco de idea de por donde va a ir este disco.

¿Qué onda?
«Outside the Dream Syndicate» tiene dos lados, cada uno durando unos 26 minutos aproximadamente. El primero, «From the Side of Man And Womankind» es de las composiciones más repetitivas que escuché. Son 25 minutos con una batería haciendo un ritmo sumamente primitivo (pum-pa-pum-pa), y al pobre bajista tocando la misma SANTA NOTA durante la duración del tema, y la toca así: tun, tun, tun, tun, tun, tun, tun, tun. Sobre esa estructura suena la viola de tony conrad, que se balancea, se mueve, se desliza relajadamente. Suena a Krautrock a full, por alguna razón: ¿La elección de timbres? ¿La estructura armónica? ¿O simplemente por como suena, por como esta grabado? no sé. Lo que sí es que esta primera pista es un tour de force, y es un poco lo opuesto a las composiciones de ferrari: Funcionan mejor como fondo, como un wallpaper sonoro, para cuando uno hace otras cosas.
El segundo «From the Side of the Machine» lado mantiene la misma idea pero mejoran todas las partes más irritantes. La batería es mucho más orgánica, siguiendo un patrón tribal con tones. El bajo toca alguna nota más (serán 2 o 3!). Y además de la viola, tenemos algunos sintetizadores que hacen muy buenos aportes, y salen y entran de a ratos. El lado dos es mucho más relajado y contemplativo, y mucho más ameno de escuchar. Mientras que el primer lado se mantiene terco en su intención y las variación son solamente las mínimas que son generados por los mismos 3 tipos tocando lo mismo todo el puto tiempo, acá hay unos ciertos relevos, bajadas de cambio y subidas. Todo muy lento y pausado, pero que se mantiene muy interesante durante todo el largo de la pista. Se supone que es un disco clásico del drone y el krautrock. Para mi no pasa mucho de ser un disco «lindo», al que seguramente se le saque más jugo con más escuchas.


Esto pasó de verdad

Un llamado a la memoria y la conciencia colectiva antes de que sea demasiado tarde.

Encontrar esta lista en mi reader fue muy impresionante. No solo porque entre esas 50 canciones se puede escuchar algo de la peor música hecha hasta ahora, sino porque es como ver al fantasma de mí mismo a los 16 años y adentrarse en un pozo oscuro de música que nadie quiere recordar y efectivamente nadie recuerda. Fue darme cuenta que conocía tal vez a todas las 50 bandas incluidas y que hasta recordaba claramente una buena parte de los temas después de tanto años.

No estoy hablando de bandas que la pegaron relativamente, de cosas que escucharon algunos pocos. No. Estoy hablando de mucha de la música más exitosa de esos años. Cualquiera que como yo fue adolescente en esa época (y sé que muchos de los que están leyendo lo fueron pero voy a hacer de cuenta que no para evitarles tener que admitir cosas vergonzosas, aunque sea a ustedes mismos), aunque no me crean, posiblemente escuchaba algo de todo esto.

Me acuerdo muy bien de la temporada 98-99. Fue el momento en el que toda la música que creía que escuchaba sólo yo pasó a ser conocida por todo el mundo. Había comprado el primer disco de Korn cuando tenía 12 años, poco antes de que saliera el segundo y había tenido que recorrer varias disquerías especializadas antes de encontrar una donde supieran qué les estaba pidiendo. Escuché mucho ese disco. También escuché mucho los dos siguientes. Escuchaba a Marilyn Manson desde antes de “The Beautiful People”, desde antes incluso que “Sweet Dreams” y cuando salió Antichrist Superstar ya tenía los dos discos anteriores y lo compré inmediatamente. Estaba en séptimo grado y no conocía ni a una sola persona que escuchara esas cosas. Dos años después era todo diferente.

Dos años después todos mis amigos escuchaban esa música. Dos años después de Antichrist Superstar hasta las abuelas conocían a Marilyn Manson (y posiblemente creían que comía cachorros vivos arriba del escenario o algo así). Follow The Leader de Korn había salido hacía poco, el video de “Got The Life” estaba todo el día en MTV. Y estoy diciendo que realmente todo el mundo los conocía. Todos mis compañeros de colegio conocían a estas bandas aún si no les gustaban. Y pronto se le sumarían más bandas. Y se empezaría a hablar de nu-metal y se sucederían varias generaciones de bandas copiando la misma fórmula, progresivamente peores y más genéricas. Y llenaban la rotación de MTV junto al mall punk de Blink 182 y Sum 41 y cover irónicos de hits de los 80s y el rock post grunge de Creed y otras atrocidades que pueden ver en la lista. Esta era la música de esa época, aunque no lo recuerden, aunque no lo quieran recordar, así es como sonaba el fin de los 90s, el principio de los 2000, la vuelta del siglo.

Passantino dice en la lista que en esa época Korn era el tipo de banda que uno se imaginaba que iba a recordar años después y entender por qué había sido importante, y tiene razón. Puede haber sido un brote psicótico colectivo pero por un breve momento hace ya más de una década, esta música sonó como el sonido de una generación. Todos los adolescentes que habían llegado tarde para Nirvana y el grunge creyeron momentáneamente haber encontrado su voz generacional y un montón de bandas de chicos blancos vestidos con equipos deportivos rapeando mal empezaron a recibir sus certificados de multiplatino de un día para otro. ¿Pero qué pasó con todo eso? ¿En qué momento los jóvenes despertaron de su alucinación y toda esta música pasó al olvido? ¿Por qué?

Sí, todas las épocas tienen bandas olvidadas, pero estamos hablando de una época entera que se hundió en la oscuridad, que fue eliminada de la memoria de la cultura pop tan fuertemente que ya no proyecta ninguna sombra sobre ella. Salvando las distancias y con todas las reservas necesarias comparémoslo con el grunge que es el ejemplo más cercano. El grunge terminó, pasó de moda, tuvo su backlash, pero nunca desapareció de la memoria pública. Hasta pueden relativizarlo todo lo que quieran como mucha otra gente, pero eso es admitir que sigue lo suficientemente vivo en la conciencia popular como para al menos poder discutirlo y relativizarlo. Nadie relativiza la importancia del nu-metal porque nadie jamás discute el nu-metal.

La diferencia principal es obvia. Cuando Kurt Cobain citó a Neil Young en su carta suicida bien podría haber estado hablando del grunge porque la misma bala que lo mató a él terminó definitivamente con el género que él mismo había puesto de moda. El grunge tiene una fecha de muerte oficial y es el 5 de abril de 1994. Toda una generación tenía su propio mártir pop y el resto de las bandas desaparecieron o fueron olvidadas en los dos o tres años siguientes (la gran excepción sería Pearl Jam que logró ser canonizada más allá del género y la rotación de MTV). Nadie tuvo la oportunidad de ver como como sus bandas favoritas perdían su popularidad lentamente y terminaban tocando hits viejos para fans nostálgicos ni de acusar a un Cobain gordo y cuarentón de haberse vendido o de copiarse a sí mismo en su quinceavo disco. Buenos recuerdos para todos.

El nu-metal, todo ese rock alternativo tardío, todas las bandas de mall punk y ska berreta para MTV, todas los covers irónicos, todo eso ni siquiera era un género, era un conglomerado representativo de una época de confusión, unido menos por la música que por tener un público en común, la gente que después llamaron moshers, lo que acá llamamos “alternativos” (no me reprochen sutilezas respecto a ese término, yo estuve ahí, no las desconozco, las estoy ignorando voluntariamente). Que es lo mismo que decir que eran todos los que no escuchaban teen pop. No podemos asegurar cuando nació, nadie puede determinar cuando murió. Pero, ¿murió realmente?

Algo con una existencia tan dudosa no puede tener una muerte certera y para problarlo todavía hay gente escuchando estas cosas, pero permanecen en la oscuridad. No hay dudas que no está vivo pero él mismo no lo sabe. Un género no-muerto. La mayoría de estas bandas no se separaron, todavía están ahí afuera condenadas a seguir editando eternamente discos que nadie nunca va a escuchar como Sísifos de la generación MTV. Así los fans, al contrario de los del grunge, sí vieron a sus bandas favoritas desaparecer del ojo público, pasar de moda, perder su base de público, sacar discos pésimos y cansados, intentar patéticas estratagemas mediáticas para atraer un poco de atención, separarse y juntarse a explotar la nostalgia en menos de una década (Limp Bizkit sólo sirve como ejemplo de todos esos puntos y algunos más). Hasta vieron a Korn recurrir en un último intento desesperado de entrar a algún panteón de respetabilidad a ese eterno punto de encuentro entre el público moderado y los artistas con crisis de identidad, MTV Unplugged.

Supongo que estamos en el momento justo para recordar esto con nostalgia y es cierto que vi últimamente por ahí más menciones a esta música que lo que vi por años, pero no veo la nostalgia. Yo mismo mientras estoy escribiendo esto les aseguro que siento muchas cosas pero ninguna ni se parece a la nostalgia. ¿Quién podría sentir nostalgia de No Doubt? ¿Cómo podría existir un revival de Smash Mouth? No puede pasar, no tenían suficiente de nada como para que alguien los extrañe. La primera vez fue una farsa pero una segunda vez sería una tragedia. ¿Cómo se hace un revival de Sum 41? ¿Cuándo fue la última vez que los escucharon? Háganlo ahora. Vean esto, escuchen bien como suena ahora e imagínense un revival:

“I’ll never fall in line, become another victim of your conformity” cantaba el frontman más feo de la historia del rock canadiense, palabras grandes para alguien que pronto pasaría a ser conocido como “el enano que se casó con Avril Lavigne”. Y el rap. El rap. Todos querían rapear y no tengo palabras para describir lo mal que lo hacían. El rap metal/nu metal lo llevó al límite combinando lo peor de ambos mundos. Blancos de clase media rapeando mal y sin flow con la misoginia y la homofobia habituales en el hip-hop combinadas con rebeldía y angustia de adolescente tardío. Tal vez hayan sido los primeros de toda una generación de músicos blancos que cooptaron la música y la cultura negra a lo largo de toda una década en la que el hip-hop y el R&B se convirtieron en el estado normal de la música popular en Estados Unidos. Tengamos en cuenta que son incluso anteriores a Eminem y que aunque Kid Rock haya sido uno de los peores MC’s de la historia Devil Without a Cause fue 11 veces disco de platino y el disco de Eminem que más vendió tiene 9 platinos.

Otro mérito es haber sido el último acercamiento del metal a la masividad (y estoy convencido, no me obliguen a justificarlo, de que va a ser históricamente el último) cerrando una década que había empezado con dos hitos de la renovación del metal, Cowboys from Hell de Pantera y la reinvención de Judas Priest con Painkiller (interesantemente, las dos bandas habían prácticamente desaparecido para cuando el nu-metal apareció). Por supuesto que todos los metaleros clásicos lo odiaron, pero eso no cambia nada.

También coincidió con el nacimiento de la era Napster (1999-2001) marcando el final de la era de los discos multiplatino y haciendo de esta la última generación en vender millones de discos en formato físico. Fue la última generación en hacer música sin contar con internet y la primera en ver sus efectos. También creo que fue la última generación en la que las tendencias dominantes en la música a nivel masivo y comercial eran claramente reconocibles, pero al mismo tiempo, como dije más arriba, era una escena fragmentada y heterogénea, en la que muchas cosas muy diferentes terminaron amontonadas juntas, a la que ni siquiera le pudieron encontrar un nombre de verdad ni pudieron identificar y categorizar fácilmente a los fans (comparar de nuevo con el grunge), y esa es la tendencia que continuó el resto de la década.

En los próximos meses tocan en Buenos Aires Incubus, RATM y nada menos que Limp Bizkit y no tengo idea de qué sentir al respecto pero estoy seguro de que hay una buena razón para recordar esta época y esta música, no cometer los errores del pasado otra vez. Sí, piénsenlo por un segundo, Fred Durst va a estar cantando «Rollin'» en un lugar para casi 10.000 personas próximamente y acá cerca. Piensen que Ross Robinson sigue libre y produciendo con total impunidad. Vale la pena recordarlo, aunque tal vez haya ido demasiado lejos poniendo ese video de Sum 41.


Eureka! Escuchando los favoritos de Jim O’Rourke (parte 2)

Seguimos con la segunda parte. Consideremos que esto que esto de hacerlo en dos partes separadas fue un poco un error, ya que me deje algunos discos aquí que aunque a primera escucha parecían más simples de describir, terminaron complicándome bastante la cabeza. Pero empecemos.
Otra cosa interesante que noté es como cierto patrón o «concepto» atrás de esta lista. Obviamente, todas estas listas de discos siempre tienen un núcleo o idea, pero acá hay cosas que no me esperaba. En cierta forma, esta lista tiene un objetivo en plan educativo. Por el otro, hay algunas elecciones de discos un tanto «extrañas» y pueden ser para mostrar discos más oscuros o raros de algunos artistas más populares. Y en todos los discos hay una capa de avant-garde y de experimentación, que no hay duda que es lo que más le interesa musicalmente en general al viejo Jim.

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Van Dyke Parks – Song Cycle

¿Quien es?
Van Dyke Parks es muy famoso, más que nada como compositor, arreglador y productor. Trabajó en el Fifth Dimension de los Byrds (discazo) y en el complejo Smile de los Beach Boys, así como en decenas y decenas de más discos, desde Grace Kelley, pasando por U2, Joanna Newsom, Rufus Wainwright, Laurie Anderson, Fiona Apple, Saint Etienne y decenas de artistas más.
De cualquier forma, no tenía nidea de que había sacado discos bajo su nombre. Antes de darle play al disco, me podía imaginar algunas cosas: Psicodelía, Pop, y Cuerdas, muchas cuerdas.

¿Qué Onda?
Bueno, tenía razón. Hay psicodelia, pop y un montón de cuerdas. Pero esto no es un disco sencillo ni nada por el estilo. Aunque dura solo 33 minutos, por el amor de dios QUE DISCO DIFÍCIL DE ESCUCHAR. Son 12 pistas, pero cada pista son como 3 o 4 canciones unidas, que cambian de genero, se retuercen, mutan todo el tiempo. Es extremadamente difícil separar una canción de otra, y la sensación general que da el disco es que es un borrón de como cien canciones como si uno estuviera jugueteando constantemente con el dial de una radio FM, y vaya pasando de una idea a la otra de forma aleatoria. Un poco el mismo efecto que ocurre con los primeros discos de Ariel Pink, aunque bastante más dramático (..y unos 40 años antes).

El álbum esta repleto Americana, con un montón de pequeños guiños a fragmentos de viejas canciones folk, tradicionales y coutry, mucho banjo, clavicordios, found sound e instrumentos clásicos. Según la Wikipedia, Dyke Parks intentó hacer una fusión entre música popular y música clásica, haciendo un cóctel psicodélico con música justamente en las antípodas de la psicodelia. Lo errático del disco y la voz, llena de flanger y distorsionada de Parks son el pegamento de dudosa calidad que mantiene todo algo así como unido.

En fin. Pensé que iba a ser uno de los discos más accesibles pero sin duda es el disco que más incómodo me pone. No puedo definir si es bueno o no, si me gusta o no. Supongo que será bueno, supongo que es un disco bastante admirable. Lo escuche decenas de veces. Intenté escuchar cada tema por separado, lentamente. Es muy complicado. Me pone nervioso. No se.

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(me encanta que la única tapa que encontré es este vinilo mugroso)
Iannis Xenakis – Electro-Acoustic Music

¿Quien es?
Empecemos diciendo que si te llamas Iannis Xenakis estas destinado a hacer grandes cosas. Ahora, quien es: Compositor, arquitecto, muy metido en la avant-garde, griego-francés, colega de Karlheinz Stockhausen y otros saladitos de la música contemporánea de los cincuentas a los sesentas. Como arquitecto, trabajo con Le Corbusier, y diseñó cosas como esta.
Una cosa muy interesante es que xenakis siempre fusionó bastante sus dos intereses, y hay mucha influencia de la arquitectura en su obra musical, lo cual podemos contemplar en varias de sus maravillosas partituras, que rompen con cualquier idea convenional de partitura, digamos. Fue uno de los pioneros de la música electrónica, y el uso de conceptos de matemática y física en la música. Un capo.

¿Qué Onda?


John Fahey – Requia

¿Quien es?
Fahey es bastante conocido para los cultores del indie-alternativo de los ochenta y noventas. Guitarrista instrumental, que toca su guitarra de cuerdas de acero de una forma muy original e interesante, con muchas afinaciones abiertas y arpegios, utilizando figuras más bien sencillas. Es muy bello lo que hace, y fue muy pionero en su época cuando arranco solo, con su propio sello DIY, en los sesentas. Más por el final de su carrera, fue descubierto por O’Rourke y su carrera resurgió, tomando un lado más avant-garde y agresivo. El disco que Jim nos recomienda es de 1968 y es un disco un tanto particular en toda su discografía.

¿Qué Onda?

Philip Glass – Einstein on the Beach
The Frogs – The Frogs

Scott Walker – Tilt/Climate of Hunter/Til the Band Comes In