el medio
La manera en que el Internet cambia las cosas. He hablado ya de eso en otro post aquí mismo, aunque en el terreno de lo potencial: debería la ficción ser algo diferente de lo que es, pero no tengo idea de qué exactamente. Que es algo que potencialmente toda persona nacida en los 70s y 80s[1] estará pensando en este momento, pero que en realidad no podrá ser explicado realmente hasta que los nativos digitales empiecen a enrostrarnos sus tristezas y alegrías y nosotros, viejos saurios para entonces, digamos “ah, eso era”
Pues he encontrado dos ejemplos claros del potencial formal que da la Red.
Del primero ya hablé algo en mi último post, aunque dejé los aspectos más formales para este: la cuarta temporada de Arrested Development, que fue pensada para el internet, y no para una cadena televisiva. Aunque el resultado final es mucho menos experimental que el que inicialmente se esperaba[2], los cambios en la serie están relacionados con el medio para el que fue pensada. Así, la densidad en la trama y los chistes se hace aún mayor, bajo la premisa de que los quince capítulos serán vistos en un espacio mucho menor de tiempo, y no al ritmo de uno por semana usual; la longitud de cada uno de ellos también es variable, y no depende del corsé que imponen las tandas comerciales en la tele[3]. Hurwitz, sin embargo, pretendía mucho más. En su mente, la temporada funciona como una gran red interconectada, en la que cada línea es un personaje y las escenas compartidas los nodos desde los cuales uno puede cambiar de camino, de punto de vista.
El segundo es cortesía de una institución con la que, estoy seguro, más de uno de los lectores de este blog tendrá una relación de amor/odio: Pitchfork. Ya habló Juan de las críticas que se le pueden hacer a Pitchfork, sobre todo desde el punto de vista estético. Es complaciente y es predecible, y también es un poco cobarde. Vamos, que va camino a ser una Rolling Stone del siglo XXI, más preocupada en valorar positivamente lo que saben que gustará entre su público objetivo que en iniciar una discusión real sobre el valor artístico de lo que reseñan.[4]
Desde un punto de vista formal, la página de Chicago está haciendo cosas realmente interesantes. El concepto mismo: una página Web en la que podemos acceder diariamente a un pool nuevo de reseñas, es un cambio importante respecto a las revistas tradicionales, con su colección interminable de discos salidos en el último mes. Es un reflejo, también, de la velocidad con que cambian las cosas en el mundo de la información. O quizás sea una de las causas.
El cambio más bonito es uno que recién descubrí hace poco tiempo. Las cover story de Pitchfork no son más que los perfiles de banda que tradicionalmente hacían revistas como Rolling Stone o Cream: un periodista se sumerge en el mundo de un artista en un período determinado de su carrera, y escribe una historia sobre los cambios y dificultades de la banda, humanizándola en el camino, acercándola a nosotros los mortales; todos vimos Almost Famous. En ese sentido, no puede haber nada más tradicional. Pero la forma en que es presentado cada texto es lo que cambia el impacto que tiene el mismo. Las palabras desaparecen y se reacomodan, las fotos aparecen dinámicamente, y no se mantienen estables en ningún momento. El universo estético creado para cada banda es diferente también: si en Cat Power todo es tornasolado y otoñal, a Savages se le da un tratamiento más duro, afilado, mientras que Daft Punk juega con la historia como información y artificio. Cada perfil se llena de significados, se hace más rico. Es igual que lo anterior, pero mejor.
Es justo de lo que veníamos hablando.
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[1] Rodrigo Fresán, a quién le debo el haber descubierto grandes escritores, pero que cada vez escribe más como una caricatura de sí mismo, menciona, en un perfil del gran David Foster Wallace, a algunos escritores que están haciendo precisamente esto: Blake Butler, Joshua Cohen, Tao Lin. Por lo que leo en las reseñas, es por ahí – los cambios psicológicos/sociológicos/antropológicos – por donde deberían ir los tiros, y no solamente quedarse en la superficie y hacer una novela epistolar basada en e-mails o comentarios de blogs. Que es lo que he encontrado en más de un escritor latinoamericano.
[2] Las primeras declaraciones de Mitchell Hurwitz hablaban de una temporada en la que el espectador podía escoger ver los capítulos en cualquier orden. Luego se retractó, aunque creo que no habría tenido por qué hacerlo.
[3] El mal uso de la edición en los capítulos, que se hacen demasiado largos, ha sido una de las principales críticas.
[4] Aquí una acotación personal: no es que mis gustos se alejen mucho del promedio, tampoco. Me gusta el ruido, la velocidad, las melodías lindas y la tristeza.
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