Narcicismo y redención

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1. Cuando el rastrillaje cotidiano de blogs musicales alcanza una mayor profundidad, mayores son los desafíos sonoros a los que nos enfrentamos. La certera cronología de los blogs que traza Amadeo en este mismo sitio me respalda: con los años, el intercambio de nueva música se fue ordenando de una manera en la que volvemos a contar con grandes proveedores, o más bien con un mayorista, al que los demás acuden. Es poca la información que traficamos exclusivamente entre los nodos de abajo; artistas nacionales que en una escena achicada por la tecnología seguramente ya tuvieron un cameo en algún Pitchfork ensamblado en Tierra del Fuego, o descubrimientos fortuitos de surfear Bandcamp o SoundCloud, si es que se tiene la capacidad de albergar a un producto nuevo si no fue homologado antes por algún blog de confianza.

Pitchfork le paga a escritores, técnicos y directores de cine por distintos contenidos con un estándar mayor al de muchas publicaciones impresas y digitales, más una libertad creativa notoria, por lo que creo que los males que pueda causar son las consecuencias no deseadas de ofrecer una maquinaria tentadora para la propulsión de propuestas más o menos arriesgadas artísticamente. Es la misma monotonía que acusa cíclicamente el cine alternativo, cuando fundaciones, productoras y festivales modelan las obras hasta hacerlas lo suficientemente vendibles, según el gusto estético de los compradores usuales.

Si existe el tiempo libre para formarse estas inquietudes en la cabeza, hay otros blogs musicales que reciben a visitantes deseosos de conocer cosas que escapen al pulpo hipster en Chicago, amplían los márgenes de lo posible de disfrutar y no se limitan a una curaduría básica sin necesidad de texto para sustentarla, o tantos ejemplos de repetidoras de noticias y streamings dispuestas a garronear clicks por un puñado de dólares, desestimando la posibilidad de individualizarse mayormente en reseñas, columnas o editoriales. La tendencia electrónica de Fact, los universos propios de 20jazzfunkgreats y The Quietus, la irreverencia a veces forzada pero efectiva en Spin y la estricta posición satelital a Pitchfork de Ad Hoc son casos positivos que mencionar ahora mismo, aunque hay uno más importante que me servirá de señuelo más adelante en este post.

2. Los caminos por los que los artistas van metiéndose en nuestro nicho son infinitos y a veces misteriosos. Van desde el boca en boca hasta el reconocimiento de lo genuino en pleno mainstream, y desde el caer en las manos correctas a caer en el radar de un blog satírico (no olvidemos que Hipster Runoff le estampó el “Chillwave” a los vagos que armaron una corriente NN desde sus dormitorios). De hecho, arranco a adentrarme en el asunto central con dos artistas de orígenes bastante disímiles.

James Ferraro tenía una carrera sólida y reconocible en distintos experimientos Noise y lo-fi, con bastante rebote para los dos discos que había editado durante 2010, Nightdolls With Hairspray y On Air. Al año siguiente desató un quilombo cuando The Wire tuvo que explicar por qué elegía a Far Side Virtual como el mejor disco de 2011, una ópera de ringtones, sonidos de eventos de Windows y software apócrifo para la comodidad de ejecutivos orientales. Lil B tiene una trayectoria más lineal e intensa desde el Hip-Hop, esparciendo cientos de canciones y decenas de videoclips por año, con acercamientos brutos al riesgo artístico que se ganaron el corazón irónico de la blogósfera indie, y un mensaje naif de amor universal que lo estableció como un Bieber del ghetto. Ambos parecen moverse de proyecto en proyecto impulsados por cierto instinto de devorarse a los géneros que persiguen, exacerbando sus lugares comunes con una energía infantil y apropiándose correctamente de la esencia sin tanta atención al detalle de hacer un disco soportable de principio a fin.

Pero más que nada, Ferraro y Lil B son los dos pilares de una posición incómoda a la que nos fuimos arrinconando solos, como oyentes. ¿Es en serio lo que están haciendo? ¿Por qué lo estamos escuchando? ¿Los estamos disfrutando o participamos en una ruleta rusa de esnobismo donde no podemos permitirnos no entender un chiste tácito?

3. No es una inquietud personal proyectada en los demás. Ante el mismo remordimiento cultural se han publicado varias think pieces sobre esta sensación provocada por los dos artistas mencionados, más algunos que amplían el mapa de placeres culposos/no culposos. Durante el año pasado el sitio Tiny Mix Tapes, adicto a una agenda musical propia y llena de excentricidades, llegó a preguntarse el lugar de ubicación del arte outsider cuando reseñó esta porquería, y se volvió loco con el surgimiento de la Vaporwave, una exploración profunda de las puntas socioculturales que ofrecía Far Side Virtual si se lo pensaba seriamente: la remix burlona de significantes mucho más interesantes que podían encontrarse en los sonidos del confort musical de las últimas tres décadas. Mientras tanto, James Ferraro se hizo dos cambios de seudónimo para luego volver a su alias principal, con algunas incursiones por el Hip-Hop, la música Trap, el Grime, el Dubstep y proyectos electrónicos bastante nerds, o más alegóricos al zeitgeist de Sex and the City; y Lil B alternó discos de música clásica con videoclips altamente emocionales, y una lectura por invitación en la universidad de New York.

2012 fue también el año de mayor exposición mediática para Dean Blunt e Inga Copeland (el dúo Hype Williams, pero no intenten googlearlos así). Si eso fuera posible con los dos artistas, que tienden desde hace años a boludear a la prensa respecto a sus identidades reales, orígenes y trayectorias. Pero si la ensalada de red herrings o los recitales con los dos guardaespaldas en el escenario no dispusieran suficiente distancia con el oyente, está la música misma: Black Is Beautiful -como dúo- y The Narcissist II de Blunt están conectados por el móvil caprichoso de explorar distintos géneros en un mismo disco, sin mucho reparo en tamizarlos a través de una producción caserísima e hipnagógica (el término comodín que reemplaza a “onírica”, propio de la crítica cinematográfica). Mientras BIB arranca con un exabrupto de Ambient bajo un solo de batería intenso, y un cover de «Baby» de los hermanos Emerson -editado antes que el de Ariel Pink- para desviarse en profundidad a un abanico de sintetizadores minimalistas desde el Dub al New Age; TNII emprende el mismo arranque Ambient, sin solo de batería ni cover como track 2, para desembocar en un disco de Folk bastante cínico, que remite nuevamente a Pink pero por cuestiones de influencia en fidelidad sonora, e incorpora algunas otras trampas en sonidos incidentales y transiciones complejas entre las canciones.

4. Si los sentimientos que las melodías y estructuras de TNII disimulan con lo-fi y sampleos fueran como esos pedidos de ayuda que deslizan los adictos, o aquellos imposibilitados de huir del reventón, The Redeemer, disco solista de Blunt editado este año, vendría a ser lo más parecido al final catártico de La mamá y la puta. Aproximaciones a climas litúrgicos que justifican el rezo de la tapa, con representaciones intencionalmente infieles de cuerdas y coros, son la base de un simple disco de ruptura amorosa, mechado con interludios de mensajes telefónicos jodidísimos de enviar (aquellos que implican empezar a lidiar con una relación más distante), juicios éticos por parte de robots, guitarras concretamente depresivas y títulos bíblicos para las canciones.

Algo extraño sucede con The Redeemer: las disonancias, interrupciones y otros detalles puestos intencionalmente no logran coartar una belleza bastante prístina en la tristeza que exudan las canciones. Así, pareciera que en los momentos más claros como «Flaxen», «Papi» y «The Redeemer» (con la voz invitada y hermosa de Copeland) Blunt quedara en un tremendo off-side emocional, contagiando los sentimientos y desarticulando al efecto canchero que lo distingue de artistas más accesibles.

5. La atención a todos los artistas aquí mencionados tiene origen directo en la diseminación por Internet de la obra de Ariel Pink y R. Stevie Moore (el caso de Lil B puede refutarse, pero ya rappeó sobre un sampleo de «Reminiscences«, y es frecuente visitante de blogs con música alternativa). Fueron, durante la década pasada, los principales vectores del uso de las precariedades tecnológicas como arma de doble filo: ir hacia el núcleo de los géneros musicales, a sus expresiones más totemizadas, con las herramientas más ordinarias. En definitiva, la capacidad de empatizar con cualquier obra de arte es una cuestión completamente personal y subjetiva, pero mi impresión general es que una puesta a nivel con Phonography, The Doldrums o cualquiera de sus derivados surge mayormente de un rebote paradójico que empate al oyente con los valores del disco. En todo caso, The Redeemer puede ser un disco donde las ironías provocadas ceden a las emociones más grasas; o una obra compleja y experimental hecha con el suficiente oficio para emocionar como si fuera un producto mucho más simple.


4 comentarios en “Narcicismo y redención

  1. Dario

    Excelente post, Jota. Cubre varios temas que me han preocupado bastante o sobre los que pensé un buen rato en el último par de años. Muy bueno.

  2. Amadeo

    Yo también quería comentar algo similar a Darío: me gustó mucho el post porque pone el acento en una multiplicidad de discusiones acerca de la música, su consumo y el ecosistema en el cual estamos viviendo para la música hoy en día.

    Es interesante porque las discusiones parecen dar la vuelta y llegar a un punto en el que todo está tan sobre-analizado, sobre todo el indie y lo que es ser hipster y los valores extra musicales de un montón de producciones híbridas, que las discusiones antiguas sobre rockismo o popismo o sobre la dirección y selección de la historia del rock (o sea, que movimientos y bandas son IMPORTANTES) quedan arcaicas y perimidas, parecen sencillísimas.

    En ese sentido siento que realmente este es un post que habla sobre un estado de cosas actual, un estado de cosas que supera por mucho al que conocimos en el período 2000-2010, y que todavía, como todo lo vivo, no se ha asentado ni está siendo muy explorado por los críticos de rock que en su inmensa mayoría todavía viven en un mundo analógico, donde las discusiones tienen la forma de la polémica definida, y no de una nube aleatoria de opiniones y posturas sobreactuadas que mucha veces desaparecen antes de coagular.

    En fin, nada, que me gustó.

  3. Autor del Post Juan

    Muchas gracias Amadeo.

    Hubo algo que omití en el punto 1 y resume claramente lo que quiero explicar, además de agregar otras posturas interesantes: hace dos años le hice una entrevista a Michael McGregor de Chocolate Bobka, que era uno de los blogs contribuyentes al colectivo Altered Zones, y él mismo reconoce que factores como ese proyecto (que era auspiciado por Pitchfork y después derivó en Ad Hoc, el blog que arrancó gracias a un Kickstarter de 33 mil dólares), redujeron la necesidad de moverse por Internet buscando música nueva, lo que implicaba la mitad de la diversión de hacerlo.

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