Munich. La Vida Burguesa.
Cuando vimos que con Javier ibamos a estar las mismas semanas en Alemania, manejamos dos opciones: O el se iba a Berlín o yo me iba a visitarlo a Munich, ciudad en la cual vivió 5 años. Me decidí por lo último, así de paso conocía otra ciudad, justamente la capital de Bavaria y ciudad simbólica del sur de Alemania.
Munich es un poco Cliché: La Ciudad. Todos los preconceptos pelotudos que uno puede tener de lo que es Alemania estan aquí. La gente vestida con ropa típica (como si la gente que no es gaucha se vistiera de gaucho en pleno 18 de julio), los Biergarten repletos de gente pretzels y jarrones de cerveza, el órden y la prolijidad impecables, la tradición combinada con lo moderno, Munich al mismo tiempo es totalmente opuesta a Berlín, ambas ciudades como la cara de la misma moneda.
En Munich no podes cruzar caminando con el semáforo en rojo. Te multan. Mucho menos se te ocurra en hacer eso en bicicleta. Multa de nuevo. Los policías se divierten escondiéndose en lugares estratégicos donde la gente la caga andando en bici para multar a un montón de gente e irse. En los 3 días que pasamos, solo luego de largo titubeo nos hicimos los valientes y cruzamos caminando con roja – a las 10 de la mañana, con la calle desierta -, para ir a un museo.
En Munich hay casi la misma población que en Montevideo, y el tamaño de la ciudad es similar. El transporte público (aunque un poco más caro) es BRILLANTE y te podes mover para todos lados rapidísimo y comodísimo.
En Munich hay mucha plata. MUCHA. Me podría considerar la persona menos interesada en los autos del planeta, pero se te cae la boca cada un rato viendo la cantidad de porsches y autos totalmente alucinantes. Acá ir paseando por una calle semi-céntrica y que por al lado te pase una Ferrari espectacular es común. Pasamos por una zona con tiendas donde vendían trajes que llegaban fácil a los 10.000 euros, y relojes de 25.000. Y tenías esos precios ahí, en la vidriera.
En Munich nos quedamos en la casa de Tom. Tom vive en una casa que aparentemente es una anomalía para Munich: Una casa de sus abuelos, GIGANTE (3 pisos, con jardín) que fue dividida y viven varios integrantes de la familia en distintas partes de la casa. Tom estudia lingüistica, habla español perfectamente (habla como un porteño total, a decir verdad), y su tesis fue sobre el Portuñol de Rivera. También toma mate. Su casa (o más bien, su ‘sección’ de la casa) esta toda hermosamente decorada con un montón de muebles y objetos increíbles: Ventiladorcitos siemens, Tocadiscos Braum de los 60s, muebles vieneses de principios del siglo XX, una cámara Leica, un piano americano de salón de 1920 y quien sabe que otras cosas más. Según Javier: «Tom podría ser considerado a primera vista un snob insoportable, pero te das cuenta que en realidad es su pasión el decorar y conseguir objetos interesantes. Además sus muebles, los ventiladores, las cámaras, son todas cosas que él usa». Tom siempre esta vestido impecable, aparentaba ser todo un Ladies Man y tiene un ligero aire a Britt Daniel de Spoon. Fue el primer alemán que conocí y fue muy agradable intercambiar y discutir sobre varias diferencias culturales que podemos tener.
En Munich comí de la mejor comida que comí en toda mi puta vida. Una pizza siciliana con queso gorgonzola y unas aceitunas increíbles. Helado – también Italiano, obvio – con una cremosidad religiosa, y una especie de milanesa tradicional bávara recubierta de pan mostaza dulce y no se que más que me hizo perder unos cuantos meses de vida seguro, pero puta que vale la pena estar vivo, carajo.
En Munich los jóvenes se juntan en las plazas de noche y guitarrean temas populares. O sea, «I Will Survive» de Gloria Gaynor, obvio.
En Munich nos cagamos de calor. El Domingo decidímos pasear por el parque inglés y terminamos bañandonos en el río. Bañarse en el río, toda una experiencia: Hacer la plancha implica que la corriente te va a llevar a una velocidad equivalente a ir corriendo. El piso es de piedras y te puede lastimar muy fácilmente. El agua es dulce y se puede tomar sin problemas. La gente alrededor suele hacer nudismo, aunque desgraciadamente quienes lo practican suelen ser personas de más de 65 años.
En Munich TODO el mundo es hermoso y porta un cuerpo escultural y perfecto esculpido por una generosa selección genética y años de gimnasio. Veía una pancita y me emocionaba. Los alemanes, además, aprovechan cualquier momento de sol para salir como desesperados a recibirlo. Esto puede causar situaciones incomprensibles para nosotros, como que si hay sol prefieran almorzar abajo del sol, sin sombra, y esten ahí horneandose, cayéndole las gotas de sudor, comiendo su pantorrilla de cerdo con papas. Otra imagen un tanto triste que tienen son unas pequeñas playas que los alemanes deciden poner en el medio de la ciudad. Onda tenés una barra, barcito, tirás un montón de arena y la gente hace que esta en la playa, ponen sillas y estan ahí en patas. Te dan ganas de darles un abrazo.
En Munich vi un bizarrísimo memorial dedicado a Michael Jackson, ubicado enfrente a un Hotel donde él se había hospedado. lo más complejo es que el memorial esta colocado encima de la estatua de otro músico famoso, que fue invadido por los fans del rey del pop y listo. La cantidad de cartitas kitsch y fotitos, dibujitos e ilustraciones es maravillosa. Observación al mango: Cuando los alemanes se ponen terrajas, son los más terrajas del universo. Es fantástico.
En Munich sufrí una feliz resaca. La diferencia en la graduación alcohólica de la cerveza te cambia la relación entre cuanto tomes y cuanta resaca tengas. Paso esto: Estabamos en un bar tomando y tomando cuando mis compañeros empezaron a pedir Coca Cola. «Qué blandos!», pensé. Cuando llegamos a la casa, me dijeron «Che, tomá agua y comé algo que mañana vas a estar destruido» «Eh pero no estoy tan borracho, ¡Estoy bastante bien! hablo perfecto hago todo perfecto, no tomé taaanto, ¿Qué onda?» «..No, en serio, acá es distinto». Efectivamente, al otro día tenía una resaca importante, una resaca rara, pegajosa, que iba a venía de a pequeñas olas y que duró casi todo el día. No podes hacer la típica de una cerveza y otra y otra y otra porque al otro día simplemente morís. Cuando salís de noche, pensás en la mañana del otro día.
En Munich parece que la gente no come. Onda, comen una sola vez por día. No desayunan, toman un café o algo así, pican un poco, para luego tener solo una comida entre las 5 y 7 de la tarde. Es raro, pero parece que todos se comportaban así. Con razón se mantienen en forma, supongo!
En Munich vi mucha menos variedad de gente que en Berlín, o al menos menos outcasts, menos jóvenes y gente mejor vestida. Munich, además, es una ciudad notoriamente más cara, al menos el transporte y la comida. Pero sobre todo el ambiente. Esa sensación de libertad, de comodidad caminando por la calle, nunca la tuve.
En Munich pase totalmente genial, pero la ciudad, como ciudad, me resulto mucho más incómoda que Berlín.