Lata Brillante.

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(Artículo publicado originalmente en la revista Haciendo Cine #136, de Mayo de este año, la versión que aquí se ve ha sido tuneada un poco, sin embargo. Contiene spoilers.)

Este año llegó al pueblo la última película de Marvel Studios y es apropiado conceder que la extensa secuencia narrativa construida por el estudio da un salto de calidad justamente con el personaje que fue su punta de lanza y el menos esperado para saltar a la pantalla de una manera exitosa: Iron Man.

Hay que tener en cuenta una cosa que mucha gente olvida, esto es, lo mucho que hicieron las películas de Iron Man por el personaje. Antes de su primera película, ¿quién mierda era Iron Man en los comics? Era un personaje mediocre, sin ninguna historia relevante, parte de una trinidad de Marvel que nadie sabe cuando se estableció ni por qué (la trinidad Iron Man-Captain America-Thor parece un intento de equipararse a la trinidad de DC en un momento en que esos personajes estaban en su punto más bajo de ventas y creativo) cuyo momento de mayor gloria era haber superado una adicción al alcoholismo bastante trucha. Era, en otras palabras, un personaje sin concepto, construido sobre una serie de detalles superficiales: rico, bon vivant, playboy, dualidad de identidad empleado-millonario. Pero nadie había logrado aprovechar esos elementos más que para que lidere un equipo de Avengers de la B que terminó horriblemente y para pararlo en escenas de grupo a que diga alguna cosa tecnológica.

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