Die Forever


Todos recordamos el momento en el que comenzamos a escuchar música “denserio” y los grupos que nos impactaron tanto que pasaron a formar parte de nuestra personalidad. Es algo que salió a la superficie recientemente, cuando hablábamos de Pavement y, debo admitirlo, la discusión que se generó en ese post me llevo a escribir sobre este comic.
“Phonogram” es un comic extraño y polarizante. En primer lugar, la manera más sencilla de describirlo es decir que es sobre el britpop. ¿Que otro movimiento de los últimos 20 años ha sido mas vilipendiado?. Hueco, vacio, nacionalista, retro, auto glorificante, ladrón. Miles de adjetivos horribles se han utilizado para hablar mal del momento en que Blur y Oasis parecía que se iban a comer el mundo. Y este, un pequeño comic independiente, de dos ingleses ignotos, se revuelve en la gloria y la mierda del britpop, se recubre de su brillantina inútil y ¿encima se propone celebrarlo?.
La historia es básicamente así: David Kohl, el protagonista, es un John Constantine de la música. Un mago (un “phonomancer”) que utiliza la energía que nos da un single, el amor a un disco, el placer de bailar una canción hermosa, para hacer magia. Hasta aquí todo bien, Kohl es el típico anti-héroe, demasiado cool para ser verdad, demasiado ácido e inteligente, la perfecta “mouth piece” para los autores. La cuestión es la siguiente: Kohl se inició como mago en la época del britpop y tiene su identidad firmemente afincada en ese período. Un día, como es costumbre, se mete en problemas y tiene que investigar la posibilidad de que estén intentando revivir a “Britannia”, la diosa del britpop. A partir de ahí, es un nostalgia fest, con apariciones de Damon Albarn y Luke Haines (rey del decadente reino del britpop y guía respectivamente), alusiones oscuras a singles de Kenickie, escenas musicalizadas con Common People y muchas, muchas referencias mas.
Obviamente, esta aproximación causó controversia. Pareciera que por cada persona a la que le gustó, hay otra que lo odia con intensidad. Y es completamente natural por su adhesión tan explicita a un cadáver tan frío, por su ejercicio de nostalgia, por su intento de reivindicación. Y no ayuda el hecho de que todo tenga un tono tan de “cátedra de música” (con glosario incluido al final!) y hasta exista un personaje que se llama Indie Dave.
Pero de alguna manera extraña funciona. Porque, en realidad, todo eso (“como el britpop mismo” dirán algunas malas lenguas) es solamente superficie. En el fondo la historia podría utilizar cualquier movimiento, cualquier período de la música para marcar su punto de la misma manera: esta es una historia sobre identificación, es sobre la manera en que construimos nuestra identidad utilizando pedazos plásticos de cultura pop. Que hayan elegido al britpop es, diría yo, otro detalle genial porque nos obliga a aceptar que somos también lo que escuchamos en nuestra estúpida juventud y que rechazamos desde entonces.


Kohl (y a través de él los autores) es un prisionero de la nostalgia, una persona que, a pesar de que logró reconvertir su personalidad mas o menos exitosamente luego de que el britpop implotara, todavía esta firmemente atado a ese movimiento, a esa tierra mágica de éxito y promesa que alguna vez representó. Y a través de su relación ambigua con el (como la relación ambigua de todos nosotros con nuestras obsesiones adolescentes) es que los autores exorcizan su propia obsesión. Es importante observar que en ningún momento es un comic condescendiente con el objeto de su análisis. Hay golpes bien dirigidos contra bandas emblemáticas y hasta se reproduce la visión del britpop como una fiesta decadente y sin sentido, como algo irrescatable. Pero en el corazón de Kohl hay algo más que (al igual que Constantine) lo vuelve algo más que un cínico insoportable: honestidad, pasión, la misma locura que nos lleva a escuchar la misma canción durante horas, sin importarnos el mundo exterior, buscando aniquilarlo y vivir en un lugar mejor.
Esta honestidad lo redime, por ella vislumbramos lo importante que fueron estas canciones, estas bandas, para un grupo de personas. Nos damos cuenta que, al menos en el micromundo de un puñado de personas, si importaba. Y si no les gusta el britpop, inserten el nombre de su banda favorita, de esos discos que les cambiaron la vida.
Pero, paradójicamente, lo último que vuelve a “Phonogram” la mejor reflexión sobre la identidad musical que leí en estos tiempos es que propone que la única manera de superar el pasado es aceptarlo y matarlo al mismo tiempo. Para Kohl esto significa gritar, en un momento de triunfo “I NEVER LIKED FUCKING KULA SHAKER!”. Pero que si le gusta algún que otro single de Echobelly.
Es apreciar que sin ese embrión no seriamos quienes somos hoy. Es recordar viejos amigos, viejos lugares por los que uno caminaba, canciones cantadas con gargantas resecas con cariño, pero nunca con el suficiente ímpetu para buscarlos, porque en el fondo estamos contentos de ya no ser esa persona.

Phonogram

Mas:
.El Sitio Oficial
.Una entrevista a los autores