Visite Baltimore 01: Jimmy McNulty
I am fucked. Fucked is me.
Motherfuckers come to me and say, ‘It’s a new day, Jimmy.’ Talkin’ shit about how it’s gonna change. Shit never fuckin’ changes.
I wonder what it feels like to work in a real fucking police department.
– Jimmy McNulty.
Se puede hablar de The Wire sin hablar de Jimmy Mcnulty, pero sería algo similar a describir a un vertebrado sin mencionar su columna.
McNulty aparece en la primera y en la última escena de la serie, ayuda a lanzar la premisa del programa en su conjunto y el final de su arco dramático es el final de la serie en sí. Sin embargo, The Wire es capaz de hacerlo desaparecer durante toda una temporada, o de obscurecer deliberadamente su protagonismo en los primeros momentos. De algún modo pareciera que la serie misma nos dice “podría ser muy buena incluso sin McNulty, su condición dorsal es sólo una concesión a la estructura dramática”.
McNulty es un policía. Un buen policía de ascendencia irlandesa (un resabio de otro tiempo, de una policía que no dejaba entrar negros en una ciudad mayoritariamente poblada por ellos) rompepelotas, borracho, que escucha a los Pogues en su auto espantoso, irresponsable y ocasionalmente genial. La primera vez que lo vemos esta pidiéndole a un juez que le permita armar un equipo de investigación para hacer caer al capo de las drogas Avon Barksdale (que vende en un conjunto de edificios denominado “The Projects”, moles hacinadas con millones de ventanas y patios internos). La última vez que lo vemos lo han echado de “la fuerza” y esta remolcando a un homeless de vuelta a Baltimore. Que les diga esto no es un gran spoiler, ya que desde el primer momento uno sabe que lo único que le puede pasar a McNulty es que finalmente le peguen una buena patada en el orto.
McNulty es el clásico anti-héroe destructivo que esta tan obsesionado con su don, con su gracia, con aquello en lo que es mínimamente bueno, que todo lo que lo rodea se ve obliterado en un caudal de alcohol, egoísmo, mujerzuelas, odio a sí mismo y encanto. Es el “policía que no trabaja según el libro”, obsesionado con los casos, al que observamos luego despertarse con una resaca que dan ganas de arrancarse los ojos (hay un intercambio maravilloso con un policía de uniforme, de los que caminan la calle, en el que McNulty, hablando de resacas, le dice “You ever wake up with a pillow over your face? There’s mornings with a hangover I hold the pillow over my face, just to keep the light out and the pain down” y el policía le contesta: “Me, I just throw up once or twice and go to work”).
Dentro del Baltimore Police Department, McNulty es una célula extraña, un organismo que debe ser expulsado, porque es un buscapleitos, porque agita el bote, porque fastidia enormemente a sus compañeros y superiores. Es un “buen policía” obsesionado con la verdad y la justicia, pero también consigo mismo y con su imagen de héroe trágico. Es incapaz de darse cuenta del momento en que sus acciones lo alienan de sus compañeros y amigos (su frase de cabecera es “What the fuck did I do?”). Es incapaz de domesticarse un poco e intentar efectuar cambios más amplios desde posiciones más elevadas en la “Cadena de Mando” porque lo que le gusta, en el fondo, es la pelea y odiar a los superiores. Nunca ascenderá. Nunca repetirá las consignas oficiales e intentará aumentar las estadísticas de asesinatos resueltos. Es un milagro que haya durado lo que duró. Para las instituciones es un desastre.
Durante el transcurso de la serie lo veremos sumergirse cada vez más en su idea fija, en la persecución de una presa siempre un poco más lejos de su alcance, cada vez más infeliz. Durante el único período de tiempo en el que alcance una dosis de paz, su figura se desdibujará de la pantalla y sus apariciones parecerán transmitidas desde otra galaxia: sin alcohol, sin puteadas, un tipo serio y responsable. La obsesión policial no concuerda con la responsabilidad en el mundo de McNulty.
Dentro del mundo de The Wire, que el último de los policías honestos sea a la vez el último de los policías renegados, es una gran indicación. Sin embargo, McNulty también puede ser un hijo de puta: puede tirarles un muerto (u once) a sus antiguos compañeros, puede manipular escenas del crimen, puede alienar a todos sus aliados, puede insultar y escupir a aquellos escasos superiores que intentan protegerlo.
Parte del encanto de McNulty viene dado por esa condición de “rogue”, de bribón siempre al borde, pero la inteligencia de The Wire es que nos muestra que esos rasgos son también parte de su innegable decadencia y patetismo.
En el mundo de The Wire, McNulty es una especie de pequeñísimo gusano que opera una porción infinitesimal de una manzana mecánica: muy de vez en cuando sus berrinches, con el impulso y el timing adecuado, se amplifican a mayores distancias y alcanzan el espejismo de un cambio real. Él, sin embargo, se ufana, se desgañita, agota toda su energía golpeando la cabeza contra la pared y más de una vez se abre el cráneo intentándolo.