Thank God For Mental Illness
¡Señoras y señores, entren al gran circo y exposición de freaks del señor Bellini!. ¡Maravíllense ante su selección!. ¡Aquí observaran los mas grandes errores y fantasías de la madre naturaleza!. Contemplen: ¡El esqueleto humano!. ¡Admírense ante el Hombre Murciélago!. ¡Teman al horrible Gigante de Mongolia!. ¡Y sientan ternura por el increíble cabezón GREGORY!.
(Se produce un completo silencio en la sala, acompañado por la sonrisa expectante del presentador. De golpe, un sonido atronador)
I GREGORY!.
(Un niño con cabellos escasos en su cabeza enorme, ojillos que parecen un manchón de tinta y camisa de fuerza corretea por el pequeño espacio de su celda, chocando son las paredes, gritando inarticuladamente. Todo con una sonrisa en la cara)
¿Me están diciendo que ustedes no están familiarizados con este fenómeno de la naturaleza? ¿Que no conocen a nuestro pequeño cabezón?. El jovencito que ustedes ven aquí en alguna época gozó de cierta fama. Siempre hemos sido un espectáculo apreciado por aquellos de imaginación enfebrecida y talentos artísticos. En estos pasillos hemos captado tanto a lo más alto de las letras como a la lacra de los pasquines.
Hace ya más de una década solía visitarnos un jovencito particularmente curioso, llamado Marc Hempel. Pequeño y con una sonrisa maniaca, se la pasaba garrapateando figuras en blanco y negro en un cuaderno: matones geométricos, hombrecitos que parecían a punto de quebrarse como una caña, casas perfectas, construidas por el dios de la escuadra.
¿Que es lo que oigo?. Tu, jovencito, ¿conoces al héroe de nuestra historia?. ¿El de las “Kindly Ones”?. Bueno, muchacho, ¡el viejo Bellini no conoce nada de las Kindly Ones, pero te apuesta que el opus que nuestro autor le dedicó al pequeño Gregory es ampliamente superior!.
¿Que como puedo probar eso?. ¡Pues vea, señora, este apabullante despojo humano!. ¿Usted cree que de este hatajo de nervios en constante excitación, sin destino ni libre albedrío, renegado tanto de Dios como del demonio, se podría sacar un relato digno de ser leído?. Ahhhh, ¡lo sospechaba!. ¡Sospechaba su perplejidad ante el acertijo que le planteo!.
Y, sin embargo, ¡nuestro joven autor consiguió lo improbable!. Aunque el mundo de los dibujos y las viñetas le es casi ajeno a este viejo presentador, las breves pinceladas que he tenido el placer de contemplar, tanto adelante como detrás de la escena, ¡pintan un escenario similar al de mi oficio de tratar con fenómenos y rechazados de la naturaleza!. ¡Y puedo afirmarles que en mis largos y añejos años pocas obras tan excelsas he observado como “Gregory”!. En el momento de maquinarlos, lo juro por el espíritu inmaculado de P.T. Barnum, ¡el joven Hempel no parecía un artífice prácticamente novel, sino que plasmaba su energía y su furia en las paginas como un enloquecido Zeus!. ¡Oh, la sustancia poética que fue capaz de extraer de nuestro miserable Gregory fue suficiente para moverme hasta las lagrimas!.
¡Por momentos su manejo de la perspectiva y los puntos de vista eran suficientes para confundir, marear, perder y asombrar, todo en un mismo movimiento a este hombre del espectáculo, curtido y acostumbrado a observar los espectáculos mas caleidoscópicos!. Me recordaba a las épocas de gloria en que los alegres circos desplegaban todo su arsenal de colores en las calles, sus payasos que reían y aterrorizaban, sus elefantes entrenados, sus leones feroces, su fanfarria y su tragedia. Y cuando volvía mis ojos ante la pagina y la contemplaba como si fuese la primera vez… ¡volvía a notar su exquisito monocromo y me preguntaba si mis sentidos no estarían jugando conmigo!.
Ah, es bien cierto que nuestro joven autor tomó lo que llamaríamos licencias poéticas. Distinguida concurrencia: ¿ven ustedes alguna rata, ratón u otro animalejo afiliado a la familia de los roedores en esta celda?. ¡No! ¡Claro que no!. ¡Porque el Sr. Bellini se enorgullece de ser un proveedor de entretenimiento serio, que trata a sus criaturas con el amor que se debe a un hijo!. Entonces la existencia de Herman Vermin y Wendell, aquellos dos roedores, uno suicida y existencialista y el otro glotón y despistado, ¡no puede tener ningún asidero en la realidad y solo proceder de la desbocada imaginación de nuestro artista de marras!.
Y, sin embargo, ¡que adición mas feliz!, ¡que ejemplo mas adecuado de que el arte solo sirve para remodelar nuestro mundo y proveernos así de un mayor conocimiento del mismo!. Desde que este maestro de ceremonias no era un niño en las montañas de Turín que no reía tanto. Y lo que es mas curioso: ¡inmediatamente la sonrisa se transformaba en una horrible mueca de tristeza y piedad!. ¡Cada muerte de Herman, la pequeña rata negra, me dolía en el alma como duele la separación del ser amado!. Por suerte, como nos enseñan nuestro padres espirituales, los griegos, la comedia funciona con otros códigos, alejados del aburrido y mundano paisaje de nuestros días, y en la siguiente historia ¡su carbónica cola una vez mas desafiaba impávida a la autoridad!.
¡Cuan emocionante era, por otro lado, la sutil humanidad que unía a Gregory y a Herman a pesar de ser perfectos incomprendidos el uno para el otro!. ¡Cuanta luz echa su amistad sobre las cualidades mas felices de los hombres!. Su lealtad y preocupación por el otro me recuerdan otras relaciones famosas, incluidas en las conocidísimas parábolas chinas “El tigre y el niño” y “El cabezón y el perro”.
Ahhh, las horas de esparcimiento que esos pequeños cuadernos me proporcionaron…Desde ese día mire a este pequeñajo con nuevos ojos, plenos de comprensión y dulzura. Desde ese día comprendí que la idiotez es una forma de felicidad que nos completa y que cada hombre que se considere a sí mismo un optimista debería aprender de este jovencito, que en su continuo correr y chocarse, en su apreciación de las pequeñas cosas, nos da una lección de honestidad y valor…
Como han puesto a este antiguo presentador…la nobleza de nuestro insigne Gregory siempre me emociona…
Pero el show debe proseguir!. Síganme, damas y caballeros y pasemos a ver el espeluznante JOVEN LAGARTO!. Ustedes no creerán sus ojos!. Tras de mi!…
Gregory I
Gregory II
Gregory III