The Last Boy On Earth.

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(una versión un poco más corta de ésta crítica apareció en la revista Haciendo Cine de enero de 2012)

Tintín es una de esas propiedades cortejadas por Hollywood hace tres décadas, ya que las peripecias del asexuado periodista belga de jopo siempre fueron una fruta apetitosa, con su promesa de atracción para chicos y grandes, sus grandes vistas, sus coloridos personajes y su sentido de la acción amable pero cinético.

Steven Spielberg fue el cineasta que siempre deambulo más cerca del proyecto, Hergé confesó ser su fan a principios de los 80s y Steven se copó con Tintín cuando le recomendaron que lea algunos de sus álbumes porque se parecían bastante a las aventuras de Indiana Jones. Ambos creadores se iban a encontrar en 1983 pero el padre de la ligne claire murió una semana antes. Esta alianza es comprensible: comparten el amor por la aventura, por el descubrimiento, por como funcionan las cosas y una mirada de niño. Durante años la película yació en el limbo con diversas versiones sobre su realización con actores, con animación o (ya en los ‘00s) con una mezcla de las dos. Finalmente en el 2006 se forjó una alianza entre Spielberg, Peter Jackson y Universal. El guión se encargó a Steven Moffat, genial guionista inglés responsable desde hace algunos años de Doctor Who. Un tipo de 100 ideas por minuto. Sin embargo, sus compromisos con Doctor Who, y los problemas de financiamiento, que dictaminaron el ingreso de Paramount en la superproducción, harían que se baje del proyecto y su guión sea re-escrito por Edgar Wright (Scott Pilgrim, Hot Fuzz, Shaun of the Dead) y Joe Cornish (Attack the Block), dos capos de la vida del nuevo cine inglés.

La verdad es que el ensamble encargado del film era una verdadera bala de cañón de talentos, tipos imaginativos pero a la vez amantes de los géneros y personajes clásicos con los cuales trabajan. Las expectativas para la película eran altas. Y nos complace anunciar que “Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio” es casi perfecta. Es una bola de nieve, en la cual Tintín encuentra una pista en la primerísima escena y nunca para, en donde la acción y lo detectivesco se encadenan para crear curiosidad continuamente; de una manera tan fluida como el manejo de la cámara de Spielberg, que atraviesa paredes, alumbra vistas, juega con las perspectivas y el punto de vista de una manera virtuosa. Al lado de ello, los eventos se agrandan, las escenas de acción, que comienzan con la gracia del slapstick, se vuelven verdaderas piezas gigantescas, coreografías a lo largo de ciudades enteras (un amigo me comentó que Spielberg filma sus persecusiones de ese modo incansable porque tiene un trastorno de ansiedad, cosa que tiene bastante sentido).

La animación, esa mezcla de actores y computadoras, funciona muy bien y, al menos para este par de ojos, se escapa muchísimo del famoso “uncanny valley” donde los personajes animados nos asustan porque son parecidos a nosotros (por otro lado: ¿tiene sentido hablar todavía de “uncanny valley” cuando los juegos de videos actuales y masivos tienen gráficos que cada vez se asemejan más a la realidad de la carne?). No son los dibujos de Hergé, por supuesto (y habrá puristas que odiaran que los ojos de Tintín no sean dos puntos) pero tampoco es la dureza de “El Expreso Polar” o “Beowulf”. Es algo intermedio, plástico, expresivo y caricaturesco. Nick Frost y Simon Pegg como Hernandez y Fernandez son un hallazgo y Jamie Bell logra el equilibrio entre entusiasmo, inocencia y determinación que necesita un buen Tintín. Pero Andy Serkis se roba el show con un Haddock con grandes puteadas y que es el verdadero protagonista. Hasta logran un Milú con peso dramático propio, no un prop que de ternura y simpatía a la audiencia.

Es una película que logra rescatar la aventura cinematográfica clásica (no en vano se parece bastante a las buenas Indiana Jones) pero con tecnología moderna. Algo asombroso es que transcurre en un espacio geográfico reducido (Francia-Marruecos). Y en ese pequeño lugar hay de todo, desiertos, ciudades, mares, aviones y barcos; uno jamás se siente aburrido y más de una vez mira con asombro la pantalla. Cuando pensábamos que ya no había nada más que se nos pudiera mostrar, cuando los tanques de verano están editados de tal modo de que cada X cantidad de minutos algo aún más asombroso asoma y eleva las apuestas a niveles estúpidos (una ciudad devastada por robots, cientos de dragones saliendo de un castillo, un Kraken) hasta que nuestro cerebro estalle por sobrecarga, una película como Tintín nos muestra que solo hace falta amor a la búsqueda, a la curiosidad y a los desafíos para que un periodista de jopo (que no es Jimmy Olsen) nos haga sentir como niños de nuevo.


Un desempleado en el BAFICI

Esta vez el mes de abril me encontró desempleado así que por primera vez en varios años tuve tiempo de ir tanto como me plazca al BAFICI (el festival de cine independiente de Buenos Aires, aclaro para los lectores extranjeros que no tienen obligación de saber qué es). Lamentablemente ahora que vuelvo a tener el tiempo y que tengo la plata para comprar unas cuantas entradas ya no tengo la voluntad de antes cuando podía ver cinco películas por día por varios días seguidos sin cansarme ni aburrirme. Como todos los demás años me las arreglé para de alguna manera no ver ninguna de las películas de las que todo el mundo está hablando así que casi siento que ni fui al BAFICI. No lo hice a propósito, me salió así, me gustaría pensar que pasa que soy un tipo especial con gustos únicos que va a ver lo que los demás no, pero se que no es cierto así que debe ser que soy medio estúpido. A pesar de todo esto, vi algunas cosas y se las voy a contar.

Preludio
Podría decir que arranqué el festival con las últimas películas de Bela Tarr y Apichatpong Weerasethakul, no porque las vi sino porque fueron las únicas para las que fui a buscar entradas y estaban todas las funciones agotadas así que saber que no iba a verlas fue mi primer certeza del festival. Esta bien, no me preocupo mucho, para estas cosas existe Internet.

Viernes 8
El arranque real fue casi a la medianoche con Norwegian Ninja, una comedia noruega sobre un equipo secreto de ninjas que parodiaba algunos eventos reales de espionaje y terrorismo ocurridos durante la guerra fría. Ofrecía poco la película, ese humor “bizarro” tan posmo y tan de moda que ya deberíamos ir superando. Empecé con la puntería bien abajo.Domingo 10
Me pasé de largo el sábado y me fui el domingo a la tarde a ver la nueva de Kelly Reichardt, Meek’s Cutoff, y una australiana de la que no sabia nada. Meek’s Cutoff esta muy bien, el problema es que tal vez sea el western mas lento jamás filmado y yo casi no había dormido y estaba por desmayarme del sueño, así que me costó mucho pero después de quedarme dormido logré recomponerme y concentrarme durante la segunda mitad. Lo que pude ver me gustó bastante. Es un western solo en el sentido mas amplio del termino. Un grupo de colonos cruzando el desierto queda a la merced de sus inclemencias y desesperados atrapan a un indio para que los guié hasta donde haya agua, pero ellos no entienden al indio y el indio no los entiende a ellos. Alguna gente se quejó de que era demasiado lenta pero creo que la velocidad era adecuada. Vamos, ¿Cuanto más puede pasar en el medio del desierto?Apenas termino fui a ver Blame, una australiana sobre la cual el catálogo prometía que iba a ser un thriller “vertiginoso”, “tenso”, “electrizante” y no se que mas. La película es sobre unos pendejos que se meten en la casa de alguien en el medio del campo a asesinarlo por razones que no se explican hasta más tarde pero tienen todo poco pensado y los planes les empiezan a fallar. Es como una Funny Games en la que los personajes son imbéciles en vez de crueles. Era entretenida pero dejaba gusto a poco y tenia una vuelta de tuerca al final de esas que te arruinan la mejor película. ¿Qué necesidad hay de seguir haciendo estos finales?

Lunes 11
Primer día exitoso de mi BAFICI. Vi en la sala mas vacía en la que estuve Silver Bullets, la nueva de Joe Swanberg, a la que iba con expectativas altas seguro que no podía fallar y cumplió. La verdad es que estos directores mumblecore son una debilidad mía y hasta sus peores películas me gustan, pero esta es buena, Swanberg es un buen director y esta debe ser su mejor película después de Hannah Takes the Stairs. La película se trata de una chica que actúa en una película de terror clase B con hombres lobo, su novio director de cine que esta harto de las películas (interpretado por Swanberg mismo) y las tensiones sexuales que surgen entre directores y actrices y los conflictos que eso genera en la pareja. Es otra película mumblecore, hay mucha gente joven con problemas hablando sobre sus relaciones y sus expectativas de vida, pero mejor que muchas. Swanberg parece haber aprendido algunos trucos nuevos y esta dirigiendo y narrando mejor que nunca, con una sutileza nueva. Como dijo Marcos, en unos años hace una obra maestra.

Después corrí para ver una de las que mas esperaba del festival, The Ballad of Genesis and Lady Jaye, el documental de Marie Losier sobre Genesis P-Orridge y su difunta esposa Lady Jaye y la transformación que estaban llevando a cabo para mimetizarse en una sola entidad pandrógina. En la puerta me encontré a Amadeo, adentro nos encontramos con mi amigo Fernando y después seguimos saludando y reconociendo gente hasta que se apagaron las luces. Sentimos que tal vez todo el mundo en la sala era un conocido o un conocido de un conocido y nos sentimos un poco incómodos. La película intenta documentar la cotidianeidad de su relación y algo tan intangible e irrepresentable como el amor que siente el uno por el otro, con sensibilidad, sin sensacionalismo y con todo el genio y el magnetismo del que es capaz Genesis. Es un documental tierno, romántico y amigable que sorprendería a los que sólo conocen a Genesis como el tipo de las performances escatológicas de COUM Transmissions y la violencia musical de Throbbing Gristle. La directora estaba presente en la función, desgraciadamente para ella, que al final tuvo que soportar la peor sesión de Q&A con el publico de la historia de las presentaciones.

Martes 12
No había visto nada de Sion Sono. Aunque me habían recomendado mucho Love Exposure pero dura cuatro horas y siempre pospongo verla. El catalogo describía a Cold Fish con alguno de esos adjetivos genéricos de catálogo como “rebelde” o “subversivo”, lo cual no me dice nada de nada y menos cuando se lo dedican a una película japonesa. Increíblemente creo que esta vez significaban algo esas palabras. Cold Fish cuenta la historia de un pusilánime dueño de una modesta tienda de peces tropicales con un matrimonio infeliz y una relación terrible con su hija adolescente. Un día se cruza accidentalmente en su vida un hombre que es exactamente todo lo opuesto a el. Tiene una tienda de peces tropicales gigante atendida por jovencitas en ropa ajustada, maneja una Ferrari, es gracioso, vivaz, su mujer y su hija lo aman, y lo más raro es quiere ayudarlo y hacerlo socio de su negocio. Pronto se ven las verdaderas intenciones de este personaje y siguen dos horas impredecibles de violencia, sangre y perversión con la tensión entre las personalidades opuestas de los dos vendedores como centro del desarrollo. La película dura dos horas y media y no se hace larga nunca, las actuaciones son impecables, los personajes son densos y complejos, el ritmo es frenético y Sion Sono dirige tan bien. La única película que fui a ver sin saber que esperar y resulto ser genial.


Miércoles 13
Viaje una hora de ida y otra hora de vuelta hasta el MALBA sólo para ver un corto de media hora. Me encontré de nuevo con Fernando y cuando le dije que no tenía nada para el resto del día justamente me preguntó “¿Y te viniste hasta acá solo por un corto de media hora?”. Sí, sólo por un corto de media hora, pero no por cualquier corto sino por el nuevo corto de Thom Andersen, Get Out of the Car. Casi diez años después de la gloriosa Los Angeles Plays Itself, Andersen volvió con otra obra sobre Los Angeles, pero esta vez no se dedica a analizar cómo fue retratada por otras películas, sino que intenta hacer la película que le haga justicia a la ciudad con un collage de planos fijos de la ciudad, marquesinas vacías, calles desiertas, lugares abandonados, fragmentos de conversaciones y música pop. Por supuesto es tan maravilloso como todo lo demás que hizo Andersen. Es como una Lost Book Found, mas minimalista y con media hora menos y sobre Los Angeles en vez de New York, pero con una sensibilidad similar. Esa melancolía prestada de lugares que nunca conocimos, de una época que no vivimos. La película empieza con un plano de un cartel publicitario vacío y este dialogo en off:

¿Por que estas filmando eso?
-Porque es una película sobre carteles.
Pero ese esta vacío.
-Bueno, también es como una película sobre la ausencia.
Ok, avisame cuando estés filmando una película sobre algo.

Originalmente había pensado ver este día las de Tarr y Weerasethakul pero después de ver Get Out of the Car me alegre un poco de no tener que ver nada mas. Dieron otro corto antes, On Rubik’s Road, que eran un montón de escenas naturalistas de un pueblo letonio, pero llegué tarde y creo que no la entendí bien. No importa.

Jueves 14
Ultimo día. Dos películas, dos directores conocidos y confiables. Primero Caterpillar, la nueva de Koji Wakamatsu, uno de los grandes genios malditos del cine japones. Todas las que vi de Wakamatsu eran de los 60s así que no sabia muy bien en que estado se encontraba, y era una película anti-bélica sobre la segunda guerra mundial, que me parecía que era un tema un poco raro y obsoleto sobre el cual andar moralizando en el 2011, pero igual no quería dudar mucho porque, bueno, era Wakamatsu. Y no, no tenia que dudar. El mensaje habrá sido poco original, pero la brutalidad con la que te lo explicaba era demoledora. Acá los medios justificaban el fin y no al revés. La película es sobre un soldado japones que vuelve a su casa sin brazos sin piernas y sin poder hablar y su mujer se tiene que ocupar de el mientras todo el pueblo lo considera un héroe. Su mujer lo odia, desearía que hubiese muerto en vez de volver así pero también siente un cierto placer morboso ante que su marido sea una oruga y ya no pueda golpearla, y mientras ella empieza a volverse abusiva, el soldado es atormentado por sus recuerdos de él y otros violando mujeres civiles chinas en la guerra. Toda la crueldad propia de Wakamatsu, del mejor Wakamatsu, el director mas impiadoso desde Buñuel. En su cine no existe ningún lugar reconfortante, no hay bueno ni malos, nadie es inocente y todos son víctimas, el mal y la crueldad y la violencia son impartidos sin placer y sin justicia, sin mayores razones, solo una contingencia más que cae sobre personajes que tratan de lidiar con la irracionalidad y la injusticia de un mundo sin Dios. Wakamatsu se las arregla para que sea imposible empatizar cómodamente con cualquiera de los personajes y finalmente no deja una moraleja sino un vacío.

Ahora solo quedaba una película final y había decidido terminar bien arriba, la última de Monte Hellman. Si, después de mas de 20 años sin filmar y con casi 80 años el gran Hellman volvió. Si, una nueva película del director de obras maestras como Two-Lane Blacktop, The Shooting y Cockfighter. Bueno, el plan falló. Las expectativas no fueron cubiertas. No sé qué pasó, no sé qué es lo que no entendí pero creo que fue la primera vez que sentí que no estaría fuera de lugar preguntarle a un director “¿Y qué quisiste decir con esto?”. No entendí. No quiero decir que no entendí la historia, que me perdí o algo así, es otro nivel de incomprensión, no entendí de qué iba y a donde iba la película. Tal vez no iba a ningún lado. Era algo sobre un director mediocre que está filmando una película mala sobre un caso real sin resolver (algo de un romance/estafa/doble suicidio) pero esta demasiado metido en la película y empieza a perder la perspectiva y se enamora de su actriz principal y empiezan a pasar cosas con los cabos sueltos del caso real y no se qué y después termina. Y bueno, por momentos sentí que Hellman estaba tratando de decir algo sobre el cine y sobre dirigir, algo, no sé, pero la idea detrás de esto, sea cual sea, nunca terminó de llegarme. Espero verla de vuelta antes de opinar más porque tal vez en la segunda vuelta logre tener algo mas concreto al respecto, pero igual puedo decir que fue decepcionante. Ahora quiero saber qué película vió el tipo que escribió en el catálogo que esta película estaba al nivel de Two-Lane Blacktop. Y en esa nota baja se terminó mi BAFICI, ahora queda empezar a buscar y bajar todas las películas que no se pudieron ver.

Esto fue el BAFICI para El Baile Moderno y espero que les haya gustado.


Informativus Virtualicus.

Hace poco tiempo el querido Dario publicó éste post sobre Social Network en donde se quejaba de que la película era una oportunidad desperdiciada para hablar sobre ciertos fenómenos generacionales relacionados con la internet. Yo no comparto su dureza hacía la película, en realidad me parece que entronca bastante bien con las obsesiones de Fincher y que marca un punto interesante alrededor de la dicotomía que existe en Facebook entre su política “abierta y honesta” simbolizada para comenzar por su estricta adherencia a “nombre y apellido” y sus orígenes teñidos de dudas y puñaladas por la espalda que, en definitiva, sencillamente la retrotraen a ser otra empresa capitalista más, interesada por el profit y muy alejada del interés por sus usuarios. Ahora habría que ver si alguien se anima a hacer algo así con Google.

Sin embargo, si encuentro cierta razón en sus argumentaciones de que es muy difícil encontrar en esa película una transmisión de lo que realmente significa haber crecido en esta generación para la cual Facebook y la internet son cosas fundamentales y particulares de nuestra vida. O sea: de qué manera a la raza humana nos afecta el hecho de tener ingentes cantidades de información dando vueltas como si fuesen manzanas esperando ser recogidas de un árbol perpetuamente gratis. Por el hecho de que podemos saber casi todo de una persona inclusive antes de que crucemos una palabra con ella en carne y hueso. Por el hecho de qué ahora yo tengo abierto el google talk, más twitter, más 11 pestañas con artículos largos que quiero leer, más un paper académico que tengo que terminar, mas el Jdownloader, más el Soulseek. El otro día Eze me contaba de una persona que NO TENÍA INTERNET y yo sentía que era una especie de bicho extraño que pensaba extinto.

El cambio de paradigma que todo ésto representa, el hecho de que la información realmente sea libre, gratis, ilimitada, que la sociabilidad se haya vuelto algo que transcurre a través de una interfaz tan universal, ¿que nos hará como raza? Algunos dicen que nos va a volver mucho más estúpidos, incapaces de asimilar textos largos (y sin embargo ahí está mi carpeta con 40 o 50 textos interesantísimos guardados). Otros dicen que en realidad nos permite procesar una amplia cantidad de datos más rápidamente (y ahí estamos saltando de ventana a ventana como niños con ADD). Todos convivimos, cada día más, con jóvenes que a los 15 o 16 años ya conocen TODAS LAS BANDAS IMPORTANTES DEL MUNDO.

Y el cine atrasa. El cine atrasa muchísimo. Porque está realizado por personas que no han crecido con este paradigma, que por más que tengan smartphones y sepan twittear y sepan bajar películas de internet (o usar la Itunes Store) no quiere decir que sean REALMENTE nativos. Tomemos por ejemplo a “Tron: Legacy”, el disparador de este post.
“Tron: Legacy”, es, como me dijo mi amigo @muertopiscina, una mala película con un gran diseño y una buena música. En el momento de verla, resaqueado y en cama, realmente no percibí una gran ofensa contra mis sentidos. La verdad es que, también, el hecho de ver películas en la internet, streameadas, ha causado que mi nivel de expectativas alrededor de las mismas descienda estrepitosamente. Si me entretiene en el momento y tiene un par de buenas escenas, ya la archivo como decente. Solo luego, con el tiempo y la discusión con otros “fleshy ones” los defectos comienzan a salir a la luz. Además como he mencionado, el diseño de Tron hace que muchos de sus pecados pasen desapercibidos.

Pero cuando uno se pone a pensar, es en realidad una película que trata el tema más importante de nuestra época: information wants to be free / information wants to be expensive. Y no dice absolutamente nada sobre el mismo. La idea es la siguiente: Jeff Bridges, el antiguo jefe de la compañía seudo Microsoft que domina el mundillo del software en la película, fue absorbido por The Grid, el programa donde había descubierto vida en la película original. Desaparecido, su ethos de software libre y gratuito cayo en desuso y sus sucesores cobran cantidades enormes de dinero a escuelas y empresas por OSs que son iguales a los de los años anteriores en un nuevo empaque. Sin embargo, exceptuando una escena al inicio en donde el hijo y heredero heredero de Bridges leakea el software al público antes de su fecha de lanzamiento, la película no comenta nada más sobre el dilema.

De hecho, cuándo el pendejo pasa al mundo de Tron y se encuentra con que su padre ha sido depuesto por un malvado programa perfeccionista, todo el discurso atrasa 20 años. El programa en cuestión, Clu, quiere salir de The Grid con la intención de imponer orden seudo fascistoide al mundo. O sea: la información es peligrosa, no hay que dejarla escapar, hay que encerrarla en su mundo porque si no se viene el caos, la destrucción y la subyugación de la libertad. En el fondo el mensaje, por más que quieran pasar por liberales (y predeciblemente siendo una película de Disney) es profundamente conservador.

El dilema, en realidad, ya está resuelvo: la información es libre. Y el tema es que tanto los directores y guionistas de “Tron: Legacy” y de “The Social Network” son, como nosotros, boring old farts, gente que todavía recuerda como fue la vida antes de que las compuertas irrefrenables de la internet se abriesen, que todavía sabe cómo era que el conocimiento fuese arcano, fragmentario, putamente difícil de conseguir. Y que, quizás, en algún lugar oscuro de nuestros corazones lo extrañamos.

Pero ahí está el chico de 7 años con cuenta de Facebook, el bebe etiquetado con la placenta colgándole, el pre-adolescente de 10 con un smartphone, el adolescente que quizás nunca vea una serie en la televisión, el joven para el cual haberse pasado la mitad de sus 18 años en un mundo virtual sumamente elaborado será sencillamente normal. Las peleas que comenzarán y terminarán solo en la red. Los amores intangibles. Esa es la gente que podrá escribir y filmar la gran epopeya de estos años. Lo triste es que, muy probablemente, los jóvenes de esa época una vez más verán esa hipotética película como vieja y cansada.


Cine: The Room y Birdemic

Pese a considerarme bastante menos cinéfilo que mis otros compañeros de blog, en el último mes tuve el “gusto” de ver una seguidilla de tres películas que pelean por el mismo premio: El título a la “Peor Película de la Historia”. Estas películas son The Room, Birdemic y Troll 2.

No voy a detenerme en Troll 2, que aunque es genialmente espantosa, la sigo considerando a otro nivel que las otras dos. La gente que hizo Troll 2 sabe filmar, contar una historia, y es dentro de todo una película de género, aún con su maquillaje de risa, su trama surrealista anti-vegetariana y narración bizarrísima. Pero las otras dos.. ay, esas sí son otra cosa. Además, una cosa que comparten The Room como Birdemic es que son contemporáneas: Mientras que Troll 2 es de 1990, The Room es del 2003 y Birdemic del 2008. En cierta forma se podrían considerarlas como una “forma” de “nuevo” “cine”. Pero bueno, empecemos.

Birdemic:Shock and Terror es una película de terror dirigida por James Nguyen. La historia se podría resumir así: Pareja se conoce, se despiertan un día y hay una invasión de águilas y pájaros que azota el pueblo, a continuación, intentan escapar. Eso. El presupuesto de la película fue de unos 10.000 dólares.
La primera mitad de la película – y hablamos literalmente de la mitad, porque son unos 40 minutos de film – es la historia de romance entre Rod (el protagonista, un ‘emprendedor’) y Nathalie (una modelo). Alan Bagh, el actor detrás de Rod, debe ser el individuo más de madera que alguna vez estuvo enfrente a una cámara, y parece estar todo el tiempo en un estado pasmado y apático. Nathalie dentro de todo ‘zafa’, y se nota que esta utilizando la película como bueno, para seguir para adelante y utilizarala como portfolio o algo así. Durante esta primera mitad de la película vemos con insoportable lentitud como se conocen, salen una vez, salen otra vez, le va bien en el trabajo a Rod, le va bien en el trabajo a Nathalie. Una de las primeras escenas nos ilustra (quien sabe para qué) a Rod saliendo de su casa, subiéndose al auto, yendo por la carretera hasta llegar a su trabajo. Dura como 5 minutos y parece una de esas escenas interminables y ‘graciosas’ de Abbas Kiarostami pero con música buena onda de suburbio de fondo.

En el medio de toda esta primera parte se muestran los noticieros con noticias sobre calentamiento global lo cual – como fácilmente pueden adivinarlo – es la excusa por la cual aparecerán luego los pájaros malignos. Y llega el momento cuando aparecen.. Bueno.
Mejor, vean el Trailer de la película, que es un muy buen resumen de todo lo que es la película:

Los pájaros aparecen luego de como 5 planos que van mostrando la ciudad vacía de mañana, durante varios minutos. Luego hay un fundido en negro y aparece la ciudad con explosiones y rodeada de pájaros. A esta toma la acompaña un ruido de pájaros fuertísimo, saturado e insoportable que sería las delicias de Merzbow o cualquier músico noise.
Claramente la película la filmaron sin efectos y alguien que CLARAMENTE no tenía la más PÁLIDA idea de lo que hacía, agregó las aves más berretas de la humanidad. Son básicamente.. ¿GIFs animados?, que se mueven en bucle y aparecen por encima de los actores. Algunos aterrizan y.. explotan. Otros, en una escena incomprensible, escupen ácido sobre varios transeúntes. Ok.

En Birdemic están todos los defectos tradicionales de una película horrible: Diálogos para el suicidio, ausencia total de conocimiento del tiempo cinematográfico, no-actores, escenas totalmenteinnecesarias, escenarios e iluminación inexistentes, música de stock, etc. Para peor, el audio esta todo grabado directamente con la cámara, entonces entre toma y toma hay saltos, cambios de volumen e infinidad de otros problemas.
El resto de la película sería como la tradicional “vamos en una camioneta escapando de los zombies”, solo que bueno, con pájaros. Nadie explica a donde van, porqué van, y porqué simplemente no se encierran en una casa y “esperan” a que algo pase. Porque eso es lo que pasa al final, solo dan vueltas en la camioneta, en plan survival, encontrando conocidos muertos, reclutando otros, hasta que inesperadamente los pájaros SE VAN. ¡Y la película se termina!

Birdemic es, por lejos, la peor película que vi en mi vida. Peca de no solo ser malísima, con los peores efectos especiales de la historia sino que además es un bodrio irremable y lentísimo donde no pasa nada. No encuentro razones para recomendársela a nadie , excepto alguna tarde increíblemente aburrida con algunos amigos, con maní, doritos, y mucha, mucha cerveza.

The Room es otra cosa. Dirigida y escrita por Tommy Wisseau, una especie de Glenn Danzig después de la peste, The Room intenta ser un melodrama, un triángulo amoroso entre el protagonista, su mujer y su mejor amigo.

The Room y Birdemic son dos peliculas increíblemente ineptas, pero de formas muy diferentes. La primera diferencia podría ser el presupuesto: Mientras Nyugen hizo Birdemic con diez mil dólares, Wisseau invirtió (supuestamente) unos seis millones en The Room. No es que sea una película “con presupuesto” – tiene decenas de falencias claramente económicas -, sino que sus problemas más bien van por otro lado. “The Room” es una deconstrucción de pila de ideas y conceptos del cine, entendidos todos MUY MAL, convertidos en un objeto cultural extrañísimo y fascinante.
Lo primero es el guión y la estructura demencial de la película. En los primeros cinco minutos nos tenemos que fumar una “escena de amor” que es, bueno, los protagonistas a los besos revolcándose en una cama durante 4 minutos con música R&B de fondo. Diez minutos después, increíblemente, viene OTRA “escena de amor” casi idéntica a la primera. Te querés matar. La construcción de los diálogos es graciosísima, donde cualquier pregunta incómoda se responde con un “i don’t wanna talk about it”, y cualquier conversación empieza con “Hi (nombre)!” y se acaba con “ok i gotta go”. La historia tiene varios intentos de subtramas que sólo duran una escena y no tienen ningún contexto ni sentido – incluyendo esa gloriosa escena donde la madre de Lisa dice que “definitivamente tengo cáncer de mama”, detalle que nunca más aparece en la película. Los personajes son inverosímiles, incomprensibles. Está por ejemplo del Denny, el niño-adolescente que es vecino de la pareja principal, que nunca jamás podemos entender si es un niño, si es adolescente, o si es tarado, o cómo es que se comporta como un niño de 10 y se mete en problemas con drogas. No. Tiene. sentido.

Lo más interesante de The Room es que durante la duración del film, vemos la visión de lo que es el cine, una película, y la cultura norteamericana a través de la mente retorcida de Tommy Wisseau. En el mundo de The Room (como lo hablamos ya con Dario) no hay nada más divertido que jugar a tirarse una pelota de fútbol americano a 3 metros de distancia, una mujer miente que su marido la golpea sin ningún tipo de razón o sentido, y todos los personajes entran y salen de escena como si fuesen Kramer en Seinfeld. En The Room un personaje puede desaparecer de la mitad de la película (porque el actor no lo soportó más y se fue de la película) y sus líneas pueden ser dichas por otro personaje que aparece sin ningún tipo de explicación.

Ahora The Room es de culto. Se organizan screenings donde van todos los fans a verla, como un evento. Wisseau abrazó el “éxito” de la película, da charlas, va a convenciones, subiendose al carro de forma casi admirable, diciendo que en realidad la película es una comedia y siempre fue armada así, y que todos sus errores son ‘a propósito’. En fin, que disfrute el hombre de su éxito inesperado. A nosotros nos queda la película, que simplemente no hay con que darle, y es muy, muy divertida, y se banca varias revisiones donde uno siempre encuentra un nuevo detalle extraño, estúpido y encantador.


Oportunidades desperdiciadas

No es una mala películaThe Social Network, de hecho me gustó y no quiero hablar muy mal de ella, pero sus defectos me parecieron más dignos de mención que sus virtudes. Es una película entretenida, bien narrada, bien actuada y que despierta interés aunque todos sepamos qué pasó (Zuckerberg hace Facebook, todo el mundo usa Facebook, Zuckerberg se pudre en plata) pero no puedo dejar de verla como una oportunidad desperdiciada.The Social Networktenía que ser la primer gran épica de nuestra generación, un retrato de la era digital, pero se queda corta. La película es una épica empresarial que se podría ambientar en cualquier época cambiando la empresa y no se perdería nada de la historia, que sea sobre Facebook y la web 2.0 parece apenas una eventualidad pero es esa eventualidad la que nos hizo ver la película. Y no, no es una mala épica empresarial, pero simplemente no es todo lo que podía ser.

David Fincher es un director correcto, logra películas fácilmente mirables y estéticamente placenteras, sin excesos y sin mucha personalidad. Así, correctas, bien moderadas. No molestan y lucen bien pero dan poco para pensar y dejan poco en la memoria. Ni hablar de correr riesgos o de poner ideas de verdad en las películas, pero tampoco es que les pedimos eso a todo el mundo. Típico director que viene de la publicidad, menos un autor que un técnico eficiente. Y lo primero que me pregunto es como sería esta película en las manos de otro director. Fincher agarró un tema actual, que le interesaba a todo el mundo, con el cual el cine prácticamente todavía no se metió y no hizo nada con él. Con el hype que rodeaba a la película esperaba ver un retrato del creador de Facebook que se expandiera y se convirtiera en un retrato de nuestra época, un análisis de la vida en la era digital, lo que sea pero algo más. La falta de análisis de cualquier tipo hace que la película se sienta genérica, como que no tiene nada realmente para decir y no es que a todas las películas le pido la misma cantidad de contenido pero con un tema como este había cosas más interesante para hacer, había tanto para decir pero Fincher no se juega en ningún momento.

***
Cuando vi el trailer de Black Swan me ilusioné, después me enteré que era de Darren Aronofsky y me decepcioné, después decidí darle una oportunidad, después me decepcioné de nuevo. No me atrevía a ver una película de Aronofsky desde Requiem for a Dream y (aunque esta nueva es muchísimo mejor que aquel horror) siento que podría haber dejado las cosas así y seguir sin ver ninguna y no me habría perdido nada.

Black Swan cuenta la historia de Nina (Natalie Portman), una bailarina de ballet reprimida, introvertida y con una madre sobreprotectora que se esfuerza para conseguir el papel principal en una puesta de El lago de los cisnes. El director (Vincent Cassel) ve a la inofensiva Nina ideal para interpretar la parte de Odette, el cisne blanco, pero duda que sea capaz de hacer a Odile, el cisne negro. En el medio aparece Lily (Mila Kunis), una bailarina nueva en la compañía que baila tan bien como Nina pero de forma más suelta y sin la represión sexual, el cisne negro a su cisne blanco. El enfrentamiento con su lado oscuro y sus impulsos reprimidos conllevan al lento descenso en la locura de Nina.

Aunque esto no suena necesariamente mal en el papel la película termina siendo algo así como Repulsion filmada por un Polanski sin talento. Los personajes son unidimensionales y no tienen ningún desarrollo real. Nina recibe un poco más de tratamiento pero es básicamente solo un avatar de la inocencia y la represión puesto ahí para ser instrumento de la historia, Lily es el opuesto de Nina y solamente funciona como un mecanismo narrativo, como parte del simbolismo general de la película, la madre solo aparece para estar loca y gritar y el director es francés y eso es todo su personaje. Ninguno tiene pasado, historia ni nada en la vida más allá de lo que filma la cámara.

Aronofsky es un director deshonesto, su estilo es un montón de trucos y afectaciones para convencer al espectador de que está viendo una obra profunda que trata cuestiones importantes. Es todo un engaño. En Black swan usa el simbolismo y la ambigüedad como si fueran un valor en sí mismo. Debería decirlo en el poster, “this movie features: symbolism, ambiguity”. O tal vez en la calificación de la MPAA “rated ART for symbolism and ambiguity”. Cualquier ambigüedad sobre el valor de realidad de algún evento es eventualmente aclarada (¿desconfiará de la inteligencia del público y creerá que no van a entender si no explica algo?) o es finalmente irrelevante y el nivel de simbolismo que usa es el más básico posible. Los simbolismos no sirven para agregar una capa nueva de significado en la película sino que subrayan lo que ya está en la historia hasta hacerlo estúpidamente obvio. Todo está basado en la oposición cisne blanco/cisne negro, el primero representado por Nina y el segundo por Lily, y parece una idea bastante simple pero Aronofsky parece tener miedo de que alguien no lo entienda y llega a límites como hacer una escena en la que Nina alucina que le crecen plumas negras de la espalda (acá podría mencionar también que apenas aparece Lily vemos claramente que tiene un tatuaje en forma de dos alas negras en la espalda). Está aterrado por no dejar algo suelto, algo que no se entienda fácilmente, algo que podría dejar pensando al espectador, no se atreve a jugarse con nada, ofrece respuestas antes aún de que nos planteemos las preguntas, es desesperante.

El descenso en la locura de Nina es paralelo al descenso de Aronofsky en la vulgaridad durante el cual va sucumbiendo a sus peores instintos y usando sus peores recursos. La película avanza y empiezan a aparecer los cortes rápidos para hacerte saltar del asiento, los raptos de locura con montaje rápido y descontrolado, las alucinaciones ridículas, las escenas más obvias, el tono menor de la primera mitad de la película desaparece y terminamos con una vuelta de tuerca poco sorprendente.

Lo peor de Black Swan, lo que la hace realmente odiosa, es que la película podría haber sido mejor, podría haber sido buena. La materia prima estaba ahí, se nota fácilmente. El problema es el mismo que con Social Network con la diferencia que Fincher no hizo una completa basura con su película. Hacía falta un director con un poco más de sutileza, más inteligente, con menos miedo a la ambigüedad, que confiara un poco más en la inteligencia del espectador, más capaz de mantener el tono y un ritmo razonable, pero en vez de eso está Aronofsky.