(Advertencia: Darío está a punto de hablar de un tema del que no sabe absolutamente nada, en este caso, diseño)

Creo que llegué un poco tarde a la cuestión porque se habló bastante al respecto hace un par de meses, pero ayer lo discutí con Quese y tengo que decir lo que casi nadie dijo: yo banco al logo de las Olimpíadas Londres 2012.

Unánimemente el logo diseñado por la agencia Wolff Ollins causó risas y desprecio de toda la gente que escuché opinando. En cambio yo soy uno de los pocos (y no es para llevar la contra) a los que les gusta el logo. ¿Por qué me gusta?

Ok, primero comparemos el logo de Londres 2012 con el de Chicago 2016 (vamos a dejar de lado el de Beijing 2008 porque no me disgusta pero es aburrido y no me parece que haya mucho que decir sobre él).

Uno me gusta mucho y el otro no me gusta nada. Los dos logos son muy diferentes. Y cada uno dice cosas diferentes. Un amigo diseñador siempre me repite una y otra vez que el diseño es comunicación y que tiene que se diseña en función a lo que se quiere comunicar. Y a ese nivel el de Chicago es fácilmente asociable con las Olimpíadas. Es un logo sobrio, solido, masculino, ultra-conservador, con líneas fuertes y ascendentes, de una estética casi fascista. Es un logo muy digno de esa celebración de la masculinidad, la competitividad y la supervivencia del más apto que son las Olimpíadas. En cambio el logo de Londres es todo lo opuesto. Es un logo desordenado, de líneas oblicuas y colores chillones, poco masculino, moderno, anti-conservador. Es todo lo que uno no asociaría jamás con las olimpíadas.

Es fantástico. Es un logo explícitamente feo, estridente, kitsch. Es crudo y desprolijo. Pero no es una pieza de diseño vulgar y facilista que le va a gustar a la mayoría de la gente y pasar desapercibida para el resto. En el momento en el que fue presentado ya se esperaba una reacción como la que generó, por una razón simple, ¡es feo!

«¿Pero cómo?», debe estar pensando más de uno, «lo está defendiendo y al mismo tiempo dice que es feo, ¿de qué carajo habla?». El logo no es feo porque está mal hecho, el logo es feo porque usa su derecho a la fealdad, su derecho a redefinir la idea de belleza en sus propios términos que todo buen artefacto estético tiene (ese derecho que fue otorgado por Rimbaud cuando destruyó el ideal occidental de belleza en su «Venus Anadiodema» describiéndola como gorda, fea y con una úlcera en el ano). A primera vista luce obviamente feo y antiestético, pero la falta de accesibilidad no es falta de calidad y con el tiempo uno se va acostumbrando y lo entiende mejor. Es un grower. Confieso que yo también me reí la primera vez que lo vi. Y creo que en algunos años lo vamos a ver como perfectamente representativo de esta época. ¿Por qué el logo debería ser clásico antes que ser una imagen perfectamente digna de su época?

¿Queremos otro aburrido vanilla-flavored logo como el de Chicago que muestre todas las peores ideas que se pueden tener respecto al deporte o un logo arriesgado que diga algo diferente y tenga una noción de diversión que comúnmente no tiene nada que ver con el deporte? Creo que al menos conceptualmente, todos los logos y todos los diseños deberían ser como el de Londres. Así de feos.


Modernistas 03: Momus

Creo que ya para ningún lector asiduo de este blog Momus es un desconocido, así que no creo que haga falta mucha introducción (si de cualquier manera quieren una, tomen este post como tal). Hace tiempo que considero a Nick Currie uno de los músicos más pasados por alto de los últimos 20 años, además de un excelente y agudísimo crítico cultural cuyo blog es una de las mejores lecturas que hay por la internet últimamente. Hace poco aceptó hacerse un tiempo entre su blog y la escritura de su primer libro para responder vía mail unas cuantas preguntas nuestras y acá está la entrevista resultante. Con ustedes, Momus.

¿Cómo llegaste a empezar tu carrera musical solista después de estar en The Happy Family? ¿Había algún concepto original detrás del proyecto?

Bueno, hay que distinguir entre dos cosas, la urgencia interna de crear canciones y las oportunidades que tenés, en el mundo exterior, de hacer discos. Tuve la compulsión interna, en verdad, desde la niñez, y estaba siempre haciendo grabaciones de mis composiciones. Estuve repasándolas recientemente, y me suena casi a música étnica primitiva. Pero en términos de oportunidades específicas de hacer discos, el sello de The Happy Family, 4AD, estaba deseoso de hacer un EP y un LP con nosotros pero no parecían muy comprometidos más allá de eso. Nuestro álbum no fue un éxito comercial y no teníamos níngun aliado poderos en la prensa o la radio detrás nuestro.

Lo que sí teníamos era a Mike Alway de Cherry Red, quien estaba muy interesado en llevar las cosas más lejos. The Happy Family se encontró con él en Londres en 1982, pero no terminaría haciendo el primer disco de Momus hasta dentro de tres años. Primero disolví The Happy Family y volví a la Universidad de Aberdeen para terminar mi título de literatura. Después me mudé a Londres en 1984 y hablé con Mike sobre lanzar una carrera solista para Momus. Quería ser un tipo diferente de artista, más poético y excéntrico. Alguna especie de fusión de Kierkegaard, Joni Mitchell y Jacques Brel.

Tu álbum debut, Circus Maximus, es una representación personal de historias y personajes bíblicos. ¿De dónde sacaste esa idea? ¿No era un poco demasiado dramático empezar tu carrera identificándote con un mártir como San Sebastián o era una representación de tus expectativas sobre el futuro de tu propia carrera?

Supongo que esto era algo profundo de mi identidad cultural como escocés y en la historia de mi familia. La religión realmente nos formó. La familia por el lado de mi padre eran puritanos muy estrictos pertenecientes a una secta llamada The Plymouth Brethren. Ultra-calvinistas, un poco como los fundamentalistas musulmanes de hoy. Los padres de mi madre eran diferentes, seculares. Realmente, si ponés a mi abuelo paterno (un puritano) y a mi abuelo materno (un mujeriego), ¡tenés Circus Maximus! En mi familia inmediata, en cambio – eran lingüistas y bibliotecarios – había un interés más desprendido por la religión. Mi madre, por ejemplo, estaba estudiando teología en la universidad alrededor del mismo momento en el que yo estaba componiendo canciones para mi primer disco. Los temas religiosos (pero no sentimientos o prácticas religiosas) estaban alrededor de mi. También estaba muy influenciado por Brecht -musicales como El ascenso y caida de la Ciudad de Mahagonny, que tomaban al Antiguo Testamento en calidad de «literatura folklórica». Los títulos tentativos de Circus Maximus eran «God at the Circus» y «Bread and Circuses». El segundo de esos títulos viene de una referencia de Kierkegaard a la famosa observación de Juvenal de que la gente solo se preocupa por «pan y circo»: comida y entretenimiento popular.

La tapa de San Sebastián refleja, creo, el hecho de que estaba yendo mucho en esos días a la Galería Nacional en Trafalgar Square. Es algo que podés hacer cuando estás desempleado. Tomabada el autobús 137 desde Streatham, donde vivía en una horrible casa suburbana, y miraba las pinturas renacentistas, que usualmente tomaban temas religiosos, pero eran básicamente pretextos para los pintores (a menudo gays) para representar escenas de erotismo. Era un tipo de escapismo para mi. El absurdismo erótico de las pinturas de San Sebastián (él ni siquiera murió por esas flechas, pero sobrevivió solo para ser apaleado a muerte poco después) es algo que impactó muy tempranamente, en viajes con mi madre a la galería de arte en Edinburgo. Supongo que el atractivo de esta iconografía para artistas gay como Derek Jarman o Mishima pudo haber llevado a alguna gente a pensar que yo era gay; de hecho no era ni gay ni cristiano, sino alguien que encontró en ambos temas caminos fascinantes hacia el centro de los temas que me interesaban: sexo, crueldad, cuentos folklóricos, el sentido de la vida, el interjuego entre lo banal y lo sublime, el canto de sirena del entretenimiento y los medios, desafíos al poder, y así.

Durante el final de los 80s y el principio de los 90s estabas en el sello discográfico más trendy del momento, Creation Records, y girabas con bandas igualmente trendy como Primal Scream y Felt. ¿Sentiste en ese momento que alcanzar éxito comercial real era posible? ¿Influyó eso tus disco de esa época?

Ciertamente sentí que el éxito era posible. Cada álbum se volvía más comercial. Me estaba acercando a mi momento de explosión. Y llegó a finales de los 80s. La explosión no fue tan grande como esperaba – Creation verdaremente arruinó la distribución del single «Hairstyle of the Devil», y despés de eso creo que decidí que realmente no quería seguir intentando alcanzar ese tipo de éxito mainstream. No era realmente ese tipo de artista. Quería seguir haciendo discos por un largo tiempo, pero no necesitaba ser una estrella pop. ¡Creo que como estrella pop me hubiese convertido en una persona más bien insoportable! Y, en verdad, no había nada material que quisiera. No quería un auto, una casa, todo eso. Quería seguir haciendo discos, ¡y quería impresionar mujeres! Desde ahí, traté de mantenerme sexy mientras «optimizaba mi marginalidad» – sacando lo mejor de la libertad que la falta de éxito te permite.

A principios de los 90s empezaste tu caida en desgracia con la prensa musical con Hippopotamomus recibiendo 0 sobre 10 a manos de algún escritor puritano de la NME que todavía debe estar shockeado después de escuchar el disco. ¿Te interesa siquiera lo que dicen los críticos? ¿Pensás que ese tipo de prensa tiene todavía algún tipo de utilidad o que está obsoleta y su lugar fue ocupado por blogs y foros y otras formas en las que la información se esparse actualmente?

Siempre estoy interesado en lo que los críticos tienen para decir, y creo que una mala reseña puede ser tan útil, y tan interesante, como una buena. Más interesante, tal vez (pero quizás soy un masoquista). De lo que me di cuenta a comienzos de los 90s es de que a pesar de que soy 100% británico, soy en realidad más bien incompatible, como artista, con Gran Bretaña. Existe un conservadurismo -inclusive un conservadurismo sexual (Freud es rechazado tan vehementemente como Marx)- en Gran Bretaña que me condenaría a ser un eterno crítico social o satirista, pero mi sátira nunca lograría ningún cambio real en la sociedad. Todo lo que haría sería atarme a gente y actitudes que no me gustan, y en un sentido hacerme dependiente de ellas – a antítesis permanente a la tesis británica. Ese es el problema de la sátira; te convierte en un accesorio de tu enemigo.

Así que dejé Gran Bretaña; me mudé a Francia en 1994. Es cierto que me mudé de vuelta a Londres en los tres últimos años del siglo -las cosas parecían haber cambiado, con un gobierno de izquierda (¡eso creímos en el momento!) y una nueva creatividad, especialmente en las artes visuales. Pero rápidamente me desilusioné de nuevo. De hecho, Gran Bretaña estaba peor que nunca – crecientemente violenta, obsesionada con el fútbol y el hooliganismo y el horrible resentimiento de los tabloides, socialmente dividida de forma cortante, su conservadurismo expresado en una obsesión con la propiedad de casas, su neurosis sexual en la caza de brujas de pedófilos y otros desviados.

Así que me mudé a Nueva York en el 2000, y a Tokyo después de que el 9/11 hiciera a Nueva York mucho menos divertida. Y ahora Berlin, una ciudad en la que me siento bastante como en casa.

La mayoría de los álbumes, especialmente los posteriores a la mitad de los 90s tienen conceptos fuertes y claros. ¿Cómo trabajás alrededor de eso? ¿Tenés los conceptos y después empezás a escribir canciones siguiendo estrictamente ese concepto o tanto las canciones como el concepto salen naturalmente de tus intereses del momento?

Para mi un álbum es un poco como una novela. Necesitás tener una idea clara un tu mente, un conjunto de limitaciones e intereses. Siempre fui tal vez más ambicioso, creo, que muchos otros artistas, pero mi ambición era para el medio mismo. Un álbm siempre tiene que ser un «disco conceptual» en el sentido de que debería ser una manera de trabajar ideas, sentimientos, deseos. Eso no quiere decir que sepas por adelantado a donde te van a llevar esas investigaciones. No sabés. Pero tenés que tener un conjunto de preguntas, de preocupaciones, con las cuales empezar. Eso puede estar resumido en algún título con el que estés trabajando. Usualmente empiezo con títulos.

En los 80s pensaba mucho acerca de la televisión, o acerca del SIDA, o acerca de la transgresión. En los 90s mi atención se movió hacia Japón y el consumismo e Internet. Estos eran los temas que estaban en el aire en el momento, y tenía que escribir sobre ellos. Desde el 2000 estuve más interesado en la otredad, en el desorientamiento, en la identidad cultural, en el diálogo entre lo real y lo plástico, y en el alzamiento de Asia como el nuevo eje del mundo.

¿Podés explicar un poco los conceptos de vaudeville futurista y barroco análogo? ¿Esos conceptos todavía te sirven o simplemente los dejaste atrás?

El vaudeville futurista se remite, tal vez, a mi interés en los 80s en la televisión como «vaudeville electrónico» -en Gran Bretaña, esa es una tradición muy fuerte, desde los salones de música hasta el tubo de rayos catódicos hay un paso muy pequeño. El vaudeville, para mi, es sobre la comedia y una forma particular de narrativa, una muy antigua que viene desde Plauto y e incluso antes. Reirse de estereotipos, de exageraciones absurdas de rasgos comunes, de situaciones burlescas, de lo priápico y lo fálico. Lo de «futurista» implicaba que esta técnica narrativa sería empujada al medio de un mundo cambiado por la globalización y la tecnología. Así que no sería un trovador con una guitarra, sino alguien con la última tecnología al servicio de esta antigua forma narrativa de la canción cómica describiendo situaciones cómicas. Lo antiguo y lo moderno.

Barroco análogo fue una respuesta al regreso a la electrónica análoga. Nos hartamos de sintetizadores que podían sonar como cualqier cosa excepto como sí mismos. Estaba fascinado por Walter Carlos en ese momento – esa combinación de lo muy viejo y lo (por entonces) muy nuevo, y la manera en la que esos elementos podían enajenar mutuamente. También tenía la idea de que las nuevas formas narrativas, conversacionales, que estábamos usando en el email podían ser un nuevo tipo de canción artística – podías tener, en otras palabras, una suerte de canción de Schubert (con el tipo de «composición continua» de ese tipo de tradición de salón – sin repetición, ni estructura verso/estribillo, sino un acompañamiento que seguía los pensamientos expresados en la poesía) con letras tomadas de emails perversos o graciosos. ¡Creo que también era un tipo de «song blogging»!

El reversionamiento análogico de Holger Hiller de la opereta para niños de Paul Hindemith, Wir Bauen Ein Stadt, fue también una influencia en el período del barroco análogo. Supongo que lo dejé porque extrañaba algún tipo de calidad emocional que al barroco análogo – que se volvió una especia de estilo bromista – le faltaba.

¿Qué estabas exactamente tratando de logra con Folktronic? ¿Remodelar el folk a través de las nuevas tecnologías musicales en formas previamente inimaginadas e introducir la electrónica en él o de crear un nuevo folk posmoderno para la era digital?

Folk posmoderno para la era digital suena correcto. Era como mi «álbum americano», y juega con la idea de que aunque hay algo de escocés en América – especialmente en cosas como la música apalache de violines – es de cualquier manera algo escocés plástico, separado de su origen. Esa falsedad es celebrada y exagerada en todas las bromas anti-rockistas con violinistas rompiendo sus violines mientras escuchan Jean-Michel Jarre, y así. Estoy simultáneamente celebrando a América y su cultura plástica definitiva, y criticando su vulgaridad e insipidez. Interpreto la locura de la cultura americana – sus outsiders, sus puritanos, su patriotismo infantil, sus políticas reaccionarias. De alguna manera es una visión del S.XVIII del Nuevo Mundo.

¿Cómo empezó tu obsesión con Japón? ¿Por qué dejaste Tokyo por Berlin cuando usualmente decís que Tokyo es tu ciudad favorita y la ciudad más sexy del mundo?

Tokyo es simplemente muy cara para mi. También es un lugar en el que me vuelvo un poco loco sexualmente, ¡precisamente porque es tan sexy! Así que es mejor para mi vivir barato en Berlin, y mantenerme relativamente cuerdo, y solo visitar Japón una vez por año. Y sobre donde empezó mi obsesión, no tengo idea. Japón siempre pareció una isla espejo de Gran Bretaña, pero un espejo donde mucha gente tenía mucho mejores personalidades que la gente de Gran Bretaña. A algún nivel esto es una proyección de mi parte, pero en muchas formas todavía pienso que ese es el caso. Realmente me siento en casa entre japoneses, aún cuando no puedo seguir lo que dicen.

Compusiste canciones para otros artistas como Kahimi Karie y compusiste unos cuantos «audioretratos» para un montón de gente que pagó por ello en Stars Forever, y la mayoría de tus canciones están a kilómetros de distancia de ser íntimas o algo parecido. Supongo que despreciás totalmente la idea de sinceridad u honestidad en la música, ¿no?

¡Pero yo creo que soy muy sincero y honesto en mis canciones! Es un cierto conjunto de señas e indicaciones formulares de sinceridad y honestidad lo que objeto. Ciertos tonos de voz, ciertas transiciones de acordes, ciertas protestaciones, ciertas capitulaciones ante el género, ciertas imitaciones de otros artistas. El hecho es, podés ser sorprendentemente «honesto» escribiendo canciones para una mujer siendo un hombre – siempre y cuando estés en contacto con tu mujer interior. Igualmente, podés hablar sobre vos mismo mientras hablás, ostensiblemente, acerca de alguien más en una «canción retrato». Esto es algo con lo que he jugado una y otra vez en mi trabajo: una máscara no es un disfraz, sino una revelación.

En tu último álbum, Ocky Milk, hay algunas de las canciones más amables y menos irónicas de Momus hasta la fecha, como «Hang Low», «Frilly Military» y «Nervous Heartbeat». También el disco termina con una canción que describiste como un réquiem para tu libido, «Ex-erotomane». ¿Estás realmente dejando atrás la habitual perversión y los contenidos sórdidos a los que estábamos acostumbrados? ¿Es otra reinvención de Momus y deberíamos esperar más material como ese en próximos discos o fue tan solo una broma?

Este fue «el disco amable». También trabajó mucho con la idea de «sentimental torch music» (en Japón: Enka) y con el dispositivo de alienación de traducir blog japoneses con Google para generar imágenes líricas extrañas. ¡Quería ser un crooner! Pero también podés verlo como un «cierre del círculo» – mucho de mi trabajo anterior es la parte estética del Either/Or de Kierkegaard (la parte del Diario de un seductor), pero este «álbum amable» es un intento, desde la mediana edad, de escribir la parte ética de ese libro en canciones. «Puse mi corazón en ser bueno, muy amable…» (*) La vida ética, para Kierkegaard, eran el casamiento y el Cristianismo. Para mi creo que es algo diferente. Tal vez una vida lenta y una relación fuerte.

Sos un blogger notable y ya escribías periódicamente en tu sitio mucho antes de que todo el mundo tuviera un blog. ¿La blogósfera cumplió con las expectativas puestas en ella? ¿Cree que los blogs se convirtieron en todo lo que se pensó que podían ser, realmente funciona para vos?

¡Está funcionando un poco demasiado bien! Lo hago obsesivamente, y creo que algunas ideas que alguna vez hubiese usado para canciones ahora las «desperdicio» en entradas en el blog. Pero en un sentido bloggear me convirtió en la estrella que la música pop nunca pudo. Las estrellas de google son las nuevas estrellas pop. Y yo nací para bloggear – llevo escribiendo diarios desde una edad muy temprana, y también haciendo revistas de poca circulación, como Curreview, una revista que hacía para mi familia inmediata. ¡Tenía una tirada de cinco ejemplares!

Escribiste que «si la música no murió exactamente en 2006, ciertamente cayó al costado, despedida, denostada, decentrada, destronada del lugar de actividad creativa ejemplara, la más vibrante subcultura». ¿Podés extenderte sobre eso? ¿Cuál es el sentido de todavía realizar un arte que considerás muerto?

Bueno, blogee mucho sobre esto. Considero que la demografía es la culpable – el rock envejeció junto con su público, y no nace suficiente gente joven en nuestras sociedades ahora para darle competencia a los viejos, y establecer su propia forma radicalmente nueva de música pop. Hay cosas interesante sucediendo en los márgenes, pero nunca van a cruzar el margen y convertirse en «el sonido de una generación» de la manera en la que los Baby Boomers vieron que sucedía con su música. La tecnología también es culpable, porque «la ubicuidad es el abismo», y el mp3 hizo a la música más ubicua – y opresiva. Ahora estoy en verdad más interesado en formas de arte mudas, como el arte visual. Pero, habiendo dicho eso, estoy en este momento, ¡a punto de ir a un concierto! Ok, es un concierto de sonido ambiental, grabaciones de campo. Sin ritmos, sin acordes, sin letras.

¿Estás actualmente más interesado en el arte que en la música? ¿Tus incursiones en el mundo del arte influenciaron de alguna manera tu música?

Bueno, empecé a tener exposiciones de arte con una en Nueva York llamada «Folktronia» que era una extensión directa de las ideas del disco Folktronic. Me parecía que el mundo del arte estaba mejor dispuesto para lidiar con ideas originales. Dejame que lo explique así: la prensa de UK nunca entendió lo que estaba haciendo. Especialmente después que terminaron los 80s, la crítica musical no era un lugar para la discusión de ideas. El mundo del arte sí parecía serlo. Parecía todavía muy interesado en la originalidad, y en las grandes ideas. Así que no creo que mis prácticas hayan en realidad cambiado en absoluto – todavía estoy básicamente contando historias, ya sea en disco o en una performance en el Whitney Museum. Pero encontré un lugar mejor, un lugar donde la gente está todavía interesado en pensamientos frescos, sentimientos frescos.

¿Qué es lo próximo para Momus ahora? ¿Próximo disco? ¿Algún proyecto? ¿Qué tal el libro que estás escribiendo, The Book of Jokes?

Sí, este año estoy más que nada escribiendo mi libro, The Book of Jokes, que va a salir el año que viene a través de La Volte en Paris. Y, espero, en otros idiomes a través de otros editores, si podemos vender los derechos. Creo que es un libro muy divertido, pero también (sorprendentemente) hermoso. Espero que otros coincidan.

¿Cómo trabajás la constante reinvención de tu imagen pública? ¿Sentís una relación con David Bowie en los 70s, con su persona siempre cambiante o pensás que hay un «Momus central» al que solo se le agregan capas mientras pasa el tiempo?

Creo que la diferencia principal con el Bowie de los 70s es que yo no uso drogas. Las drogas, tal vez, podrían fácilmente hacerme perder mi yo central. Creo que soy en verdad una persona muy centrada y estable con un conjunto de intereses y preocupaciones perdurable, pero me gusta girar la rueda de la ruleta del contexto, intentando «sorprender» a esos intereses con nuevos entornos, nuevos estilos.

Sos obviamente un adicto a la tecnología, ¿cómo caminás la delgada línea entre comentar las maravillas de la tecnología y adorar los nuevos desarrollos en el campo asociando tu música y tu persona a ellos y la posibilidad de ser dejado atrás por ese mismo progreso?

La última vez que vi a mi hermano – es un profesor de literatura – me preguntó «¿Seguís proponiendo cualquier cosa que hacés como lo ideal en tu blog?» Creo que la respuesta está ahí: si me sintiera dejado atrás por la tecnología (y tengo que decir que voy a estar conferenciando en octubre ante tres grupos de profesionales acerca de «el futuro» – algunos diseñadores gráficos en Colorado, algunos artistas en Boston, y algunos bibliotecarios en Londres), probablemente montaría una gran propaganda para probar que ser dejado atrás es lo último de lo último.

* «I set my heart on being good/ very friendly» de la canción «Hang Low», Ocky Milk, 2006


La canción más linda que haya descubierto en mucho tiempo en una muy buena versión en vivo. Atención a la remera de Watchmen de Martin Phillips.

The Chills – Look for the Good in Others and they’ll See the Good in you

I used to be in love but that is long since through.
You know we used to be one living thing, now we’re back to two.
Oh, I was driven for a while, now I know it’s true:
Look for the good in others and they’ll see the good in you.
Fa fa fa faaaaa.

I used to look for too much in the people that we are.
You know we used to have a reason for doing things the way we do.
Sorrow’s my reward ‘cause I’m unhappy with me too.
I’ve learned that I am me and me is not the same as you.
Fa fa fa faaaaa.

Last week just for a while, I thought I’d found someone at last.
The woman in my future was a child from my past.
Oh that was cruel of fate to give me hope — first time in two years!
But I’ve learned just who my friends are and no one really cares.

I trade away my loving soul; filled me with despair.
The dreams they all seem pointless and the talent cupboard bare.
Through all this there’s still one thing, sometimes sets me free:
How it’s good to be an adult and still believe the child in me, ohhhh —
Fa fa fa faaaaa.


El jueves tuvo lugar el evento cinematográfico del año. Algo que no pasaba desde hacía varios años y no va a volver a pasar por varios más. Se estrenó una nueva película de David Lynch y se llama INLAND EMPIRE.

Habiéndola visto una única vez (y una sola vez siempre es poco para una película de Lynch y cada vez que uno las vuelve a ver tiene ideas completamente diferentes al respecto) y hace tan poco mis ideas sobre la película están frescas, y aunque cometí el error de leer reseñas, discusiones y opiniones ajenas antes de ponerme a escribir esto no creo que hayan afectado mucho mi primera impresión. Sobre todo porque las lecturas más coherentes que leí se concentraban en los mismos puntos que me llamaron la atención.

En lo que mi experiencia de Inland Empire parecía diferir de la mayoría de la gente que leí es que mucho hablan de que estaban desbordados de ideas y no sabían por donde empezar. Yo tampoco sé por donde empezar pero precisamente por todo lo contrario, no tenía ni una idea clara al terminar de ver la película y todavía no la tengo. Lo único que sentía cuando terminó era una enorme sensación de vacío e inquietud.

Ni siquiera me atrevería a intentar explicar de que se trata la historia. La clásica pregunta inevitable cada vez que uno le habla de una película a alguien, «¿De qué se trata?», ya no se aplica a esta película. Posiblemente porque ya no es una película en el sentido tradicional de la palabra. No hay ni una historia ni personajes claros y reconocibles. Inland Empire es un hecho, un suceso, una experiencia. No es una película.

La otra pregunta clásica «¿Te gustó?», tal vez quede obsoleta también para Inland Empire. Como dije, no es una película, es un suceso y no está ahí para ser aprobado o desaprobado por el espectador. Como un tornado que pasa sobre un pueblo y no está ahí para que nos guste o no, simplemente está y lo único que podemos hacer es calcular los daños.
Intentar plantear acá una teoría sería ridículo. No solo porque sé por experiencia lo decepcionante que es el misterio de una película finalmente resuelto sino porque intentar ordenar y decodificar el laberinto de la película es una ridiculez. Explicar de que se trata es como intentar describir claramente algo visto solo de forma borrosa por el rabillo del ojo. Inland Empire es el equivalente cinematográfico a eso, una imagen apenas percibida que se mueve a medida que uno mueve la cabeza para verla mejor y no nos deja nunca ver más que colores difusos, formas confusas, bordes y límites borroneados.

No leí hasta ahora ninguna teoría que no dejara una parte enorme de la película afuera y la simplificara hasta convertirla en no mucho más que la historia de una actriz tratando de meterse en papel o una larga alucinación o sueño. Es que es tentador caer en estas explicaciones fáciles para librarse del aparente vacío de sentido y de la sensación que provoca.

Pero estas explicaciones eliminan la ambigüedad y convierten en unidimensional la multiplicidad de niveles en los que la película funciona. Y principalmente lo que no logran reconocer es que ese vacío de sentido es solo aparente, la ausencia está planteada como un valor positivo. No hay que intentar reponer totalmente el sentido sino reconocer el valor de su ausencia, ver que hay agujeros y que no podemos llenarlos y apreciarlo, entender como la película funciona y se desarrolla alrededor de esos agujeros que son prácticamente los centros de gravedad de la película. Este es el detalle por el que todas las teorías, como una adaptación del teorema de Gödel, sin importar cuán completas parezcan, siempre terminan basándose en algún elemento que se da por sentado y no puede ser probado con los elementos que nos da la película, siempre queda algo suelto que es indecidible. Como dice en Marc de K-Punk en su post sobre Inland Empire, no tenemos que caer en la tentación de interpretar que todo podría ser una alucinación o un sueño de un personaje porque es la película la que está loca, no los personajes en ella.

Estos vacíos y agujeros, sumados a lo que decía antes de la sensación de que no podemos ver la película más que difusamente, dan como resultado el elemento clave de toda la obra de Lynch, uno de sus grandes temas, la incomodidad. La incomodidad producida al ver algo que reconocemos como familiar, un mundo que conocemos pero que parece funcionar siempre un poco diferente a como debería. La incomodidad, la inquietud producida por ver algo que uno siente que no está viendo completo, la sensación de que algo más grande está sucediendo por detrás de lo que se ve pero que uno no es capaz de comprender. La idea de que uno es un voyeur que se está perdiendo todos los elementos claves de la historia.

En la mayoría de las películas de Lynch este elemento está incluido en la historia. Siempre hay alguien atrás del que no se sabe realmente nada pero parece desempeñar un papel mucho más importante de lo aparente en un esquema en el que los personajes solo desempeñan un papel pasivo como víctimas de su destino o de un plan más grande que ellos. El hombre en el planeta de Eraserhead, el Mystery Man de Lost Highway, el viejo que da órdenes desde atrás de un vidrio, el cowboy y los hermanos en Mulholland Drive. En Inland Empire hay varios (creo que son varios) personajes que desempeñan ese papel. Como el marido de Nikki, el personaje de Laura Dern, que se lo menciona como un hombre importante de un poder enorme pero apenas aparece en la película y cuando lo hace es para darle unos «consejos» a Devon, el personaje de Justin Theroux, co-protagonista junto a Nikki de la película dentro de la película.

El otro personaje clave en este aspecto es la vecina nueva que al principio mismo de la película pasa a saludar a Nikki y empieza a hacer predicciones crípticas y advertencias. Una contrapartida sin buenas intenciones del personaje de la casera en Mulholland Drive.

Y con esa mención a Mulholland Drive tengo que hacer una mención a los paralelismos entre estas dos películas y sobre algo que he visto mencionar a alguna gente por ahí que me parece una increible malinterpretación de la película. La acusación de que Lynch se está repitiendo. Pura mierda. Creo que con esta película Lynch no podría estar más lejos de la repetición. Es cierto que está repleta de puntos en común con Mulholland Drive. Las dos tienen al personaje de una actriz como protagonista, transcurren en Hollywood y llevan como nombre el nombre de un lugar famoso de esa zona, en ambas hay películas dentro de películas y «una mujer en problemas» y ambas terminan con una mujer diciendo una palabra. Pero lo que no parecen notar es que Inland Empire está llena de intertextualidad y casi parece ser el centro del universo lyncheano, el nexo que conecta todos los demás elementos. Ese diálogo indirecto que mantiene con Mulholland Drive lo mantiene muy directamente con Rabbits y Darkened Room, incluyendo fragmentos de la primera serie y reescribiendo el segundo corto dentro de la película. Estoy seguro que si se buscan de forma un poco más quisquillosa se pueden encontrar más elementos, se me ocurren algunos, pero no voy a seguir con eso.

Pero esas similitudes que menciono son apenas superficiales en comparación con las profundas diferencias con las otras películas. Primero, hay que mencionar sí o sí que en esta película se pasó al bando del video digital y juró que no va a volver a filmar en celuloide. Y esta diferencia no es superficial. Lynch siempre se compromete con los formatos que usa y filma en función de ellos. Sus películas en blanco y negro no podrían ser a color, sus películas a color no podrían ser en blanco y negro y esta película no podría haber sido filmada en celuloide al igual que Blue Velvet no podría haber sido filmada en digital.

Pero ese tampoco es el punto más importante, creo que la mayor diferencia está en su planteamiento de las dimensiónes temporal, espacial y ontológica de la película. Todas las demás películas de Lynch (aunque no me atrevería a afirmarlo sobre Lost Highway, tal vez su película más incomprensible hasta esta pero nunca reconocida como tal) tienen una lógica reconstruible con mayor o menor esfuerzo. Eraserhead no es tan ilógica ni surreal ni azarosa en el fondo y Mulholland Drive está llena de indicios que permiten reconstruir la linealidad de la historia y tiene una división muy clara entre el sueño y la realidad.En cambio Inland Empire no tiene ningún indicio y la división entre realidades está totalmente borrada. Donde en Mulholland Drive era correcto preguntar «¿Esto es real o no?», en Inland Empire la pregunta pasó a ser «¿Qué es esta realidad?¿Cuántas realidades hay?¿Qué es la realidad?¿Dónde empieza una y termina otra?». Ni siquiera hay un punto de quiebre en el que se deje de entender y explote todo. Desde el principio mismo, con la aparición de la vecina (e incluso antes), no estamos seguro de a que personaje estamos viendo o de en que momento está transcurriendo. En Inland Empire no hay límites claros. Todo es real o todo es irreal, todo el tiempo pasado, presente y futuro es simultáneo. Empieza con una luz y unas letras gigántescas en las que se lee INLAND EMPIRE. Termina con los personajes cantando y bailando una canción de Nina Simone.

Y en el medio hay una chica perdida llorando en un cuarto, en una televisión se ve una sitcom absurda con tres conejos y un laugh track que se escucha sin aparente razón, una actriz que consigue un papel, una remake de una película nunca terminada, una maldición gitana, una quemadura de cigarrillo en seda, letras escritas sobre una puerta, un romance que no debería ser, una calle nevada en polonia, un destornillador clavado en un abdomen, la frase «mirame y decime si ya me habias visto», un grupo de prostitutas que hacen una coreografía al ritmo de «The Locomotion», un agujero entre el canal vaginal y el intestino, una mujer con una pierna amputada.

Que hacer con todos esos elementos depende de uno. Es una elección de cada uno, aunque la verdadera elección es si uno quiere tener una experiencia cinematográfica trascendental verdadera o si quiere ser alimentado en la boca por alguna película que vamos a olvidar 10 minutos después de salir de la sala. Si la elección es la primera, INLAND EMPIRE llega tan lejos como creo que el cine puede llegar, si no, bueno, seguro que están dando alguna película con Tom Hanks o algo así.