Apostillas Porno.

(una versión ligeramente recortada de este artículo salió/saldrá en la revista tucumana Trompetas Completas)

1) Me piden que escriba sobre el erotismo en el comic. A mí la palabra erotismo no me gusta tanto. Es una denominación blanda, poco comprometida. Prefiero la palabra pornografía. Porque, en definitiva, eso es, ¿no? El arte de hacer que se nos ponga tiesa.

2) Para mí la pornografía en el comic es tremendamente efectiva en un nivel e intensamente frustrante en otro. Efectiva porque el congelamiento del tiempo en el espacio propio del comic permite el aislamiento de los momentos fugaces que nos vuelven perros en celo: el sudor cayendo por una frente, una mujer mordiéndose el labio inferior, las curvas hermosamente inclinadas, el momento de la primera penetración. Pero es frustrante también porque no se ve el movimiento, no se escucha la voz de esa mujer, todo está suspendido en una secuencia infinita.

3) Quizás la verdadera mugre sucede en lo que Scott McCloud llamó sugestivamente el “gutter” (basurero, tiradero), el espacio entre los cuadritos.

4) Más allá de eso, para mí la definición de pornografía en el comic es Robert Crumb. Esas mujerotas de culos gigantes y piernas gruesas, altísimas, esas negras mulatas terriblemente ofensivas pero también excitantes, esas imágenes de él palmeando culos o colgado en unas piernas gargantuescas, esas son las cosas que me dan ganas de agotar mi reserva proteica. ¿Qué es ofensivo y objetificante? Seguro, pero toda la pornografía lo es, y hay que alabar a un tipo que logró plasmar tan completamente toda su obsesión en una obra dura como la roca.

5) En el otro extremo está la serie “Black Hole”, de Charles Burns. No hay nada de gracioso en esta obra en la que los jóvenes de una pequeña ciudad norteamericana se ven lenta y terroríficamente invadidos por un “bicho” que se transmite sexualmente y produce horribles mutaciones en su cuerpo. Es una serie que combina en dosis iguales horror y lujuria y que entra en este breve listado por un motivo: Eliza, una joven que se vuelve el interés sexual del protagonista y tiene una cola. Una pequeña cola que se mueve debajo de su ropa y que es profundamente sexual. Dibujada por Burns como una mujer que sabe de que está hablando, con rasgos suaves pero que dejan vislumbrar un interior endurecido, que sabe que es sexo y que es amor, cada vez que la penetran. Probablemente uno de mis amores platónicos de cuatro colores.

6) La niñez / juventud de todo joven pajero también está caracterizada por esos momentos en que caen en sus manos libros o revistas de sus padres donde se encuentran las primeras imágenes de minas en pelotas que uno verá en su vida. Mi encuentro iniciático estuvo dado por un fascículo de la famosa “Historia de los Comics” de Javier Coma. En él se hablaba del renovado comic europeo erótico de los 60 y 70. En la práctica esto significaba muchas imágenes de Barbarella (la tapa la muestra durmiendo desnuda con expresión satisfecha al lado de un robot), Valentina y Pravda, entre otras heroínas del onanismo. Mi favorita, sin lugar a dudas, era Valentina, de Guido Crepax. Esos trazos de tinta lustrosos en el pelo y las curvas, esos labios apenas insinuados, esos pechos pequeños y esos culos apretados, siempre enfundados en mallas, en shorts y en lencería. Un niño podía darse un festín con esa belleza de pelo corto.

7) El otro descubrimiento de esa época fue Little Annie Fanny. Una hermosa y neumática cabeza de chorlito rubia, creada por Harvey Kurtzman y Will Elder, protagonista de una de las tiras más celebradas de Playboy. Tetas gigantes, culo redondeado y cara de estupefacción, Annie es un magneto sexual para todos los hombres que se cruza, a los cuales vuelve estúpidos balbuceantes en el momento en que comienza a desnudarse con completa inocencia. Puro cheesecake, nunca se ve una pija ni una penetración. Pero su figura, su gigantismo mamario, abundante cabello rubio e increíble expresión me arruinaron la vida, predisponiéndome a las pornstars de dimensiones generosas y sabrosos pezones.

8) La adolescencia me la pase viendo hentai; esto es, comic japonés pornográfico. Durante horas me sentaba frente a sitios web, con una maldita conexión dial-up, esperando que se bajaran paquetes zip con imágenes e historietas.
Cosas que vi en ese periodo: mucho incesto, bestialidad, violación por tentáculos, violación a secas, mujeres con penes, acabadas muy generosas, sadomasoquismo, penetraciones dobles, triples, cuadruples, púberes en situaciones comprometidas, colegialas, infinitas colegialas, vampiros porongudos, hombres con dos penes, mujeres en posiciones realmente curiosas y hadas que cogen con insectos. Los japoneses, por si a alguien le cabían dudas, están majaretas, y sus comics porno lo reflejan. Además, es una industria gigantesca y millonaria (como toda la industria del comic en Japón) donde miles de muchachos dibujan páginas con lo más sucio de sus pútridas mentes para que miles de muchachos se alivianen pelando la mazorca. Y que tiene leyes ridículas como la imposibilidad de mostrar desnudez en personas adultas, lo cual explica las miles y miles de colegialas.

9) En cuanto a la Argentina, para mí las mujeres del comic en este país son dos: las de Altuna y las de Divito. Las chicas de Divito, el equivalente local y particular del pin-up estadounidense, son la belleza icónica misma. Piernas laaaaargas, nariz inexistente, cara sonriente, busto importante, tobillos y cinturita de avispa. El estúpido de Dante Quinterno les estiraba las minifaldas y por eso Divito decidió irse de Patoruzu. Hoy parecen una inocentada bárbara, pero su gracilidad, su estilo, su hermosura, siguen intocables. Su autor fue un dandy tremendo que jamás se casó y murió en un accidente de auto en 1969.

Altuna, por su parte, tiene esos mujerones que acompañaron al Loco Chavez y luego aparecieron en tantas historias eróticas. Esas pecosas y morochas que parecen ser la evolución de la chica Divito, puro labio y cabellera, pero mucha, mucha más carne. Dan ganas de hundirse en su cuerpo y perder la cabeza en esas maravillosas montañas de piel.

10) Pero quizás he sido injusto. También hay mucho y muy buen comic pornográfico gay, desde las comedias altamente explícitas de Ralf Konig hasta los retratos autobiográficos de Howard Cruse, pasando por las pilas de yaoi, comic japonés erótico gay. Mi favorito, aunque no es exactamente comic, es Tom Of Finland, con sus motoqueros y marineros perfectamente contorneados y de vergas enhiestas. Pero, probablemente, eso sea tema para otra ocasión.

11) (Edit: Cuando releí esto muchas semanas después me di cuenta que había obviado uno de los más grandes fetiches: Gilbert Hernandez. Todos dicen que Jaime es el que realmente dibuja mujeres bonitas y es cierto. De las mujeres de Jaime querríamos ser novios, querríamos quedarnos contemplándolas durante horas, tan cute y suaves y sutiles son. Las mujeres de Gilbert (aquellas que decide infundir de plusvalía sexual, al menos, sobre todo Luba) son gigantescas tetonas que parecen capaces de asfixiarnos, con un interior o de bimbo cabeza hueca o de fuerte y resistente acero. Pero la manera en que dibuja sus curvas, en que se refocila con la pura cantidad de piel que sus trazos simples apenas sugieren, las vuelven de las más apetitosas de la ficción. Y a él, uno de los grandes dibujantes sexuales. Y si no, vean su comic pornográfico Birdland y díganme si no es material masturbatorio de primera calidad)