Sangre Negra.
Hace bastante tiempo que una película no me arrastraba y me obsesionaba como “There Will Be Blood”. No soy de re-ver películas obsesivamente, ya que mi apreciación del cine es generalmente narrativa y no quiero que me cuenten la misma historia dos veces a menos de que me la olvide en el medio. Pero algo me paso con “There Will Be Blood” y termine viéndola 3 veces en un período de dos meses.
En un principio ese algo tenía nombre y apellido: Daniel Plainview. Él es el agujero negro alrededor del que gira la película, la fuerza del mal en su centro, pero encontré en el un personaje al que no puedo odiar completamente. En primer lugar, me parece que su oscurecimiento, su descenso hasta transformarse en lo que leí en una maravillosa descripción como “básicamente un cenobita” es gradual, temporario. La película comienza presentándolo atrapado por lo que hace, desde lo mas bajo, en esa escena larguísima del inicio en la que se lo ve luchando contra los elementos, contra la propia tierra para conseguir un beneficio. Y luego hay varios momentos en que la relación con su hijo se convierte en un factor que lo redime y lo muestra en una luz positiva, hasta la escena final en que toda esa buena fe, esos pocos rasgos que parecen preocuparle mas allá del capital y la alienación de la sociedad es descartado con una crudeza que vuelve su aislamiento de la sociedad, de lo humano y de su propia familia completa y asfixiante.
Daniel Plainview, de este modo, es el centro de la película porque en su figura se entroncan las tres confrontaciones que forman parte de la misma: entre capitalismo y religión, entre familia e individuo y entre la naturaleza y el hombre. A su vez, estas tres dualidades son solo partes del conflicto general que domina al film: individualismo vs. estructuras gregarias, sean estas la familia, la sociedad en general, la naturaleza o la religión.
En un nivel superficial, la película parecería ser una lucha entre sus dos protagonistas, Daniel Plainview y Eli Sunday, su combate para denigrarse el uno al otro y al mismo tiempo afirmar sus propias y conflictivas visiones del mundo. Daniel Plainview es un misántropo en todo el sentido de la palabra: una persona que no soporta en lo mas mínimo a la humanidad, que ha “construido su odio pieza a pieza a lo largo de los años” (esta frase que le dice a su falso hermano pone en duda los atisbos de humanidad que le vemos al principio de la película: ¿acaso su odio esta siempre ahí, latiendo, durante toda el tiempo y solo se revela como tal al final, cuando se ve liberado de las restricciones sociales o es algo que se va CONSTRUYENDO durante la duración de la misma y solo tiene su forma definitiva en esas memorables escenas últimas?) y que solo ve a sus trabajadores, familiares y todo tipo de organización social como un obstáculo, una piedra en el camino de la cual se puede aprovechar pero cuyo destino final es ser descartados en función de su propia persona. Es pertinente entonces que se vuelva la viva representación de las fuerzas del capital y su efecto destructivo en los lazos sociales, reduciéndolo todo a una mercancía lista para ser vendida, considerando todo en términos de ganancia y pérdida, la medida de todas las cosas en este mundo contemporáneo. Y aquí esta el quid de la cuestión que lo vuelve, al menos para mi, un personaje con un rasgo querible o al menos que despierta cierta empatía: su individualismo, al mismo tiempo que ejemplifica el enriquecimiento y elevación de uno por sobre los cadáveres y esfuerzos de muchos, sin nombre, sin identidad, sin representación en la película (clama conocer los nombres de sus trabajadores, pero cuando uno muere no sabe quien es) al mismo tiempo ejemplifica el brío y la determinación que uno encuentra en algunos de los mejores personajes del cine, la literatura, los comics. Daniel Plainview es un monstruo, pero es un monstruo con un anhelo, una pasión y una decisión indestructibles y la determinación con la que persigue sus objetivos es algo apasionante. Es lo que hacen los hombres, después de todo, y por ese rasgo nimio se demuestra perteneciente a la raza humana.
Eli Sunday, por otro lado, es un personaje con el que jamás podría identificarme: un santurrón irremediable que esconde una megalomanía mucho menos visible y por ello bastante más peligrosa. Lo que hace que la película y el enfrentamiento, aparente tronco central de la misma, funcione es que P.T. Anderson nunca se pone del lado de ninguno de los dos, y presenta a Eli Sunday, al menos durante la primera parte, como una personalidad de igual peso y con una misión opuesta pero complementaria a la de Daniel Plainview. El es el salvador espiritual, el hombre que viene a curarnos de nuestros pequeños pecados, de nuestras neurosis, al ofrecernos absolución a través de algo mayor a todos nosotros, a través de la gracia. En el se observa la preocupación evangélica, la critica a la religión entendida como espectáculo y especulación, a los pastores televangelistas brasileros de la televisión trasnochada, la religión como capitalismo del alma. Su momento de gloria, cuando obliga, a través de un uso de las personas casi tan cínico como el de Plainview, a este a bautizarse en su iglesia, lo revela no como la contracara espiritual y pura del personaje de Daniel Day Lewis, sino como su perfecto complemento, arrastrado por egoísmo y el deseo de venganza. Demasiado humano para ser un salvador. Esta visión se confirma en la FABULOSA escena final, en la cual las fuerzas que obligan a Eli a recurrir a su némesis (¿en busca de que? de que más: dinero) son las mismas fuerzas del capital al que terminó apostando su alma: el Crack del 29 y su empobrecimiento por el mismo, una victima anónima más entre miles, cuando el se creía especial y superior a los demás. Pero lo que no entiende es que a esa altura Plainview ya es el capital personificado, una fuerza amoral a la que, francamente, le importa un carajo el destino del hombre que perdió su casa o sus ahorros durante la depresión. Y que como tal solo puede hacer lo que esta en su esencia: comerse metafóricamente a Eli Sunday, destruirlo como entidad. Al capital solo le interesa su propia reproducción.
El segundo elemento de confrontación esta menos al frente y de hecho solo se percibe de manera tangencial: el hombre contra la naturaleza, contra la inmensidad. Es esto lo que la vuelve, de algún modo, un western, aunque un western extraño y desincronizado. Sin embargo, el conflicto de fondo es el mismo: la voluntad de un hombre por domar la naturaleza, la inmensidad indiferente, para su propio beneficio. No es casual, supongo, que el punto de toda la lucha de Plainview sea llegar al mar, a California, a la otra costa, terminando el avance hacia el oeste. Y además llega como colonizador de la última preciosa materia prima necesaria para cimentar tanto el crecimiento de los Estados Unidos como el crecimiento y expansión del capitalismo del siglo XX: el petróleo. Daniel Plainview es en este sentido el último colonizador, el símbolo de un siglo XX en el cual ya no hay espacios vírgenes para explorar y explotar, en el que el hombre con la tecnología de la cual él es en parte facilitador ha pasado todo por la picadora de carne.
Es paradójico, además, que toda la lucha de Daniel Plainview tenga como objeto final alejarse absolutamente, aislarse, de aquello que le ha dado su fortuna. Las ultimas escenas tienen lugar en la casa que este ha construido, su refugio, una espacio absolutamente artificial, en el que parecería que Daniel, una vez liberado de contexto social, una vez que ha domado a la naturaleza, puede dar rienda suelta a todo su odio. Es curioso, también, que la escena de violencia mas abierta (esa fabulosa, magnífica, escena final) tenga lugar en este sitio antiséptico, tan alejado del desierto, de los hombres rudos, de la lucha por la vida. Un paraíso artificial de un solo hombre es tan salvaje y sin ley como un paraíso natural al que la moralidad y ley humanas aún no han llegado.
Por último, como casi todas las películas de P.T. Anderson, esta centra gran parte de sus preocupaciones alrededor del tema de la familia. Pero a diferencia de «Boogie Nights» o «Magnolia», en las cuales su aproximación era mucho mas optimista, intentando demostrar que la familia se construía y elegía y era un lugar de contención, brindando un lugar en el mundo, en esta película lo que predomina es una visión pesimista, una visión surcada continuamente por relaciones disfuncionales que parecen mas bien marcadas por la negación de sus lazos y por el ejercicio y lucha por el poder. Y, sobre todo, es una película sobre padres e hijos, sobre como los padres forman el destino de sus hijos para luego ser rechazados por ellos o rechazarlos a su vez.
Este hilo se observa tanto en la historia de Eli Sunday como, obviamente, en la de Daniel Plainview. Eli Sunday es un hijo y Daniel Plainview un padre, el primero obtiene su pasión religiosa, aparentemente, de su padre y su familia, los cuales son presentados como el tipo de familia ignorante y profundamente temerosa de Dios típica del interior de los Estados Unidos. Plainview, por su parte, tiene en su relación con H.W. el punto de mayor humanización del personaje y su posible redención. Es obvio que busca en H.W. a su sucesor, la persona que pueda continuar su trabajo después de muerto y las escenas en las que le enseña los trucos de ser un “hombre del petróleo” son algunas de las mas tiernas para el personaje.
Ambos, H.W. y Eli, terminan adquiriendo su visión del mundo y siendo formados por sus padres, pero al final los rechazan o son rechazados por ellos. Eli considera a su padre un “viejo estúpido” con un “hijo estúpido” (su hermano gemelo, Paul, que le ha dado a Plainview la ubicación de sus tierras) una vez que se vuelve evidente que Plainview les ha quitado su petróleo por monedas. La escena en que lo apalea y descalifica sirve como, por un lado, una catarsis ejercida sobre el viejo por su hijo luego de que Plainview hiciese lo mismo con él y como evidencia incontrastable que si bien las creencias religiosas de su padre han formado su carácter, las ha trascendido, se encuentra manchado por la ambición y la codicia, ve a su iglesia como un medio de acumular poder e influencia, inextricablemente ligada al poder económico y a la explotación del pozo de petróleo. En otras palabras: para su padre la religión es obediencia y consuelo, la disolución de su persona en algo mas grande, para él es simplemente una manera de engrandecerse, de adquirir capital simbólico y convertirse en un sujeto sobresaliente.
Por su parte, H.W. termina siendo, como su padre quería, un empresario petrolero. Pero mientras Daniel corta sus lazos con la humanidad y se compromete solo con su propio poderío económico, H.W. se casa con la hermana de Eli Sunday y decide abandonar a su padre para perseguir su propia carrera independiente, lo cual es considerado una traición por este y da lugar a una de las escenas mas puramente hija de putas de Daniel: el momento en que lo rechaza de plano, la revelación de que H.W. no es su hijo. Esta revelación es, al menos para mi, ambigua, ya que no tenemos confirmación de otro personaje mas que de Daniel de este dato. Pero sin embargo cumple su función simbólica: Daniel cortando su último lazo con la raza humana, su posibilidad de redención, despreciando al que es, para todos los usos, su hijo en términos de cariño y en términos de aquello en lo que se ha convertido (o ha sido moldeado por Daniel). H.W. también “crece” mas allá de las creencias de Daniel y su casamiento y actitud con respecto a su padre y su negocio parecería denotar dos cosas: por un lado, que hay otro camino, hecho con los mejores pedazos de las visiones contrapuestas de los dos personajes principales y que H.W. lo ha elegido. Por otro lado, que la única manera para que un hijo sea su propia persona es rechazando a su padre, que la posibilidad de redención de Daniel es ficticia, porque su absoluta negación de su hijo pavimenta el camino para la liberación de este y para SU liberación, de las cadenas de la familia.
Y ahora, volviendo al punto del principio y luego de haber examinado ejemplo tras ejemplo de la maldad de Daniel Plainview, ¿porque aún veo en él un personaje al que no puedo odiar completamente?. Creo que es porque, en el fondo, «There Will Be Blood» es una historia sobre los logros del ser humano, sobre la locura de un hombre que se entrelaza con la locura de un sistema económico y sobre los límites a los que uno puede llegar y traspasar para cumplir con sus objetivos y con sus sueños (hey, que el sueño de Plainview sea desagradable para la mayoría de nosotros no lo invalida como aquello que, quizás, lo haga feliz). Es una película sobre el triunfo de la voluntad, pero desprovista de cualquier mensaje moralizante o elevador. El triunfo de Plainview es el asesinato, la destrucción de su enemigo y la creación de un ambiente que le permite realizar esto sin preocupación de ser juzgado. Es una película que nos dice que detrás de nuestros intentos de darle sentido al mundo o encontrar satisfacción en nuestras vidas siempre repta algo oscuro, un egoísmo y una maldad que se encuentran en el alma de todos los hombres.
Es una película sobre la realización personal de un hombre como descenso a los infiernos. Su deseo de éxito, sus búsqueda desenfrenada de un lugar propio en el mundo, paradójicamente vuelven a Daniel Plainview muy cercano a la mayoría de nosotros, lo confirman como un hombre. Y eso es terrorífico e hipnotizante de ver y convierte a “There Will Be Blood” en nuestro espejo oscuro y en una obra maestra.