Apuntes teóricos

REAC03-4

Cada vez leo más artículo que directa o indirectamente hace referencia a cómo es que el Internet, o más bien nuestra vida on-line, ha venido afectando otros aspectos de nuestra vida off-line

Algunos de los más interesantes son los que se refieren al impacto económico que está teniendo. No solo en la forma más conocida, la que se refiere a las empresas cuyo campo de acción está directamente insertado en el Internet, y que son de las que escuchamos casi siempre, Google, Facebook, Amazon. Tampoco por la forma en que el mayor tiempo conectados ha afectado a las industrias ya establecidas, con la aparición de nubes de datos y nuevos tipos de comercialización, por ejemplo. Lo verdaderamente interesante es la manera en que las nuevas costumbres adquiridas en el ciberespacio están teniendo un impacto en la realidad-real. Esto es lo que explica, según los artículos, la aparición de una industria multimillonaria en torno a la propiedad compartida de casas y autos, al couchsurfing, e incluso a préstamos directos sin pasar por el sistema bancario, cosa impensable hace solo unos años, pero completamente intuitiva para quien ha crecido en redes sociales. Como es intuitiva la existencia de una sociedad horizontal, en Red, piedra angular de la organización de los diferentes Movimientos de Ocupación que tanto salen ahora en las noticias.

Más interesante podría ser estudiar cómo es que la tecnología ha ingresado en nuestras vidas diarias. Como decía Eze, dentro de poco vamos a dejar de tener muchos aparatos diferentes para pasar a tener un “coso” multipropósito, y este va a estar, por supuesto, permanentemente conectado al Internet, y ahí chatearemos, y leeremos y haremos amigos y guardaremos recuerdos, nos enamoraremos y putearemos cuando sea conveniente a quien sea conveniente, o porque sí. Me encantaría ser lingüista o antropólogo o sociólogo, y escribir tesis o papers sobre los códigos de comunicación, esas hermosas mutaciones del idioma que van surgiendo y muriendo según quiere la selección natural, hasta formar, con sus detritos virtuales, estratos geológicos de memes, emoticones, comentarios-en-azul y mefirmás.

Pero lo que yo más quisiera es encontrar como es que la realidad nueva se manifiesta en el arte y en la cultura. Más allá de los medios de transmisión o de las estrategias de distribución, ¿cómo es que esta vida de oversharing está cambiando nuestras novelas, películas o canciones?

La idea original para este post se me ocurrió más o menos en abril, cuando hojeaba un libro de arte que hablaba de la época en que la Modernidad devoró Occidente a finales del siglo XIX y principios del XX. Lo bacán era la estructura del libro: no seguía ni un orden cronológico ni uno disciplinario, sino más bien uno temático. Un capítulo, por ejemplo, hablaba de Metamorfosis, y ponía como ejemplos a Kafka, pero también a Stravinsky. Otro hablaba del impacto de las nuevas tecnologías en la pintura futurista y en el cine de Chaplin y Fritz Lang. Y así, y así. Traté de buscar ejemplos más concretos, pero hoy día que fui a la librería la encontré cerrada, desmontada, y con cajas de libros desparramadas en el suelo.

He estado pensando al respecto, y se me han ocurrido algunas características comunes que podrían tener estas obras, una suerte de checklist que tendríamos que revisar y perfeccionar, después de todo el primero que se me ocurre es:

  1. Autoría múltiple: Yendo en contra de siglos de depuración que han hecho que cada vez el autor tenga mayor visibilidad (y que ha hecho de las novelas especializadas en mirarse el ombligo algo de todos los días), el Internet ha sido el lugar ideal para que surjan proyectos en los cuáles no es lo que haga uno lo que importa, sino más bien lo que hagamos todos juntos sumados. Wikipedia se me ocurre como el ejemplo más claro, pero hay otros: el consenso de Yelp dejando sin trabajo a los críticos gastronómicos, el work-in-progress que son los tumblrs especializados en memes. Es como volver a la época en la que las historias se iban armando de a poquitos hasta formar mitologías. Difícilmente vamos a ver pronto sagas o algo así (y si las vemos, serán de lolcats), pero las condiciones ya están dadas.
  2. Liquidez: Hace poco leí este concepto cuando alguien colgó una entrevista al sociólogo polaco que lo planteaba, Zygmunt Bauman. El viejo hablaba de cómo los movimientos de indignados solo conseguirían cambios superficiales porque, como a casi todo, les faltaba solidez: no estaban anclados en ninguna estructura de pensamientos. Creo que ese es el principal problema que tenía The Social Network: contaba cómo fue creado el Facebook, pero no hablaba de, y mucho menos lograba hacer sentir, el gran cambio que han conseguido las redes sociales en nuestras personalidades, que se han vuelto mutantes, líquidas. Un día podemos ser de cierta manera pero, ya que la mayoría de nuestras relaciones son ahora indirectas, están tamizadas por la red, es muy fácil que haya un cambio de personalidad. ¿Cómo reflejar esto en la ficción?
  3. Simultaneidad: Multitasking, que le dicen. ¿No les ha pasado que cada vez están viendo más cosas a la vez y que, como si fueran un procesador, empiezan alguna, la dejan a la mitad, comienzan otra, luego regresan a la primera, pasan a una tercera, y así sucesivamente, hasta que les falla la memoria RAM? Al menos a mí me pasa eso cada vez que abro el Chrome y empiezo a leer mi Reader, ver algún video en Youtube y huevear en el Facebook. Creo que esta sensación de simultaneidad va a tener que traducirse de alguna manera en alguna plataforma artística. Lo más cercano que se me ocurre ahorita es lo que hace Girl Talk, y en general todo el mash-up.

  4. Hipertextualidad: Que para mí tiene algo que ver con la simultaneidad, pero no tanto. Es como esas veces que entras a Wikipedia y empiezas a darle a los links y a leer otras cosas, no las que empezaste. Me imagino una novela o una película donde serían las palabras claves las que funcionarían como vasos comunicantes a otras escenas del mismo mundo. Quizás funcionaría mejor, incluso, en un videojuego, el que para mis compañeros de blog ya es de todas formas el arte narrativo del nuevo siglo. Pero, ¿por qué no en una novela o un comic que utilice las nuevas plataformas? Igual que para Proust los olores le traían recuerdos, bastaría hacer click sobre una idea, o sobre la descripción de la sensación de un personaje, para que nos lleve a la narración de ese recuerdo, o alguna escena que también funciona así. ¿Y cómo aplicarlo a la narración tradicional
  5. Mutación gramatical: De este sí he visto ejemplos en novelas de la década pasada, específicamente en Cloud Atlas, de David Mitchell, y A visit from the Goon Squad, de Jennifer Egan, que reflejan como la interacción por computadoras y mensajes de texto puede cambiar la forma de escribir y la forma de hablar. Los errores pasan a ser las nuevas reglas, la manera correcta de escribir. En el caso de Jennifer Egan va un poco más allá: sus personajes del futuro cercano solo pueden expresar sus sentimientos a través de mensajes de texto, nunca cuando se hablan cara a cara. Incluso cuando están sentados frente a frente, conversando, cuando necesitan decir algo personal lo mensajean.

de criollismo, pt. 2: en el ala del tiempo

Para cuando apareció Chabuca Granda, ya todo estaba definido sobre el futuro de la Música Criolla. Desde el ahora, cuando ya todo ha pasado, se me antoja parecida a aquellos personajes de una crónica de los cuales ya sabemos el destino, que nos es mencionado al pasar casi al inicio de la misma como un detalle sin importancia, su muerte o su derrota, y a los que, sin embargo, no podemos dejar de seguir, ilusionados de que, de alguna forma, es posible evitar lo inevitable, y encontrárnoslos del otro lado incólumes, completos.

Pero del otro lado ya no se encuentra más que rezagos de la tormenta, los sobrevivientes brillando casi todos del reflejo de una luz que aún se demora en morir, pero es solo percepción, como cuando en la noche vemos estrellas y creemos que ahí están todavía, cuando hace rato ya que se apagaron y no queda sino el vacío.

Cuando Chabuca aparece, sin embargo, las cosas eran bastante diferentes. El Criollismo se encontraba en plena migración de los callejones a las radios, y de estas a los grandes teatros del país, en movimiento paralelo al de una economía que crecía en los mismos rangos que crece hoy en día, con aún menor repartición. La burguesía vivía una bonanza que le permitiría enfocarse en manifestaciones artísticas, y otras formas hermosas de perder el tiempo. No es casualidad que, años luego, las bandas beat de Lima se encontraran entre las más activas de Latinoamérica, a la par de Argentina, México o Uruguay: la juventud satisfecha tiene tiempo para eso; los setenta serían otra cosa.

El Criollismo se encontraba entonces maduro. Luego de la renovación que significó La Nueva Guardia, con Pinglo a la cabeza, las formas volvieron a estancarse en cierto grado. Grandes canciones se escribieron, es verdad, pero pocas osaban romper los moldes de la manera en que lo había hecho el músico de los Barrios Altos, y ninguna alcanzaría la variedad en los temas y tonos que hacen de la obra de Pinglo la mejor fuente para entender la clase media capitalina en los años de entreguerras. Es posible hacer cosas hermosas a partir de moldes establecidos, tipologías arquitectónicas, pero se requiere un tipo de genialidad especial para convertir esos moldes en algo nuevo, para acelerar el proceso lento de una evolución y convertirlo en el trauma repentino de una mutación.

Chabuca es precisamente el tipo de genialidad que se necesitaba para conseguir esta mutación. Nacida en un ambiente muy diferente al de la mayoría de los músicos criollos, quienes por lo general venían de estratos populares y habían afilado su arte en jaranas de días y semanas repletos de pisco y callejón, las expectativas usuales de una muchacha de clase alta en la Lima de la primera mitad del siglo XX casi frustran las inclinaciones artísticas que mostró desde joven. No es hasta 1948, casi entrando en la treintena, y con un divorcio a cuestas, en que Chabuca empieza a componer sus primeros valses. Que su canción más famosa, La flor de la canela, sea su quinta composición, nos dice bastante de la rapidez de su maduración como artista.

Artista es una palabra que va perdiendo su valor en estos días de tumblr y google+; un par de conceptos mal aprendidos, una actitud desafiante, tres o cuatro fotos, un par de canciones o una instalación, y ya todos nos llamamos artistas, cuando es necesario algo más. Un artista es, sobre todas las cosas, un artesano, que va refinando su arte de a pocos, puliendo el barro o tallando la piedra hasta descubrir la forma escondida debajo de ellos. El arte es tanto un trabajo de paciencia como lo es de genialidad.

Pero quítale la genialidad y te quedas con artesanías de tienda de recuerdos. Una actitud muy extendida es la de censurar cualquier intento de intelectualización del proceso creativo como un acto de pedantería. Lo mejor que podemos hacer es hacernos los tontos, no darle muchas vueltas al porqué de las cosas, como si las soluciones a los problemas se pudieran encontrar de alguna forma mágica e inesperada toda vez, y nunca al pensar.

Chabuca es una artista genial porque combina ambas cosas: la paciencia del artesano y la teoría del crítico. Solo eso explica que sea capaz de pasarse cuatro años sin escribir una sola línea, rumiando la manera de expresar lo que sentía ante la muerte de Javier Heraud, para luego aparecer con uno de sus ciclos más poéticos y abstractos, consciente de que si no se hacía algo el vals se iba a morir de túndete.

Como si tuviera que preparar mis apuntes para una defensa oral ante un jurado traté de aislar qué era lo que hacía que Chabuca fuera una artista, y una grande. Esto fue lo que encontré:

  • Evolución Formal:

Todos los grandes artistas innovan. Es verdad que esta innovación no es necesariamente formal, la obra de Merrit o Pollard lo demuestran, pero es necesaria una dosis de novedad para convertir algo bueno en algo enorme.

Y todos los grandes artistas, o al menos los que me gustan, lo hacen constantemente. Sería fácil para ellos hacer lo que ya probaron y en lo que saben que funcionan, pero entonces, ¿cuál sería la gracia?

Chabuca comenzó escribiendo valses y marineras muy pegados a la norma. Estructuras estables, patrones rítmicos. Pero rápidamente se dio cuenta de que había mil vueltas que darle a esto, y que eran solo los ladrillos que se podían usar para construir monumentos. Como la obra de un pintor, las composiciones de Chabuca pueden ser clasificadas en etapas bien definidas: los inicios, en los que juega a encontrar su voz; la voz, en donde ya la ha encontrado, y en donde compone sus canciones más conocidas; la abstracción, cuando busca expandir los límites de lo que significa una canción suya, componiendo, entre otras cosas, sendos ciclos a la memoria de Javier Heraud y Violeta Parra; la búsqueda de las raíces, en donde, consciente de lo ninguneada que estaba hasta ese entonces, explora la música afroperuana, sin la cual no existiría el vals, ni nada.

  • Coherencia Temática:

O la teoría de los demonios de Vargas Llosa, que sostiene que cada artista tiene una serie de temas a los que vuelve una y otra vez, porque son los demonios que pueblan su mente y que no puede exorcizar, aunque lo intentan. En el caso de Chabuca son: el paso del tiempo y sus efectos; la soledad y la muerte; Lima y lo que contiene. Canciones tan diferentes como su valses y marineras del inicio, y las variaciones de negritud que compone en sus últimas horas, todas hablan de estas cosas.

  • Reconocible Estilo Propio:

Al igual que cuando uno ve una pintura de Matisse o de Goya sabe qué es lo que está viendo, y al igual se puede fácilmente imitar la prosa de Borges, que no igualarla, utilizando una serie de palabras y de giros verbales, las canciones de Chabuca están impregnadas de un estilo bien definido.

Es este estilo, por sobre todo, femenino. Femenino en la percepción en el detalle, y en la empatía con que lo vive. Gusta mucho de las metáforas florales y de los arcaísmos, como quien no quiere dejar que muera el pasado precisamente porque sabe que es efímero y hermoso.

  • Conexión con el Zeitgeist

Hace un tiempo revisé los artículos que había escrito para EBM y para mi anterior blog, y encontré que en muchos de ellos menciono qué tanto se alineaba la obra de un artista con el espíritu de su tiempo. Es verdad que una obra de arte debería ser universal, y hablarnos a través de los siglos, como Tolstoi o como Cervantes, pero también es verdad que esto es imposible hacerlo si es que no hablas desde el ahora y el aquí. The Wire y The Sopranos nos resuenan tanto por ser comentarios sobre la furia de los dioses y la degradación moral de nuestros héroes respectivamente, como porque son la mejor lectura de los efectos del capitalismo americano del Siglo XX.

Es poco probable que Chabuca fuera consciente que sus canciones eran un síntoma de que la música que tanto amaba estaba moribunda, si no muerta. Pero si en Pinglo encontramos autos y migrantes en una ciudad que estaba en permanente cambio, en las canciones de Chabuca nos topamos con una realidad que va poco a poco desapareciendo, con una alegría que irremediablemente se convierte en nostalgia.

Luego Chabuca se nos muere, y nos quedamos escuchando su recuerdo.


Lima City Rockers

Una parte importante de la mitología indie gira en torno a las disqueras. Mientras leía Our Band Could Be Your Life me daba cuenta que la historia del indie no es solo la historia de las bandas que escriben las canciones, sino también de los que se dieron el trabajo de grabar y distribuir la música, de los que se soplaron doblar a mano cada uno de los encartes de los discos, y de comprar la gasolina y ver que no se gasten todo en drogas. La logística nunca ganó una guerra, pero las perdió todas.¿Dónde estaríamos ahora sin SST, Touch and Go, Homestead, Dischord, K Records, Sarah Records, Flying Nun, Merge, Matador, Rough Trade, Sub Pop, Factory? ¿Qué tan diferentes sonarían las cosas sin Electric Audio? En el Perú, donde no queda sino ser independendiente, le tengo especial cariño a Mundano Records. Me han dicho, quienes saben, que las grabaciones podrían sonar mejor. Y muchas de las bandas que han grabado ahí no me gustan para nada. Pero también son muchas las canciones que tengo tatuadas en el cerebro,

En Sound Cloud se pueden encontrar tres (1, 2, y 3) mini-compilados de la disquera. Me parece que son un punto tan bueno como cualquier otro para ver lo que se ha venido haciendo en los últimos veinte años por estos lares.

(O sino empiece buscando el Back to Perú -y luego todo lo que hayan grabado Los Saicos y Los Yorks y Traffic Sound- , o The Roots of Chicha, o el primer disco de Leuzemia y el de Narcosis y el Suicida de 16, y el de Electro Z, este es el mejor, acostúmbrese a la jerga, a la cadencia de la voz, y luego vuelva, y sentémonos a conversar en peruano a la sombra de un jacarandá)

Pero si les da flojera escuchar todo, a continuación mis selecciones:

Metamorphosis – Directo al volcán: O prefiguración 1. Mientras estuvieron en actividad pocas bandas sonaban como ellos. En una escena más cercana al punk tradicional, Metamorphosis destacaba por un tratamiento más complejo de la guitarra y sus posibilidades sonoras. Y ahora cada vez que Millones de Colores, o Buh, o Cecimonster vs. Donka tocan un arpegio de novena sobre una base hardcore, es como que Meta aún estuviera vivo.

El Ghetto – La Medicina: O prefiguración 2. Desde mediados de la década pasada se ha gestado una especie de mutación peruana del ska, con ritmos machacantes, predominancia de las líneas de vientos, interludios reggae y raggamufin, espíritu punk. Los Vespa, Los Filipz, Radio Makkonen, la Renken, tal vez en alguna medida La Mente, son buenos ejemplos de esto. El Ghetto fue el primero. Tal vez haya sido el mejor.

G3 – En Casa: G3 es, de todas las bandas que se encontrarán en los compilados, la más importante. No solo porque fueron durante dos décadas uno de los motores principales de esa aventura quijotesca que es el rock peruano, sino porque de no haber sido por ellos Mundano no existiría: el estudio fue construido originalmente para grabar las canciones de la banda. En Casa, de su último disco, es una de sus mejores canciones, el retrato de un viejo punk que siente que no puede volver a los lugares de los que se alejó ya hace bastante, no a estas alturas, no todavía.

Los Zapping – Vietnam: En el segundo disco de Los Zapping, que espero alguna vez salga, hay una canción mía. Así que sobre el segundo disco no me escucharán emitir opinión alguna. Pero antes de eso, Los Zapping eran los amiguitos adolescentes de mi enamorada jugando a ser estrellas de rock, y escribiendo joyas como esta en el camino.

Turbopótamos – Ultrabeba: El primer disco de Turbopótamos, nombre genial si es que los hay, es para muchos el mejor de la década pasada. Aunque lo que vino luego no puede ser de ninguna manera considerado malo (a mí personalmente me gusta mucho el 2012), la combinación de ska, rockabilly y pop del debut es intoxicante.

Los Fuckin Sombreros – Barbacoa Punk: Pipe Villarán, ex guitarrista de G3, escribe esta canción homenaje a dicho grupo. Y resume de lo que se trata todo esto en una línea: «Recordaré la belleza de lo simple».

Plug Plug – Lima City Rockers: Esta podría ser la evolución final del estilo compositivo que Garzo empezó a desarrollar en el último disco de Metamorphosis, y que continuó a lo largo de toda la obra de Plug Plug: los arpegios al borde de la disonancia, el ritmo hiperactivo de un niño con ADD, la melancolía de la progresión, la letra simple (las mejores despedidas son simples), la emoción en la voz.

Adictos al Bidet – Somos los piratas: Adictos al Bidet son, como los Ramones, expertos en el arte de hacerse los tontos para burlarse del que los tome en serio. Detrás de canciones como Ni que fueras mi mamá, Tus tetas son lo peor que me ha pasado o Eres capitalista está la idea de que la mejor forma de oponerse al sistema, tal vez la única cuerda, es satirizarlo.

Boom Boom Kid – No siempre simple, pero suave y feliz: Una melodía cincuentera, una letra repetitiva, chistes sobre pronombres, palmaditas, rayitos lásers, un juguete nuevo.


de criollismo, pt. 1: sueños de opio

A diferencia de países como Colombia o Brasil, donde aún es posible reconocer en el ADN de música popular contemporánea la influencia del vallenato o de la samba, o de los EEUU, donde la música country tiene un considerable éxito de ventas, o de lo que pueda pasar en países de lo que poco o nada llegamos saber (Etiopía, por ejemplo), en el Perú la música que durante gran parte del siglo XX se identificó con lo nacional, la música criolla, nombre original si es que los hay, está muerta de toda mortandad.

Cada 31 de octubre, fecha en la que se celebra, o se debería celebrar, Halloween lo ocupa todo, vemos reaparecer, como zombies o fantasmas, a sus estrellas ya olvidadas reclamando un poco del antiguo lustre que perdieron hace mucho. Políticos y periodistas se rasgan las vestiduras lamentando el desinterés de una juventud que se identifica más con modas extranjeras que con las tradiciones de su pueblo, mientras que la juventud entera hace caso omiso a lo que debería hacerse, y hace lo que quiere.

Motivos para que esto haya sucedido hay muchos. El principal es, creo, los cambios sociales que vivió Lima a partir de la segunda mitad del siglo. La migración masiva no solo ha cambiado el rostro de la capital, ha hecho lo propio con sus gustos, y es posible ver ahora conciertos multitudinarios de cantantes de huayno, mientras que derivados de la cumbia amazónica y norteña dominan el FM.

No se trata, sin embargo, de una ausencia de talento. Cantantes tenemos, y superlativos. Pero si tu repertorio está compuesto de canciones escritas hace más de 30 años, hay pocas posibilidades de conectarte con personas que han crecido entre las bombas y viven en las redes.

(Y, como pasa casi siempre, todas mis teorías y mis teoremas se deshacen sobre sí mismos al chocar con la realidad de las cosas: escucho a Oscar Avilés, tan vital, tan real, como si la esquina y el callejón aún fueran lugares de creación y de vida, y escucho a Susana Baca, tan elegantemente triste, capaz de iluminar el mundo con su negrura, y me digo que los culpables no son ellos, como siempre los culpables somos nosotros que jamás entendimos ni entenderemos nada. Pero a algo iba, y ahí voy.)

Y a lo que iba, y a lo que voy, es que, a pesar del paulatino abandono de la percepción de importancia del Autor, del creador individual, frente a una obra, abandono que se ve perfectamente ilustrado hoy en día por las acciones colectivas de Annonymous, o en la Wikipedia, es solamente la aparición de estos Autores la que permite, la que origina, evoluciones en la cultura.

Felipe Pinglo Alva es uno de ellos. En el momento en el que aparece, el recambio generacional en la música criolla se hacía necesario. Descendiente de valses vieneses, mazurcas polacas y jotas españolas cholificados, es recién a principios del siglo XX que esta música se consolida como una entidad independiente y reconocible como tal, articulada en torno a manifestaciones populares, y a algunos compositores y grupos (Montes y Manrique, Karamanduka, Pedro Manrique), conocidos luego como la Guardia Vieja.

Para la década de 1920, ya la temática y la estructura de las canciones había empezado a anquilosarse, a tornarse repetitiva y previsible. La popularidad de tangos y boleros, traídos con el cine, amenazaba también con sofocar al criollismo. La obra de Pinglo, compleja y multifascética, fue la inyección de vida que necesitaba la música criolla.

Inyección de vida que comienza como muchas: ignorando por completo lo que manda la tradición, y haciendo precisamente lo contrario. Utilizando como base aquellos ritmos extranjeros (no solo el bolero y el tango, también el fox-trot, el one-step y el jazz) que muchos criollos tradicionales ignoraban o despreciaban, Pinglo introduce innovaciones rítmicas y armónicas que definieron su década, y las que vinieron.

Pero es en la temática de sus canciones en donde Pinglo modifica de manera sustancial el vals peruano. Además del amor no correspondido, tema criollo por excelencia, sus canciones hablan de su tiempo: la migración a Lima, la industrialización, la polarización de las clases sociales, la modernidad, la droga, el tiempo. Todo esto filtrado por una sensibilidad mayor, capaz de encontrar los detalles precisos que vuelven una escena memorable.

El Plebeyo, por ejemplo, comienza con una descripción del anochecer en una ciudad que empieza a modernizarse (“la luz artificial, con débil proyección, propicia la penumbra que esconde en su sombra venganza y traición”), para contar luego el drama de Luis Enrique, enamorado de una mujer de clase más alta. Drama que pasaríamos por alto si la melodía que lo encarna no fuera tan hermosa y compleja.

Es exactamente en esta capacidad de hermanar melodía y letra en la que radica la genialidad de Pinglo. El coro de Porfiria es una obra maestra de la mala leche, la canción perfecta de despecho y victoria del abandonado. Es imposible no sentir esa alegría contenida que suelta el cantante cuando le dice, a quien quiso y ya no quiere, que “todititito lo has perdido, por ambiciosa y necia”.

Y luego está la que es para mí la canción que mejor ejemplifica lo sintonizado que estaba Felipe Pinglo Alva con el espíritu de su época: Palabras Esdrújulas. Lo que es aparentemente un vals común y corriente se convierte en una exploración del lenguaje y sus posibilidades sonoras, muy en línea de lo que hacían entonces Vallejo, Adán, Oquendo de Amat. Palabras esdrújulas es, aunque tal vez ahora suena a oxímoron, un vals vanguardista