Entropa.

Me sorprende que una obra de arte tan…adorable haya causado tanta controversia. No parece verdadero comentario político sino un conjunto de piezas coleccionables, de pokemons para adultos, de playsets para una nueva rama de Playmobil, ahora con estereotipos nacionales!!

En realidad, a lo que me recuerda es a esos mapas satíricos de Europa del Siglo XIX y la Primera Guerra Mundial, donde Rusia era un campesino codicioso y medio loco o un pulpo, Inglaterra un bulldog y China un cerdo; solo que con el elemento de lo visual saltando a lo táctil, a lo juguetil. Con partes que se mueven y tienen luces!. No apropiado para niños de 2 a 5 años ni para burócratas facilmente escandalizables.

Y encima el artista responsable, David Cerny, un checo que sospechamos sabía muy bien que impacto iba a causar, le mintió a la Presidencia de la Unión Europea y, en vez de colaborar con un artista de cada país, se inventó los nombres y las biografias de 26 tipos!.

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A pesar de todo el hype sobre los Young British Artists y de que escuchamos hablar hasta hartarnos de Damien Hirst y su tiburón y de Tracey Emin y su carpa a la que nunca le encontré la gracia (y que me causó un poco de gracia maliciosa cuando se prendió fuego) y del ladri de Saatchi que tan bien la supo hacer y fue el principal responsable de que tantos quedaran convencidos de que los YBAs fueron la gran nueva cosa de los 90s (aunque los mejores artistas ingleses seguían siendo Gilbert and George, no jodamos), mi gran artista nuevo de los 90s ni siquiera era inglés, es el escultor de Missouri Tom Friedman (comparen el tamaño de su artículo de la wikipedia con el de los nombrados antes).

La marca característica de la obra de Friedman es la obsesividad. Obras pequeñas, hasta ínfimas que son como pequeños milagros artesanales, habitualmente comparados con trucos de magia. Sus obras son el trabajo de una obsesividad y una paciencia ilimitadas. Manualidades sutiles donde la mano del autor está borrada sin dejar ninguna huella. Estamos hablando de un artista capaz de hacer una bola de chicle con 1500 chicles masticados por él mismo, o firmar en espiral hasta que se acabe la tinta, o recortar varias cajas de cereal para volver a unirlas en una sola caja gigante y difusa (de la misma forma que está hecho el autoretrato de arriba), o taladrar una silla hasta que queda lo que parece ser una silla desintegrándose, o doblar una hoja de papel y luego doblar otra hasta que quede exactamente igual, o desenrollar un rollo de papel higiénico y volverlo a enrollar sin el tubo de cartón, capaz de hacer una tarántula o un dibujo sobre un jabón con pelo, o hacer una explosión de escarbadientes, o hacer esculturas sacandole punta a lápices, a veces hasta que el lápiz desaparece, y todos de chicos intentamos hacer esas cosas y sabemos lo difícil que es.

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Tal vez sea más correcto hablar de Friedman como un ilusionista que como un artista, haciendo piezas increibles de objetos ordinarios cuya ordinariez y cualquier huella de lo que eran originalmente desaparece completamente dentro de la obra. La obra como decía antes da la impresión de no haber sido hecha por nadie. Además de eso, también da la impresión de no estar hecha de lo que realmente es. Nadie se podría imaginar a simple vista que esa bola de chicle es una bola de chicle, o que esa araña es una bola de pelo.

Uno de los aspectos que hay que destacar de la obra de Friedman es su minimalismo extremo. Friedman siempre intenta provocar la mayor cantidad de reflexión en el espectador con lo mínimo posible. En una de sus exposiciones clásicas expuso una bolita de su propia mierda de 0.5 mm de diámetro aproximadamente. Nada más que medio milimetro, apenas visible. Lo que buscaba era buscar la cantidad mínima de materia que tuviera la mayor cantidad de significado en relación a su tamaño. Lo logró. Todo el mundo habló sobre el hecho de que había expuesto mierda aunque los que iban a la galería esperando ver mierda ni siquiera se daban cuenta de donde estaba porque era tan pequeño e imperceptible que la mayoría pensaban que había un pedestal vacío en el lugar donde estaba puesta y hasta alguien pensó que se podía sentar ahí y la bolita desapareció. No big deal. Había mucha más de donde esa venía.

Uno de los temas centrales de su obra tiene que ser el como afecta la percepción de los objetos que vemos la información que tenemos sobre ellos, interés heredado posiblemente del conceptualismo de los 60s. No es inhabitual que Friedman exponga objetos ordinarios sin ser modificados pero que al contrario de los ready-mades no se convierten en obras por el solo hecho de que el artista dijo que lo eran, por haber sido sacados de su contexto cotidiano. Expuso una vez una colección de pelotas. Solo pelotas, sin nada de especial aparentemente. Lo que las diferenciaba de pelotas ordinarias era que todas habían sido robadas por él mismo. Era la historia de las pelotas lo que las diferenciaba de cualquier otra pelota. Esta inquietud por la historia de los objetos le surgió cuando se enteró de una plancha de estampilla que iba a ser enviada dentro de un transbodador espacial que cuando regresara iba a traer exactamente las mismas estampillas que cuando salió, estampillas iguales a cualquier otra estampilla de la misma serie, pero que iban a ser valiosas por el solo hecho de haber viajado al espacio. Este tema se repite en la obra de Friedman y los mejores ejemplos deben ser sus dos hojas en blanco. Una es una hoja en blanco que era originalmente el poster central de un número de Playboy cuya imagen fue cuidadosamente borrada hasta que quedara solo la hoja en blanco. La otra se merece una explicación más amplia.

La obra en la que mejor se combinan la obsesividad, la minuciosidad, el minimalismo y el conceptualismo de Friedman es 1.000 hours of staring, la pieza que ven arriba. Es la gran obra vacía, en blanco, de Friedman, alineada en una gran tradición del s.XX. La tradición de 4’33», de Empire, del cuadrado negro de Malevich, de La fuente de Duchamp. Lo que la diferencia de todas esas es que esos vacíos artísticos niegan el lugar y la necesidad del artista. Se basan en que el artista hizo el menor esfuerzo posible, el autor se elimina a sí mismo como en 4’33» o reduce su papel a decir lo que es arte como Duchamp. Pero de ninguna manera el maniático de Friedman iba a tomarse un trabajo tan liviano como simplemente exponer una hoja en blanco. Esa hoja en blanco se diferencia de todas las demás al igual que el poster de Playboy, las pelotas y las estampillas no por lo que es materialmente o lo que se puede ver en ella sino por su historia, por operaciones invisibles que se realizaron sobre ella sin alterarla. En este caso la hoja fue observada nada menos que 1000 horas por Friedman a lo largo de algunos años. Incluso tomó notas de sus horas de trabajo. Y no hace falta que nosotros la observemos mil horas como él para ver en ella mucho más que una simple hoja en blanco.


Breve introducción al cine que va a hacer que nadie quiera ver películas con vos (pt. 2)

Lo había prometido cuando escribí la primera parte así que acá hay una nueva entrega de cinco piezas para atacar cinematográficamente a amigos y enemigos por igual y satisfacer al snob que sé que llevan adentro. Aunque algunas de las que elegí para esta entrega no son tan buenas como las del primer post, que era una selección a prueba de balas, todo lo que estas cinco no tienen en calidad lo tienen en otros aspectos porque son verdadera artillería pesada y deben ser usadas con discreción. Solo usen estas después que todas las del primer post hayan fallado. Quedan advertidos.

Chelsea Girls: una película de Warhol difícil de ver no es nada sorprendente, estamos hablando de un tipo que dejó una cámara filmando el Empire State por 7 horas y a gente comiendo, durmiendo o siendo felada. La diferencia entre esas películas y esta, es que aquellas no intentaban ser películas en el sentido clásico de la palabra, no pretendían mantener la atención del espectador ni ser efectivamente vistas, eran películas para no ver. Al contrario Chelsea Girls está mucho más cerca de ser una «película de verdad», se espera que sea vista, pero esa tarea es de todo menos fácil. Chelsea Girls tiene varias particularidades que la hacen bastante diferente de la mayoría las películas y, por sobre todo, bastante viewer-hostile. Para empezar, si bien no tiene la duración de Satantango, dura tres horas y media, lo cual ya es un abuso a la paciencia del espectador, pero eso no sería para tanto si no se le sumara lo que componen esas tres horas y media. La película está compuesta de doce rollos, cada uno conteniendo una única escena (o sea que como se imaginan, cada escena es dejar la cámara filmando hasta que se acabe el rollo) sin ningún tipo de conexión con las demás. Cada escena registra a alguno(s) de los personajes de la Factory de Warhol haciendo nada en particular durante lo que sea que dure un rollo. Como si la duración y la falta de cohesión y narración no fueran suficiente para hacerla una película difícil, Chelsea Girls tiene una característica mucho más rara y única que debe ser lo que más interesante la hace, y es que está hecha para ser proyectada con dos proyectores simultáneamente en una pantalla dividida de a dos escenas simultáneamente. Aunque cada tanto queda solo una escena siendo proyectada y la otra mitad de la pantalla en negro, la mayor parte del tiempo hay dos escenas (de las cuales una sola tiene sonido) y el espectador se ve obligado a prestarle atención a solo una. Es completamente imposible sincronizar dos proyectores de la misma manera más de una vez por más que se den instrucciones sobre cuando proyectar cada escena, lo que sumado a no poder ver las dos mitades de la pantalla por igual da como resultado algo que popularmente se dice de esta película, y que probablemente sea cierto: que jamás se puede ver la misma Chelsea Girls dos veces. A pesar de una recomendación de esta película a alguien va a tener tanto éxito como recomendarle que se clave agujas abajo de las uñas, los que la sepan apreciar van a comprobar que el efecto de esta película sobre el espectador es algo digno de probar al menos una vez y que sus momentos altos son muy altos y que escenas como la del primer plano de la cara de Nico con luces psicodélicas siendo proyectadas encima o el monólogo de LSD de Eric Emerson (que inspiró la genial «Eric’s Trip» de Sonic Youth) son antológicas.

Begotten: Donde Eraserhead haya fallado esta película triunfará, donde haya hecho daño Begotten hará estragos. Aunque menor en calidad (y en culto) que la gran película de Lynch, la ópera prima de E. Elias Merhige (director de la muy buena La sombra del vampiro) sacrifica gran parte de la incomodidad y la efectividad psicológica de su contraparte lynchiana (comparación de la cual posiblemente nunca vaya a poder escapar) en favor de pura revulsividad visual y cierto tufo excesivamente arty. Con gran austeridad narrativa y sin una sola línea de diálogo, Begotten cuenta una historia simbólica que apuesta (tal vez un poco mucho) por el shock desde la primer escena en la cual vemos en una cabaña en el medio de la nada a Dios destripándose a sí mismo y regando sobre el piso sus entrañas que su contacto con la Tierra da como fruto al Hombre, que junto con su madre será vapuleado, sometido, arrastrado, torturado y asesinado por un grupo de canibales y finalmente enterrado para que el ciclo comience de nuevo. Si todo esto les hace pensar en esas habituales y siempre divertidas parodias de cortos überarty de los estudiantes de cine en las comedias, como el que dirigía Howard Stern en Private Parts o ese que había hecho Jay Sherman en sus años de estudiante (L’artiste c’est mort!), no están tan lejos de la realidad. De cualquier manera es algo así como interesante (tampoco mucho, no se confundan) y les puedo asegurar algo y creanme, toda la gente a la que se la hagan ver la va a amar.

Cortos del Accionismo Vienés: con esto ya estamos entrando en la artillería pesada. Tal vez la más pesada de este post. Empecemos con un poco de historia por si alguien no sabe de que se trata esto. El accionismo vienés fue una de las más violentas y extremas vanguardias artísticas del s.XX. Surgió en Viena a principios de los 60s y había desaparacido para principios de la siguiente década. Entre sus ideas y objetivos estaba el destruir y superar el arte convencional que veían como una institución más, anquilosada y aburguesada. Ya no se pintarían cuadros, se pintaría a través de acciones y sus cuerpos serían la tela. Los happenings y las performances de accionistas como Otto Mühl, Günter Brus, Rudolf Schwarzkogler o Hermann Nitsch ganaron notoriedad por su transgresividad, llevando a varias intervenciones policiales y repetidas estadías en prisión de los artistas. Muchas de estas performances fueron registradas en film, mayormente por Otto Muehl y Kurt Kren, que no era un accionista sino algo así como el director oficial del accionismo. Lo que hace a estos cortos armas de grueso calibre para atacar a inocentes inadvertidos es que tiene una combinación única de, por un lado, lo peor del mundo del cine arty, siendo siendo cortos mudos de performaces artísticas, y por el otro lado, la peor escatología, porque para los accionistas performance significaba «pequeño festín de desnudos, fluidos corporales, vísceras de animales y asquerosidades varias». O sea que tenemos como resultado cosas como una mujer desnuda cubierta con las vísceras aún tibias de un cerdo recién matado siendo bañada de lluvia dorada por un tipo parado arriba de una escalera. Y ese es solo uno, ¡y hay muchos! Y pueden verlos todos acá. Personalmente no creo que estos cortos sirvan para mucho más que usarlos como arma, así que no les aconsejo verlos por amor al arte porque sus méritos cinematográficos me parecen bastante dudosos. Sus méritos armamentísicos por otro lado son indudables (de hecho la única persona a la que se los pasé los supo apreciar, pero fue lo suficientemente malvada como para usarlos indiscriminadamente contra sus desprevenidos compañeros de trabajo).

Guinea Pig 2: Flowers of Flesh and Blood: La serie Guinea Pig son las películas de snuff exploitation. Las últimas de la serie variaron un poco pero las primeras, las que más cuentan, son falsas snuff, escenas muy gráficas de tortura extendidas por unos cuarenta minutos más o menos. Puro splatter. No es un género que me interese especialmente, pero me sentí obligado a mirar una película tan legendariamente infame, y les puedo asegurar que es material 100% friend-hostile.
Dos sucesos cementaron la histórica infamia de esta película. La primera es que Tsutomu Miyazaki, el Otaku Killer, aparentemente haya usado esta película como inspiración para uno de sus asesinatos, y eso junto con la enorme colección de hentai y películas de terror que encontraron en su casa al momento de su arresto generó una gran polémica alrededor de estos géneros en Japón es su momento. El otro, mucho más divertido y pintoresco, fue que a principios de los 90s, un Charlie Sheen en su peor época de reviente la vio, se comió que era una snuff movie de verdad y decidió denunciarla. Los federales tomaron cartas en el asunto y contactaron a la justicia japonesa quienes también empezaron a investigar la película y todo terminó con sus creadores teniendo que probar ante la justicia que eran todos efectos especiales y que nadie había muerto. Por supuesto cualquiera con dos dedos de frente de da cuenta que esta no es una snuff de verdad (los efectos son buenos teniendo en cuenta los costos de producción pero no son tan realistas como para pasar por reales y después de todo, c’mon, ¿quién se imagina que una snuff tenga score, créditos y fotografía multicámara?). El resultado de todo eso fue que esta segunda parte de Guinea Pig entrara a la historia y se convirtiera en una de las películas de exploitation más conocidas (e infames). Y después de todo, no está tan mal.

Cannibal Holocaust: ahora sí, vamos a hablar de películas de verdad, de películas que cuentan. The ultimate splatter cannibal exploitation film. No dudaría ni un segundo en decir que es lo mejor que incluí en este post. Ruggero Deodatto narra la en estilo de falso documental como un grupo de documentalistas van al Amazonas a filmar a dos tribús caníbales antagonistas y abusan de ellas hasta que sufren el peor destino que se puede sufrir en manos de un grupo de caníbales. Los realizadores tomaron la cuestionable decisión de matar animales de verdad en la filmación de la película (cosa que le valió muchas críticas y de lo cual Deodatto dijo estar arrepentido años más tarde, pero que también es en parte responsable de la fama de la película) logrando algunas de las escenas más espantosas que se pueden ver en una película (la escena de la tortuga es la peor escena que vi en mi vida). El realismo con el que está filmada, que hizo que Sergio Leone se deshiciera en elogios hacia ella y Deodatto, hace de las escenas de asesinatos algunas de las más creibles que haya visto, lo cual le costó Deodatto lo mismo que a los creadores de Guinea Pig (esta vez sin Charlie Sheen). Deodatto tuvo también que demostrar ante la justicia que nadie había sido asesinado. Habría que ser muy miope para calificar a esta película solo desde la perspectiva del tipo de imágenes que muestra, Cannibal Holocaust es una película con todas las letras y se merece ser analizada y criticada como tal. Creo que de hecho esto es en parte lo que más terrible y shockeante la hace, al contrario de otras películas exploitation y splatter uno no puede tomársela con total falta de seriedad y así alivianar el impacto de las imágenes. Recomendaría ciegamente esta película a cualquiera, aunque, claro, no digan después que no les avisé.


La idea de pinturas de árboles (o sea, árboles pintando cuadros al moverse sus ramas por el viento) es mucho más bonita que su resultado, y seguramente esa sea la gracia.

Más lindos son los resultados de una idea a su vez menos poética. Poner lápices en las partes traseras de los autos que dibujan, causada por el movimiento de los autos msmos.
Pero lo que me encantó fue esto, poner una cámara adentro de una caja enviada por correo, que va sacando fotos (hacía afuera) de todo su trayecto. Quien nunca quiso ver el trayecto de su correo? Genial.

(via waxy)