Hablemos de Freaks and Geeks.

Hace un tiempo me habían recomendado y grabado Freaks and Geeks, la serie de culto producida por Judd Apatow, que muy curiosamente fue estrenada en Uruguay. Muchos de mis amigos me la recomendaban como su serie favorita. Otros me decían que era una serie extraña y complicada. Otros no se coparon. En fin, que aproveché una parte de mi verano para verme toda la primera, única e incompleta temporada.

(nota: no hay ningún spoiler realmente importante, pero algunas partes de la trama las cuento. así que están advertidos)

La serie (ambientada en los años 80-81) se centra en los hermanos Lindsay y Sam Weir, y su grupo de amigos y compañeros de Secundaria. Todos los lugares comunes de “serie sobre la secundaria” están aquí: Matones, Crushes insoportables, cheerleaders, bandas de rock, drogas, alcohol, coming-of-age, primeras experiencias, etc, etc. Pero Freaks and Geeks es diferente: Cada uno de sus elementos esta visto de una forma muy realista y humana. Los personajes son todos imperfectos, a veces encantadores pero muchas veces insoportables, y esta repleto de esos momentos donde uno mira a la pantalla y grita “NOO FLACO NOOO!..”. Para muchas, muchas personas, la vida en la pubertad-adolescencia es más bien un embole confuso y borroso, nada de algo thrilling de aventuras de verano y amores emocionantes. No, muchas veces no pasa nada y es todo un garrón constante. Freaks and Geeks nos recuerda que una persona con 14 años esta en su peor momento y tu única opción es bancártela y esperar a que vos y tu entorno crezca y cambie de una vez.

Alguien una vez me comentó que le parecía un error que la serie se centrara tanto en el personaje de Lindsay, la hermana mayor, ex-nerd y convertida en semi-slacker semi-rebelde que no termina de convencer a nadie. Por un lado, es cierto: Sus problemas familiares, su crush con Daniel, sus líos en la escuela, son las historias menos interesantes de la serie. Pero por otro lado como nexo de todas las historias y personajes creo que funciona bien. Es muy interesante por ejemplo la relación bastante saludable y sana que tiene con Sam, su hermano menor, al que cuida y le da consejos sabios, consejos que obviamente ella tendría que también escuchar y entender.
Sam Weir, su hermano, por otro lado es puro encanto, y a uno le encantaría poder ser su tía para apretujearlo y agarrarle los cachetitos cada vez que va a su casa. Flaquito, pequeño, con la cara más aniñada posible, y con esa mirada perdida cómo si recién acabase de nacer y no entendiera UN CARAJO lo que pasa en el mundo, Sam es el segundo protagonista de la serie y seguramente sea mi favorito. Su amor no correspondido con Cindy Sanders, la porrista y estrella de la escuela, es la sub trama más divertida de la serie, y con el final más interesante e inesperado. Mientras tanto, los padres de ambos son buenos personajes de soporte que se van transformando sútilmente a lo largo de la serie. O al menos, uno los entiende más, o comenzando a compararlos con las otras familias y personajes de la serie, empiezan a tomar una luz más saludable, más amable. Con lo disfuncional que es, la familia Weir es bastante estable y coherente, y la relación entre los padres es buena y feliz, pese a ser ingenuos y no tener mucha idea de como educar a sus hijos.

Siguiendo con el grupo de “Geeks” de los cuales Sam es parte, tenemos a Neal Schweiber y Bill Haverchuck. Bill es el ultra nerd de figurita: Altísimo, flaquísimo, desgarbado, con lentes enormes y un andar torpe como si nunca hubiera entendido cómo es eso de moverse con su cuerpo, Bill lo tiene todo para perder. De a ratos es el más maduro, o el que se toma todas las situaciones con más calma y más coherencia. También tiene un humor sarcástico e inteligente bastante sutil que aparece de vez en cuando. En comparación con su aspecto, tal vez es el personaje más delicado y cuidado, notandose sus cualidades en pequeñas situaciones. Vive solo con su madre, y el episodio centrado en su madre y su nuevo novio es de los más deprimentes de la serie.
Neal Schweiber es GENIAL y es un personaje un tanto atípico en una serie de secundaria. Neal es un nerd, pero es super social, extrovertido y ocurrente. Siempre impecable y preocupado por la estética, finge que tiene una opinión clarísima sobre todo y se pone en superioridad intelectual con sus amigos Sam y Bill, aunque claramente sabe que esta en la misma que ellos. Petiso, regordete, casi tan aniñado como Sam, Neil es muy influenciado por su padre, un dentista muy extrovertido, cool y copado con los jóvenes. Esta relación padres/hijos es algo muy constante en la serie: Cada persona tiene su familia acorde que lo explica y lo resignifica.

Después están los “Freaks”, el grupo de outsiders y perdedores al cual Lindsay intentea acoplarse. Daniel es básicamente una versión más trágica de Trent, de Daria, un slacker muy cool y tranquilo que se lleva al mundo por delante. Daniel es un vago, medio burro a pesar de mostrar ser bastante inteligente en varias situaciones. Su vida esta genialmente retratada en un diálogo con Harris (un amigo de los geeks), donde Daniel le pregunta si lo considera a él un perdedor, pregunta a la cual Harris responde “y, supongo que no, ya que estas teniendo sexo.. pero en el caso que no lo tengas, sería algo a considerar”. Todos conocimos a alguien como Daniel en algún momento.

Nick, el baterista, es mi favorito del grupo. Torpe y pelotudo como él solo, Nick podría ser uno de los geeks si no fuese por su edad. Fanático del rock clásico y progresivo, tiene una batería con 29 cuerpos, la cual toca maravillosamente mal. Su subtrama intentando dedicarse a la música es también uno de los aspectos amargos (que, como habrán notado, hay varios) de la serie. Su sueño es ser un gran baterista, cosa que no es y muy posiblemente jamás sea. No le da bola a las clases, no le da bola a nada, excepto a la batería, y es horrible. Durante varios episodios vemos como su sueño se va desarmando poco a poco y es muy duro.
Ken Miller es un personaje que no entendía mucho al comienzo pero terminas apreciando con el curso de la serie. Ken es hiper-sarcástico, y no habla mucho, y esta muy en la suya. Parece ser el único lo suficientemente inteligente para entender lo que le pasa alrededor y que le chupe un huevo, o al menos, puede fingir muy bien esa situación (que es casi lo mismo). En la segunda mitad de la temporada, donde se agrega una subtrama con un interés romántico, podemos verle más capas a su personaje y entender mejor cómo funciona. Ken es muy querible y simple.
Por último esta Kim Kelly, un personaje bastante desagradable – la tradicional ‘bully guerrillera’ – que para peor no esta del todo bien construida. Su background hostil y horrible es demasiado lugar común, y la relación que evoluciona con Lindsay y su relación de pareja con Daniel nunca se entienden del todo. Es cómo que su construcción es tan caótica como su supuesta personalidad y su vida, y no funciona del todo.

Los personajes secundarios son muchos y están muy bien. Es imposible no mencionar a Cindy Sanders, otro personaje que también falla en su construcción y evolución. Cindy, la cheerleader amable, cariñosa y muy bonita (realmente esta muy bien elegida en el casting, es linda pero no tanto de una forma ‘hot’ de porrista, más bien ‘cute’ y amable), va cambiando hacía el final de la serie y no termina de cerrar. O más bien los escritores “hicieron trampa” y evitaron mostrar un montón de cosas al comienzo forzadamente, o qué se yo. O tal vez (divagando un poco) el personaje más bien se va mostrando a través de los ojos de Sam Weir. Es un delirio, pero es algo así lo que pasa, y no rinde. Los padres Weir y en general todos los padres están muy bien elegidos y cumplen su papel perfecto, además de que están colocados con una distancia muy interesante: La serie se centra en los chicos, y cada vez que aparecen los padres es onda “oh, llegaron Los Padres”, como esa inevitabilidad, como si fuesen una intervención constante en su vida, molesta e inevitable. Las subtramas con los padres de Sam, Neal y Bill son de lo mejor de la serie.

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La ambientación en Freaks and Geeks esta brillantemente lograda. Apatow – como se puede notar mucho en su trabajo en Adventureland – es alguien que tiene una relación muuy particular con los ochentas, de amor, y de afecto, y que parece que los recuerda más de verdad que todos nosotros. Toda la música es correcta para ese período. Las fiestas, la vestimenta, los juguetes, los locales, todo esta en su lugar y sirven para reforzar lo vergonzosas que son algunas de las situaciones. Desde ver una porno en un proyector de cinta, hasta los posters “con onda” que Lindsay quiere poner en su casa para hacerla más cool, las salidas al “laser-show”, la muerte de Bonham, todo esta en su lugar y puesto de una forma elegante y que apoya a la trama y a la serie, y jamás molesta.

Como dije al comienzo, la serie trabaja en un terreno conocido, la juventud, adolescencia, la high-school. Creo que lo mejor que logra Freaks and Geeks es mostrarte eso de una forma tan fresca y vital. Esta es su mayor virtud. En Freaks and Geeks la secundaria sigue y seguirá siendo un infierno, los matones te van a maltratar y la única salida es escapar, refugiarte, estar en la tuya. En Freaks and Geeks los juegos de la botella terminan de la forma más inesperada, y la gente genuinamente intenta conquistar y llevarse “con ellos” a la chica nueva de la escuela, poniéndose ultra celosos si empieza a verse con “los otros”. En Freaks and Geeks la mejor forma de conquistar a alguien puede ser invitándola a un tenedor libre. En Freaks and Geeks el beso más romántico de toda la serie se da luego de un diálogo de “estee… te puedo dar un beso” “..bueno, ok”.

Antes de ver la serie, lo primero que pensé fue “Ok, sí esta serie es TAN BUENA, ¿Por qué fue un fracaso absoluto? ¿Por qué de los 18 capítulos que se filmaron, solo fueron 12 al aire? ¿Qué es lo que tiene?” Ajeno a los problemas de producción y monetarios, yo creo que Freaks and Geeks puede llegar a ser un tanto difícil de ver. Los personajes son complicados, las situaciones dolorosas. Poner un nuevo capítulo a veces da la sensación de que estas viendo un accidente de auto, de esos que no podés evitar pero que TENÉS QUE MIRAR. La mayoría de los personajes no entienden como moverse en el mundo, y se esfuerzan por tomar absolutamente todas las decisiones equivocadas. Y se equivocan. Y les va mal. Y uno no puede evitar reflejarse en cada uno de los mocosos de la serie, y en el pelotudo que alguna vez fue, y seguramente, un poco siga siendo.

(se puede ver todo freaks and geeks, con subtítulos en español, en Cuevana. gracias, Cuevana, gracias.)


Con el ‘knock knock’ de Smog me paso una de esas cosas bellas de tener un disco, escucharlo muy pausadamente cada muchos meses o años, disfrutarlo, y un día algo hace un click en tu cabeza, lo escuchas de una forma distinta y te das cuenta de que es un disco perfecto. Es – bueno, como casi todo lo que escuche de Callahan – un disco bastante sereno, que logra un clima constante pese a tener desde temas muy tristes y mínimos a temas bastante más para arriba. Supongo que porque todo esta unido por el pegote de la voz de él, con ese timbre tan agradable, ese fraseo tan cuidado y tranquilizador. Si, como ya lo dijimos antes sobre otros cantantes (britt daniel y john darnielle), la voz de Bill Callahan da la sensación de ser la de alguien que ‘descubrió algo’, que sabe de una Verdad que nosotros desconocemos.

Smog – Teenage Spaceship

«Teenage Spaceship» es un tema que esta como sanguche en mi parte preferida del disco, entre «No Dancing» y «Cold Blooded Old Times», de los mejores temas del disco. Es un tema muy «menor», además de – como muchos temas de smog – estar basado en dos acordes, de tener solo una parte la cual se le agregan algunos arreglos, este tema en particular es aún más austero que los demás e incluso me sorprendí de darme cuenta que dura casi 4 minutos – yo hubiera jurado que duraba menos de 2. El tema empieza, se agrega la voz, tiene una ligero final y asi como entro con delicadeza se va de pronto, lo cual da una sensación de algo más breve de lo que es.
Así que bueno, tenemos este tema con ese titulo tan.. particular, entre dos de los temas mas up del disco, que pasa casi desapercibido en su levedad. De a poco, me di cuenta que lo prefería a los otros dos ( que son mas instantáneamente queribles) .
Así que luego de escucharla varias veces seguidas, decidí enfrentarme a la letra del tema a ver que tal y encontre esto:

A teenage spaceship
I was a teenage spaceship
Landing at night

I was beautiful with all my lights
Loomed so large on the horizon
So large, people thought my windows
Were stars
So large on the horizon
People thought my windows
Were stars

Se reíran de mi poca habilidad para entender el ingles directamente al cantarlo, pero recien al leerlo logré maravillarme con esa imágen, que veo tan digamos, lejana – jamás se me podria haber ocurrido eso de poder verse a uno mismo como una nave espacial. Pero por encima de eso, esa imágen, junto con el tema sereno, da una sensación muy particular que no recuerdo en otro tema – es basicamente, una visión como amable y un recuerdo bello y tranquilo de la adolescencia, como un momento de gloria y felicidad extrema, de flotar, enorme, y luminoso, en el medio de la noche. Y este sentimiento no lo puedo ver más alejado de cualquier interpretación de la adolescencia ( empezando ya por el termino, «adolescer» ) que vi en mucho tiempo, y especialmente en la música en general.

The Walkmen – The Rat

Acabo de hacer un search en google y sorprenderme al confirmar que nunca posteé sobre este tema, ni aca ni en el bizcocho. Y es raro porque no solo atomicé a medio planeta con este tema, sino que es otro de esas canciones a las que vuelvo cada 6 meses más o menos. El disco donde esta este tema aunque me parece un buen disco, no es lo mismo que esta canción que para mi es totalmente genial y es un punto a que a estos neoyorquinos les costara superar. Lo de los Walkmen es algo varado en otra época, y no solo en el post-punk, la oscuridad y el romanticismo de tener una banda ‘indie’ de los 80s. Tambien hay un interés genuino en cosas mas viejas – cosa que se puede notar en su instrumentación con guitarras gretsch y órganos. Es básicamente (si, comentario odioso si los hay) lo que los Interpol tendrían que haber sido y nunca fueron. Es obvio que a estos otros yanquis que tocaron en baires y tambien se visten prolijamente les haya ido bien, al ser todo mucho mas directo y pasteurizado. Lo de los Walkmen es mucho mas ebrio, seco, borroso y demasiado real como para que sea tan accesible.
Volviendo al «The Rat», que mejor que viendo El Video:

Lo que me parece más fascinante de este video es como logra ser ‘diferente’ y simultaneamente ser la madre de todos los videos cliché de una banda. Se trata de la banda tocando en un cuarto, en blanco y negro, con alguna proyección poco importante en una pared de fondo. nada más. Los miembros de la banda se mantienen todos bastante quietos, concentrados cada uno en su instrumento. El cantante, con ese look mezcla de Johnny Rotten con Shane McGowan solo da algunos pasos mientras vocifera en el microfono. Básicamente da toda la sensación de un ensayo, y esta lleno de detalles pequeños que le agregan – la pausa del bajista y como agarra el bajo cuando en una seccioń deja de tocar, los gestos del tecladista viendo a los otros para coordinar, la comunicación entre todos los integrantes, en general.
O sea : me parece que la particularidad del video es esa imágen anticuada, romántica y working-class de una banda, de gente que se reune para tocar y ensayar. El tema es caústico, rápido y violento, pero se puede filtrar en cierta forma una cierta alegría que se filtra en la canción, en sus caras y sus gestos.


Those God-Damned Dead End Kids.

Deadenders ocupa un lugar desolado en la bibliografía de Ed Brubaker. No es su hermoso revival noir de Catwoman, no es su reformulación de los policiales en Gotham Central, no es su Capitán América paranoico, no es sus primeros comics indie apreciados por todas-las-personas-correctas. Deadenders es una serie huérfana.
Esto no es tan curioso cuando uno recuerda que la publicó Vertigo. El imprint de DC tiene la mala costumbre de dejar morir series prometedoras (¿alguna vez tendremos la oportunidad de ver algo tan loco como The Minx por parte de Milligan?) en la cuna. Esta serie fue publicada entre el 2000 y el 2001, un momento raro en el imprint, con Preacher terminando, su capacidad para exprimirle dólares a los niños goth fanáticos de Sandman también, Transmetropolitan con menos de un año de vida y un largo trecho aún para Y y Fables. En ese ambiente es que se lanzó Deadenders (Igual pareciera que en Vertigo siempre hay un ambiente raro, siempre todo esta a punto de cancelarse, siempre van a hundirse cuando cierre su próximo “éxito”).
Casi sin promoción, con un equipo creativo que estaba muy lejos de ser estrellas (el arte lo provee Warren Pleece, del cual se hablará mas adelante), situada en un escenario post-apocalíptico que prontamente podía revelarse como un cliché…No es ninguna sorpresa que solo haya subsistido 16 números. Solo se publicó un trade paperback que, calculo, hoy en día esta fuera de publicación. Hundida casi sin rastros. Pero hay vida en estas páginas aun. Y, más importante, hay ambiciones destrozadas.

En el primer número conocemos a Bartholomew “Beezer” Beezenbach, un adolescente rebelde que solo quiere andar en su Vespa, cometer pequeños robos, meterse anfetas y, básicamente, ser insoportable con todo el mundo. La vuelta de tuerca esta en que todo se desarrolla en un futuro cercano, apocalíptico, en una ciudad gigantesca (piensen The City de Transmet, pero mucho menos glamorosa. Si, menos) dividida en distritos de acuerdo a clase social. El sol desapareció hace 19 años, tapado por un cielo permanentemente marrón, y los únicos distritos que tienen clima artificial son los más ricos. El resto se tiene que contentar con suburbios casi destruidos, gente que camina por las calles con las orejas apuntando al cielo esperando que caigan las bombas, cielo marrón mierda y estrictos controles de frontera para que no se cuelen en los sectores afluentes.
Pronto conocemos a los amigos de Beezer: Jasper, Mikey, su novia Sophie, su prima Corey y su rival / amigo Hal. Todos son un montón de post-adolescentes slackers que se dedican, al igual que nuestro héroe, a la nada misma. Perder el tiempo en el restaurant donde trabaja Sophie, drogarse, andar en Vespas, robar autos. Todos son mods, pero tienen filosofía punk. Son chicos que no quieren crecer y a los cuales el Cataclismo les ha dado la excusa perfecta para pensar que mañana no será nada mejor que hoy, entonces ¿para que molestarse?. Al mismo tiempo, no hay figuras paternas ni ningún tipo de ley superior que gobierne sus acciones. Beezer, nos enteramos en el primer número, es adoptado, lo cual lo vuelve una figura sin raíces, sin enseñanzas, obligado a crecer sin modelo y desinteresado en construir uno con su responsabilidad personal. Las autoridades, la policía, el gobierno, son una especie de instancia última, lejanísima, desinteresada en ellos a menos que se manden una gran cagada. Si se drogan y roban autos está todo bien. Nadie trabaja. Lo único que les resta es dejar un cadáver hermoso. Y el mismo Brubaker subraya esta sensación inminente de no future al matar a Jasper en el primer número.
Bueno, no lo mata, lo hace tener un accidente a causa de Beezer y sus visiones. Ah, claro, olvidé mencionarlo: Beezer tiene visiones de la vida antes del Cataclismo y el gobierno de la ciudad lo anda buscando. El accidente de Jasper provee el impulso para el primer arco argumental, “Stealing The Sun”, en el que Beezer se propone robar una máquina de clima de los suburbios ricos para proveerle a su amigo de una primera y última tarde de sol en la playa.
Si ese argumento les parece un tanto cliché, un tanto medio pelo, es porque lo es. Deadenders esta plagada de esas situaciones. Ideas prometedoras que no son desarrolladas como corresponde (los oidores de bombas, la sensación de que hay una división no solo de clase pero también de edad entre los sobrevivientes del Cataclismo), personajes que parecen interesantes pero terminan sirviendo de relleno (Hal, Jasper, Corey), números que parecen gritar “¡acá hay suficiente material para un arco de 4 episodios!”. No se cuanto de ello se deberá a imposición editorial y a su pronta cancelación y cuanto a las limitaciones de sus creadores, pero uno por momentos tiene ganas de pararse un tanto desesperado y sacudir el comic gritándole “¡Se mejor, demonios! ¡Se que puedes ser mejor!”.
En ningún lugar se nota tanto esto que en el arte de Warren Pleece, a quien yo recordaba como un clon de Sean Phillips en Hellblazer, allá lejos y hace tiempo cuando Paul Jenkins escribía bien. Los primeros 8 números están entintados por Richard Case y es meramente correcto: pocos detalles, líneas angulares, caras que parecen a medio terminar. Es trabajo profesional, pero nada del otro mundo. Pero a partir del 9 lo comienza a entintar Cameron Stewart y logra un salto enorme de calidad básicamente haciendo que el dibujo de Pleece parezca suyo: bloques de negros, caras mucho mas expresivas, una cierta “cuadradez”, rispidez, del dibujo que le faltaba con el entintado mas suelto de Case. Es una lástima que para entonces, cuando el comic estaba adoptando una imagen un poco mas personal, solo le quedasen 5 números de vida. Lo único que no cambia y se mantiene en un gran nivel de excelencia son las portadas de Phillip Bond (¿qué pasa que este tipo no esta dibujando una serie regular?, ¿acaso las editoriales odian el talento?).
Lo curioso del asunto es la manera en que la limitada vida de Deadenders y, seamos sinceros, la continua sensación de imposición editorial, atentan contra la premisa misma del comic desde el inicio. Estos chicos que no quieren crecer, atrapados en un comic que de hecho nunca creció, empiezan a cambiar y hacerse cargo de sus vidas casi inmediatamente. Para conseguir la máquina del clima, Beezer hace un trato con su proveedor de drogas, de manera tal de poder infiltrarse en los sectores ricos. Tiene que llevarle muchas muchas anfetas a un cliente que resulta ser un buchón, y obviamente todo termina mal. A raíz de eso, luego de la muerte de Jasper y de escapar del gobierno, Beezer se dedica a ocultarse con su novia. Luego de una paliza, los encuentra un librero de un sector contiguo que les da asilo.
Y aquí Brubraker se anota un poroto al hacer que Sophie, contra toda chance (si, claro, Beezer es un pendejo insoportable, pero uno tiene la sensación de que a lo largo de esta historia crecerá, cambiará y arreglaran todo con el poder del amor, maaaan) se quede con el librero en su casa. Al mismo tiempo Beezer safa de su dealer de una manera que no revelaré (solo digamos que el conocimiento sirve, chicos) y para el número 8 esta de nuevo en el viejo sector 5, solo, haciendo nada de nuevo, ni siquiera vendiendo anfetaminas y viviendo en un garage. Después de todo, y para mayor ignominia, sus padres casi lo entregan a la policía.

Justamente el numero 8 es, creo, el mejor de la serie. Titulado “My Secret Affair”, es una ventana a lo que la serie podría haber sido: una apropiación bizarra del genero romántico por adolescentes punks/mod en un futuro post-apocalíptico (los interludios llamados “Back In Sector 5” del arco argumental anterior tienen un tenor similar). La historia es simple: Danica (si, se llama así), la ex novia de Jasper, se enreda con Beezer en una relación que ambos saben no va a ningún lado. Enredarse es la palabra correcta, enredarse de ese modo pringoso en que uno confunde sexo, cariño y comodidad de vez en cuando con sus amigos cercanos. Se lee, casi casi, como un capítulo de Love And Rockets de Jaime Hernandez y es una pequeña ventana que demuestra el talento de Brubaker para escribir jóvenes que se comportan como jóvenes, que cogen, se drogan, tiene estilo y se hacen un poco de daño en el proceso. Estoy seguro que si hubiesen tenido más tiempo, hubiésemos visto más capítulos de esta naturaleza, que hubiesen explotado la gran ventaja de esta serie: sus personajes.
También hay otra imagen, paródica, de lo que Deadenders podría haber sido. En el numero 4 se reproducen paginas de “la versión original de Deadenders, creada en los 60 por Mort Himmelman”: un comic a lo Archie que parece sacado de la mesa de luz Dan DeCarlo, solo que con Betty, Veronica y compañía reemplazados por los protagonistas mugrientos de esta serie. Es otra marca de la enorme ambición nunca concretada de la serie que estos backups no sean vistos de nuevo hasta el numero 16, el final. Una vez más, si esta serie se especializa en algo es en oportunidades truncadas.
Luego de ese maravilloso número 8 supongo que la noticia de la cancelación ya andaba dando vueltas, porque Brubaker se larga de cabeza a cerrar la mayoría de las historias de la serie. Beezer experimenta un cambio radical y pasa de ser el mas vago entre todos los vagos a preocuparse por intentar averiguar de donde viene, que pasó con el Cataclismo y de que manera esta conectado con él. Aprovechando un pase entre zonas que le da el librero, se larga en una aventura a explorar los sectores ricos de la ciudad, en búsqueda de uno de los clientes del vendedor de libros que aparentemente tiene sus mismas visiones.
Todo se precipita: la persona que visita es una chica, se llama Anna y es casualmente la hija del gobernador de la ciudad; Brubaker introduce al primer villano-villano recurrente de la serie (que, casualmente, es un chico del mismo sector que Beezer, solo que crecido y convertido en policía. Don’t sell out to the man, kids!); el dúo se dedica a buscar a otros chicos como ellos, resultando en el capítulo mas apresurado de la serie, en el cual conocen a uno de ellos que es alabado como un Mesías por sus visiones; aparecen viejos científicos responsables del experimento que destruyó al mundo y, finalmente, todo se desenlaza en un enfrentamiento entre una célula terrorista que busca restaurar el experimento y las fuerzas del gobierno de la ciudad. Todo es bastante caótico y hay muchas decisiones en cuanto a caracterización que suenan falsas. ¿Era realmente necesario que Anna y Beezer terminen siendo una “pareja” y que nos intenten hacer creer que su amor es tan profundo? Las desventajas de no tener tiempo para desarrollar una historia orgánicamente, supongo.

Por suerte a esta altura Cameron Stewart esta consiguiendo que los dibujos sean un placer de leer, y hay imágenes (como la de la máquina a la que están conectados los chicos) que son realmente impresionantes. Hay una especie de mezcla entre la naturalidad de los Hermanos Hernández para las expresiones y la crudeza de Kirby para la maquinaria y ciertas escenas de acción que, al mantenerse cada uno en sus planos, combina realmente bien.
Finalmente descubrimos que el cataclismo fue producido por un científico que quería resucitar a su esposa muerta, Anna y Beezer se sacrifican y el mundo se restaura como debería haber sido si el desastre no acontecía. El último número es un maravilloso monstruo con piezas de distintas visiones de Deadenders cosidas para intentar dar resolución a la historia. Comienza como una historia normal; salta a la parodia de Archie; retorna a la historia normal pero 15 años en el futuro, de manera de cerrar los sub-plots de los personajes secundarios, y finalmente adopta el formato de un comic romántico de los 50 para contarnos que fue de Anna y Beezer.

A pesar de que mi resumen de arriba pueda hacerlo parecer confuso o desprolijo, funciona. Deja muchas preguntas en el aire, la resolución de los destinos de los personajes secundarios no siempre es buena, e incluso lo que les sucede a Anna y Beezer no se termina de explicar. Pero luego de varios números de jugar a ser los Invisibles (o algún otro comic de conspiraciones y ciencia ficción) Deadenders vuelve a ser ese familiar drama-comedia sobre personajes fallidos. La conversación entre una Corey crecida y Beezer es de una naturalidad tal que uno nunca siente que esta ahí solo para rellenar datos y el retorno de Archienders es siempre bienvenido.
Pero la verdadera pieza maestra es la porción de Anna y Beezer. Si bien he dicho que la explicación de lo que les sucede no tiene mucho sentido, el tono de las páginas se ajusta perfectamente a la idea detrás de la serie de Brubaker y Pleece: ¿cómo crecer en un mundo en el que todo te indica que no hay hacia donde hacerlo? La respuesta en el caso de los protagonistas termina siendo “se sale del mismo”.
Anna y Beezer parecen reencarnarse en un mundo donde el Cataclismo nunca sucedió, donde el mundo parece estar congelado en una visión de un comic romántico de los 50, todo líneas duras, primeros planos y angustia. Beezer no conoció a sus amigos, que aparentan no existir, pero estuvo predestinado a estar con Anna. Aquí se llama Noah y sueña con su otra realidad y sus días de slacker. Todo esta teñido de una melancolía enorme, de una sensación de pérdida gigantesca. Sin embargo, Brubaker, en primer lugar, se sumerge enormemente en la lógica de los comics románticos, causando que así como la angustia y el sentimiento de pérdida de Anna y Beezer son pantagruélicos, también lo sea su amor. En segundo lugar, uno siente que esta siendo caritativo con sus personajes, que se da cuenta de que les han quitado a sus protagonistas el entorno que les daba sentido, los mejores años de su vida, así que lo mínimo que pueden hacer es darles un final feliz.
Al final de la historia Noah deja de tener sus sueños y transcurren muchos años. Beezer y Anna envejecidos viajan por el campo y encuentran una vespa al costado del camino junto con un estuche de vinilos de bandas mod y un pequeño tocadiscos. Beezer los sube al auto y al llegar a casa y escuchar los discos le parece recordar un sueño que nunca tuvo.
Supongo que crecer tiene sus precios. Es, de alguna manera, como vender tu alma al diablo. Y uno siempre puede encontrarse una vespa y un montón de discos que te recuerdan cuan rápido eras y que canciones bailabas mientras intentabas furiosamente no ir a ningún lado.

Deadenders, entero, para el lector ladrón.


Jon Savage, el hombre que nos dio «England’s Dreaming», escribe «Teenage: The Creation Of Youth Culture», un libro que trata sobre la invención de la categoría de adolescente desde finales del siglo XIX hasta mitades del XX, mas precisamente, hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Hermoso proyecto que me hace cosquillas en todas mis obsesiones: historia, cultura popular, siglo XX y periodismo.
Camille Paglia lo reseña aquí y Michelangelo Matos hace lo propio en The Onion. Quien me lo regala para mi cumpleaños?